Ley del Menor
«El cuarto de Joan está listo para su regreso»
Los padres preadoptivos del niño de Sueca esperan seguir viéndole aunque pierdan la tutela.
Los padres preadoptivos del niño de Sueca esperan seguir viéndole aunque pierdan la tutela.
Cuando LA RAZÓN habla con Alberto Bordes, acaba de llegar a su domicilio de Sueca (Valencia). Durante los últimos días ha estado en Madrid, acudiendo a los platós televisivos que le han solicitado, para transmitir un mensaje inequívoco: ni él ni su mujer, Noelia Estornell, van a rendirse hasta que Joan vuelva. «Todavía no he entrado en su habitación. No sé que va a pasar cuando lo haga dentro de diez minutos. Tenemos aún muchísimas cosas de él, porque, cuando vuelva, quiero que las siga teniendo aquí. Hasta el último momento hemos tenido la esperanza de que no se iba a marchar. Prácticamente se fue con lo puesto», dice Alberto. Sólo se llevó su peluche, Lúa. «Es el más barato que encontró en la casa. Se aferró mucho a ese peluche. Sin él, no duerme».
El lunes, Alberto y Noelia vivieron el peor día de sus vidas. Durante tres años vivieron con Juan Francisco –«le llamamos Joan», dice Alberto–, 18 meses después desde que naciera, en régimen de acogimiento preadoptivo, el trámite burocrático previo a la adopción. Su madre biológica, María José Abeng, de origen guineano y residente en Oviedo, había peleado durante cuatro juicios para recuperarlo. A los 11 años denunció a su madre ante la Guardia Civil porque «no me dejaba llevar una vida europea». María José ingresó en un centro de menores y, a los 14, se quedó embarazada. Las disputas familiares se agravaron, y la joven tuvo al niño, que acabó en un centro materno-infantil. La Sección de Menores elaboró informes que aludieron a las «dificultades emocionales» y a la «falta de aceptación de ayuda y de apoyos familiares» de la madre, por lo que el se inició un proceso de preadopción. Algo, dice María José, a lo que se negó. La Audiencia Provincial de Oviedo resolvió a su favor.
El resultado se vio hace una semana, con Alberto y Noelia entregando al niño a la comandancia de la Guardia Civil durante unos escasos pero traumáticos minutos. «El momento lo preparamos en pequeñas dosis. Le dijimos que le queríamos mucho, que iba a ser un viaje de ida y vuelta, le explicamos con quién se iba... Sobre todo, que tuviese claro que íbamos a luchar para volver a estar juntos». Durante el verano, y como la mayoría de niños, Joan se levantaba tarde. Sin embargo, el lunes, cuando Alberto salía de la ducha, Joan ya estaba frente a la televisión a las 7:30 horas. «Sabía lo que ocurría», dice Alberto. Cuando se produjo la entrega, la reacción del niño fue «de negación y enfado. Se veía en su cara. Con quien estaba enfadado era conmigo, que era el que le llevaba. A nadie le apetecía».
Los progenitores no sólo sienten un vacío; es pura desesperación. De hecho, han buscado ayuda para superarlo. Han recurrido la decisión ente el Supremo, y el fallo final podría tardar dos años. «Toda la vida le esperaremos. Pero el daño emocional que hemos sufrido no sé cómo lo vamos a solventar». Han llegado a un principio de acuerdo con la otra parte: sea cual sea la decisión del Supremo, podrían seguir teniendo contacto con Joan. «Nunca hemos tenido nada en contra de la madre. Sería ilógico. Lo único que sé de ella son los informes de la Administración», afirma. Porque, en su opinión, el responsable de esta situación no se encuentra a pie de calle. «La nueva ley dice que un niño no puede estar más de tres meses en un centro de menores. Me parece fantástico, pero ¿hay juzgados de infancia especializados para dar una solución rápida en estos casos? No hay medios ni jueces para que sea así. Están provocando dolor a todo el mundo».
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