Investigación

Dormir bien puede sumar hasta 5 años de vida, pero hay que seguir estas reglas

Entre las claves que marca un nuevo estudio se incluyen la facilidad para conciliar el sueño y la duración del mismo, nunca inferior a siete horas

 los datos sugieren que alrededor del 8% de las muertes por cualquier causa podrían atribuirse a patrones de sueño deficientes
los datos sugieren que alrededor del 8% de las muertes por cualquier causa podrían atribuirse a patrones de sueño deficientesPIXABAYLa Razón

Sin duda, el estudio del sueño es una de las disciplinas médicas más complejas de estudiar. Los conocimientos que se obtienen son, ya sea por medio de los pacientes, lo que le resta objetividad (y a veces hasta veracidad), o por estudios específicos, como la polisomnografía, que debido a sus requisitos, como dormir conectado a máquinas y en un laboratorio, puede influir en los resultados. Lo dicho, es una ciencia muy compleja y reciente.

Podríamos decir que todo comenzó en 1729, cuando el francés Jean Jacques d’Ortuous de Marian realizó una investigación sobre las plantas y al darse cuenta de que estas seguían creciendo incluso en la oscuridad, entendió que los ritmos circadianos son independientes del medio ambiente y se despertó el interés por el sueño humano. Pero tuvieron que pasar más de 100 años para que, en 1845, un médico británico llamado John Davy estudiara la conexión entre la temperatura corporal y los patrones de sueño. Fue en 1924 cuando se realizó el primer electroencefalograma que estudió las diferencias en el cerebro durante el sueño y la vigilia.

Desde entonces, en los últimos 100 años, hemos avanzado mucho. Esto nos ha permitido comprender cómo el sueño es fundamental para procesar los recuerdos, recuperar el sistema inmune y estimular la salud cardiovascular, por ejemplo. En estudios de humanos y otros animales se ha descubierto que el sueño juega un papel fundamental en la función inmunológica, el metabolismo, la memoria, el aprendizaje y otras funciones vitales.

Por otro lado, una mala calidad de sueño influye de forma importante en la obesidad, la diabetes, cardiopatías, hipertensión y también en la función inmunológica. Tan grande es el impacto que un mal sueño acorta nuestra esperanza de vida. Los datos de tres grandes estudios epidemiológicos revelan que dormir cinco horas o menos por noche aumenta el riesgo de mortalidad por todas las causas en aproximadamente un 15%. Y, según un reciente estudio, esto es un camino de doble sentido: dormir bien puede alargar nuestra vida.

Un sueño reparador

De acuerdo con un reciente estudio presentado en el Congreso Mundial de Cardiología, dormir bien puede desempeñar un papel determinante en la salud en general. El estudio, liderado por Frank Qian, del Medical Center de Harvard, descubrió que los jóvenes que tienen hábitos de sueño más beneficiosos muestran cada vez menos probabilidades de morir prematuramente. Además, los datos sugieren que alrededor del 8% de las muertes por cualquier causa podrían atribuirse a patrones de sueño deficientes.

«Observamos una clara relación entre dosis y respuesta –explica Qian–, por lo que los factores más beneficiosos que alguien tiene en términos de gozar de una mejor calidad de sueño también tienen una reducción gradual de todas las causas y la mortalidad cardiovascular. Creo que estos hallazgos enfatizan que solo dormir las horas suficientes no es suficiente. Realmente tienes que tener un sueño reparador y no tener muchos problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido».

Para llegar a esta conclusión, Qian y su equipo incluyeron datos de 172.321 personas (edad promedio de 50 años y un 54% de mujeres) que participaron en la Encuesta Nacional de Entrevistas de Salud (EE UU) entre 2013 y 2018 (las fechas son importantes porque se habla de un estudio previo a la pandemia, que podría condicionar mucho los resultados).

La encuesta incluye preguntas sobre el sueño y los hábitos de sueño y, según los autores, es el primer estudio que utiliza una población representativa a nivel nacional para observar cómo varios comportamientos del sueño, y no solo la duración del mismo, podrían influir en la esperanza de vida.

A todos los datos obtenidos entre 2013 y 2018 se sumaron los registros del Índice Nacional de Muerte (hasta el 31 de diciembre de 2019) y con ello se pudo examinar el vínculo entre los factores de sueño individuales y combinados, y la mortalidad por todas las causas y por otras específicas. En total, de las personas que participaron en el estudio y hasta finales de 2019, murieron 8.681 personas. De estas, el 30% fueron por enfermedad cardiovascular, el 24% por cáncer y el resto por otras causas. Para saber cómo el sueño podía influir en la calidad de vida, el equipo de Qian evaluó cinco factores diferentes de la calidad del sueño.

Así, crearon una «puntuación de sueño de bajo riesgo» en función de las respuestas obtenidas por los voluntarios. Los factores incluyeron cinco claves: la primera, la duración ideal del sueño de siete a ocho horas por noche. En segundo lugar, la dificultad para conciliar el sueño no más de dos veces por semana, así como la dificultad para permanecer dormido no más de dos veces por semana. En cuarto lugar, no usar ningún medicamento para dormir y, por último, sentirse bien descansado después de despertarse, al menos cinco días a la semana.

Quienes respondían afirmativamente a cada pregunta tenían un punto. A más puntos, mejor calidad de sueño. «Si las personas tienen todos estos comportamientos de sueño ideales, es más probable que vivan más tiempo», confirma Qian. «Entonces, si podemos mejorar el sueño en general, y la identificación de los trastornos del sueño, podemos prevenir parte de esta mortalidad prematura».

Los autores también tuvieron en cuenta otros factores que pueden haber aumentado el riesgo de muerte, como el nivel socioeconómico más bajo, el consumo de tabaco y alcohol y otras afecciones médicas. Al finalizar estas valoraciones se comparó a las personas que tenían de cero a uno factores de sueño favorables con los que tenían los cinco y estos últimos tenían un 30% menos de probabilidades de morir por cualquier motivo; un 21% menos de probabilidades de morir por enfermedad cardiovascular; un 19% menos de probabilidades de morir de cáncer, y un 40 % menos de probabilidades de morir por otras causas, entre las que podían estar enfermedades neurodegenerativas, como la demencia y la enfermedad de Parkinson, pero se necesita más investigación, según destacan los autores.

Diferencias por sexos

Obviamente, estos porcentajes son una media, pero sí hay diferencias entre hombres y mujeres. Cuando ambos sexos mostraban las cinco medidas de calidad del sueño la esperanza de vida aumentaba 4,7 años para los hombres y 2,4 años para las mujeres, en comparación con aquellos que no tenían ninguno o solo uno de los cinco elementos favorables.

«Incluso, desde una edad temprana –concluye Qian–, si las personas pueden desarrollar estos buenos hábitos de sueño de dormir lo suficiente, asegurándose de hacerlo sin demasiadas distracciones y tener una buena higiene del sueño en general, se puede beneficiar enormemente su salud general a largo plazo. Es importante que las personas más jóvenes entiendan que muchos comportamientos de salud se acumulan con el tiempo.

Pese a lo importante de los resultados hay que destacar que los hábitos de sueño fueron autoinformados y no medidos ni verificados objetivamente. Además, no hubo información disponible sobre los tipos de somníferos o medicamentos utilizados o con qué frecuencia o durante cuánto tiempo los utilizaron los participantes. Al mismo tiempo, el promedio de edad de los participantes del estudio fue de 50 años y sería interesante saber cómo afectan estas medidas a personas por encima y por debajo de esta edades.