Desahucio
Desahucios que ya no venden
El populismo instrumentalizó el drama de los desalojos. Hoy, ya en el poder local, mira para otro lado. Como si no se dieran, pero se dan.
El populismo instrumentalizó el drama de los desalojos. Hoy, ya en el poder local, mira para otro lado. Como si no se dieran, pero se dan.
En los años más duros de la crisis, los partidos extremistas recibieron al Gobierno del PP con una estrategia de agitación y propaganda para la que se sirvieron de la instrumentalización de las situaciones límite que muchas familias padecieron. Manejaron con eficacia e inmoralidad los dramas personales relacionados con episodios tan crueles como la pérdida de la vivienda. La desesperación propia de un desalojo era un caldo de cultivo ideal para explotar el caudal emocional a favor de los necesitados y en detrimento de loa denominados poderosos. Se exigía en las calles justicia social y se apuntaba al Ejecutivo como culpable de dejar a miles de personas sin un techo bajo el que cobijarse Como suele suceder con la capacidad de manipulación antisistema, aquella era una verdad a medias, que suele ser la más perversa de las mentiras. Se elevaron a categoría situaciones singulares dolorosísimas, sí, pero limitadas. Muchos manejaron la angustia de la gente como plataformas desde las que impulsar carreras políticas con las que asegurarse la vida. Ada Colau es un ejemplo incontestable. Después como hoy, con el populismo en gobiernos municipales de grandes capitales de la mano del PSOE, aquella causa contra los desahucios han dejado de llenar las calles. De hecho, no existe. Quiere esto decir que no se produzcan lanzamientos, que los llamados ayuntamientos del cambio han sido capaces de garantizar una hogar a todos sus conciudadanos por adversa que sea su situación. Las estadísticas no lo refrendan. Es verdad que la recuperación sumada a la moratoria antidesahucios aprobada por el PP –se ha prorrogado hasta 2020 y se ha ampliado el grupo de personas beneficiadas– han logrado que las cifras mejoren, pero los dramas no se han evaporado. De hecho, en 2017 se produjeron 100 desahucios al día por no pagar el alquiler y 61 por no cumplir con la hipoteca. ¿Acaso no se merecían estos ciudadanos la atención de los gobernantes populistas? Por lo visto, no. Queda claro que los desalojos ya no interesan, que la propaganda desaprensiva no los necesita, porque, entre otras razones, retrata el fiasco o la inexistencia de las políticas sociales de aquellos que llegaron al poder para socorrer a los necesitados. Desahucios existen, menos, pero se dan, aunque el populismo mire para otro lado.
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