Televisión
Documentales
A raíz de la coronación de Carlos III y la reina Camila, la BBC nos ilustra con toda solvencia y credibilidad sobre los setenta años que se mantuvo en el trono Isabel II y nos da una idea de cómo es la vida en una Jefatura de Estado tan peculiar como la británica
Cuando en esas tardes de fin de semana el plan más ansiado es dejarse atrapar por el sofá que aviesamente despliega todo su poder de irresistible atracción para no permitir que nos levantemos, ni siquiera para ir al cuarto de baño o a buscar algo de beber, la televisión, en ocasiones, se pone hostil con programaciones, películas, tertulias o concursos que no interesan a pesar de los muchos canales de los que podemos disfrutar. En estos casos, los documentales son la perfecta opción para una buena siesta o, simplemente, para ilustrarnos no sólo de las apasionantes historias del mundo animal y de los ciclos de la vida, sino también desplegando otro tipo de temas para el debate, la historia –pasada o reciente-, y en este capítulo me detengo porque, a raíz de la coronación de Carlos III y la reina Camila, la BBC nos ilustra con toda solvencia y credibilidad sobre los setenta años que se mantuvo en el trono Isabel II, sus avatares, sus anécdotas, sus graves problemas, sus momentos de impopularidad, todo ello ilustrado con imágenes, muchas de ellas sobradamente conocidas, otras inéditas, que nos dan una idea de cómo es la vida en una Jefatura de Estado tan peculiar como la británica.
Es una forma de abrir al espectador las puertas de los entresijos de una familia que vive bajo tantos privilegios como obligaciones, cuyo día a día pudiera resultar bastante más complicado que el de cualquiera de nosotros. No sé si en los países de las otras monarquías que quedan en Europa ofrecen una visión tan amplia y fiable de sus monarcas. Francamente resultan más interesantes que las de cualquier presidente de gobierno o de república que, salvo excepciones, no ofrecen el atractivo de descender de familias históricas, de dinastías centenarias que no siempre han sido positivas para el país que reinan, es cierto, pero que ofrecen una imagen que sus respectivos países tienen el respaldo de una institución sólida. Ojalá España copiara el ejemplo desde una cadena fiable y además creíble, sin el lastre de la influencia política.
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