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El Vaticano considera la cirugía estética «un burka de carne»
Su «ministerio de Cultura» dedica su asamblea a reflexionar sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la sociedad, con especial atención al cuerpo femenino y a las agresiones que sufre
Su «ministerio de Cultura» dedica su asamblea a reflexionar sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la sociedad, con especial atención al cuerpo femenino y a las agresiones que sufre
«La cirugía estética es como un burka de carne». Esta frase puede encontrarse en el documento de trabajo preparado por el Pontificio Consejo de la Cultura de la Santa Sede para la asamblea plenaria que celebra esta semana en Roma, dedicada a estudiar las «igualdades y diferencias» de las culturas femeninas.
«La cirugía estética, cuando no es médico-terapéutica, puede expresar agresión a la identidad femenina, mostrando el rechazo del propio cuerpo en cuanto rechazo del periodo de la vida que se está atravesando», dice el texto, en el que se considera que, en ocasiones, estas operaciones significan auténticas «manipulaciones del cuerpo» motivadas por las presiones culturales y sociales. Recuerda este dicasterio vaticano que la expresión «burka de carne» fue acuñada por una mujer y muestra la imposición de un «modelo femenino único» en la sociedad contemporánea, en la que la libertad de elección para todos es sólo aparente.
En la presentación del encuentro ayer en la sala de prensa de la Santa Sede participó la actriz italiana Nancy Brilli, protagonista de la campaña lanzada por este dicasterio vaticano para animar a las mujeres a que se sumen a la asamblea, mandando fotos o vídeos en los que relatan cómo viven su condición femenina. Todas las contribuciones pueden encontrarse en las redes sociales bajo la etiqueta «#lifeofwomen». El anuncio, protagonizado por Brilli, hizo que la campaña naciera rodeada de polémica, pues algunos obispos y eclesiásticos de países de lengua inglesa consideraron demasiado sensual el vídeo de la actriz. El Pontificio Consejo de la Cultura decidió finalmente retirarlo en ese idioma.
Durante la rueda de prensa, la intérprete italiana mostró su desacuerdo con la calificación que el documento de trabajo hacía de la cirugía estética, un sector que conoce bien por estar casada con un médico especialista en este campo. «Las mujeres intentan homologarse para ser aceptadas. No entiendo que haya que demonizar a alguien que antes no estaba a gusto y se siente mejor tras una operación», dijo Nancy Brilli, para quien estas intervenciones quirúrgicas no deben ser rechazadas cuando tienen como objetivo «conseguir ser como se desea». Es distinto en caso de que se lleven a cabo para seguir por fuerza «un estándar impuesto desde el exterior». La actriz consideró que sólo puede definirse la cirugía estética como un «nuevo burka» en los casos en que se usa para homologar el cuerpo a cánones aceptados socialmente. «Si uno altera la fisonomía con la que viene al mundo y con la que no se siente cómodo, no entiendo por qué debe ser demonizado o criticado. Si está mejor, ¿dónde está el daño?», insistió. A su juicio, la expresión de «burka de carne» sólo se justifica cuando se sigue la presión social, que impone que «tú no debes ser como eres, sino como decido yo».
Por su parte, Gianfranco Ravasi consideró el uso de la cirugía estética un «aspecto interesante» de la situación de la cultura contemporánea, denunciando otro de sus usos erróneos, el que tiene lugar dentro de la medicina deportiva. En este campo se realizan intervenciones para mejorar el rendimiento muscular de los atletas, consiguiendo así burlar los controles antidoping. Para el cardenal, estas operaciones, que seguirán desarrollándose en el futuro de manera «cada vez más dramática», alteran hasta «la estructura psicológica de la persona». También lamentó el «impresionante crecimiento» del recurso a la cirugía estética para sumarse «a un modelo extrínseco». «Pienso en las chicas de dieciocho años que piden como regalo de cumpleaños unos senos nuevos», añadió.
El presidente del Pontificio Consejo de la Cultura anunció su deseo de instituir un órgano de consulta femenino permanente, cuyo embrión se ha desarrollado con las doce mujeres que han reflexionado con los expertos del dicasterio en la preparación de la asamblea plenaria de esta semana. El nuevo organismo estará encuadrado dentro del citado «ministerio» vaticano y estará dedicado a profundizar en la «mirada de las mujeres». Contará con un número reducido de participantes, con perfiles y nacionalidades diversas.
En el documento de trabajo del encuentro se asegura que no hay intención de poner en marcha «una revolución contra la tradición» eclesiástica, sino reflexionar sobre la posición femenina en la Iglesia y en la sociedad. Aclara además que no está en discusión la ordenación sacerdotal femenina, una demanda que interesa porcentualmente a pocas mujeres, según el dicasterio. Brilli hizo referencia a esta reclamación diciendo: «No es que las mujeres quieran ser cardenales, sino que pretenden ser parte de esta apertura totalmente nueva de la Iglesia».
La reflexión sobre las «culturas femeninas» no significa «dividirlas respecto a las masculinas», puede leerse en el texto, pero sí que tiene en cuenta que existe una «mirada» al mundo, a la vida y a las experiencias «que es propia de las mujeres».
A favor de la cirugía
Marta Robles
Voluntad contra imposición
Veo las imágenes de las mujeres afganas, con esos burkas que las hacen invisibles, que no les permiten ver con nitidez y las convierten en bultos sospechosos a merced de unos dueños y señores inmisericordes, que les impiden vivir sin ellos, y me revuelvo de indignación. Pero mi irritación aumenta al leer que el Vaticano ha hecho suya la declaración –ciertamente frívola– de una mujer que considera la cirugía estética «un burka de carne». Para empezar diré que optar o no a la cirugía es una decisión personal y llevar un burka es una obligación irrenunciable –o más bien un castigo, pura violencia de género–, que se les impone a las féminas por el mero hecho de serlo. Nada que ver con la cirugía estética, que es un gran logro de la ciencia y ha llevado a infinidad de mujeres –y hombres– a liberarse de complejos y a poder sentirse más bellas. ¿Que hay quien abusa de ella? Sí. Y del ejercicio, y de la obsesión por la alimentación o del empeño en seguir a rajatabla las tendencias que dicta la moda... Está claro que los excesos son peligrosos siempre. Pero en todos los ámbitos. Incluso en el de la religión. Tanto es así que las devociones extremas de algunos credos parecen tener en vilo al mundo entero y a las mujeres, además, presas de unas prendas de ropa, que todos los seres humanos dignos, incluidos los que ocupan las más altas jerarquías del Vaticano, deberían luchar por erradicar.
En contra
Carla Royo-Villanova
Asumir, cuidar, disfrutar...
No soy amiga de las prohibiciones, más bien de la educación. Dicho esto, defiendo que hay que disfrutar de cada etapa de la vida, no pensar en recuperar el tiempo perdido, sino en aceptarnos como vamos siendo y cambiando. Por esto, creo, más allá de la cirugía, en el cuidado. Las arrugas son las cicatrices de la vida; no hay que borrarlas, sí mimarlas. Que muestren nuestra vida. En este sentido, soy contraria a la cirugía estética, porque es más importante asumir el paso del tiempo. Conviene recordar, además, que se corre el peligro, cuando uno no está a gusto con su aspecto, de caer en un círculo vicioso, en una intervención tras otra, hasta el punto de que tus propios familiares no te reconozcan. Por eso, es muy importante el sentido común y ponerse en manos de verdaderos profesionales. Pero querría añadir un matiz, porque estoy segura de que hay muchos hombres y mujeres que recurren a la cirugía estética porque realmente lo necesitan, una necesidad muy amplia: psicológica, física...
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