Vaticano

«Espero ver a una mujer cardenal, no va en contra de la tradición»

Lucetta Scaraffia. Historiadora y periodista

Lucetta Scaraffia
Lucetta ScaraffiaDomenico StinellisAgencia AP

Pocas mujeres como ella se han movido con soltura por los recovecos del Vaticano. Y menos aún han dado un paso al frente para cuestionar lo que han visto y vivido en primera persona. Benedicto XVI confió en ella para que fundara «Donne Chiesa Mondo» (Mujer Iglesia Mundo), un suplemento femenino para «L’Osservatore Romano», el periódico de los papas, una publicación mensual que en español se distribuye gracias a la revista «Vida Nueva» Sus reportajes y artículos de análisis de opinión se erigieron como voz de denuncia del machismo en la Iglesia hasta tal punto que Lucetta Scaraffia (Turín, 1948) llegó a estar convencida de que había cardenales que no les leían, porque de lo contrario les habrían echado el cierre. Hoy esta historiadora y periodista italiana continúa ejerciendo esa sana provocación de reivindicar que ellas no sean ciudadanas de segunda dentro y fuera de los templos a través de estudios, artículos, conferencias... Así se deja entrever en «La mujer cardenal» (San Pablo), un thriller que arranca con el nombramiento de una mujer como cardenal y secretaria Estado de la Santa Sede. Un relato imaginado, pero con una verosimilitud en no pocos pasajes que parecen confundirse con el día a día del engranaje curial.».

Su novela presenta a un papa latinoamericano que quiere acabar con las corruptelas en las finanzas vaticanas y del que algunos curiales se quieren deshacer por su espíritu reformista. Usted le llama Ignacio y su país de origen es Guatemala. En la Roma real hay un pontífice argentino que se llama Francisco, es argentino y uno de los principales desafíos es sanear el cepillo de la Santa Sede, ¿se parecen algo el uno y el otro o es pura coincidencia?

Ciertamente, se trata de una referencia clara del Papa actual, pero sobre todo de las expectativas de reforma que acompañaron su elección y que él mismo ha alimentado en los últimos años.

¿Veremos alguna mujer cardenal en la Iglesia católica más pronto que tarde?

Espero que lo veamos porque realmente es posible sin ir en contra de la tradición de la iglesia. De hecho, a lo largo de la historia ha habido bastantes cardenales que no habían sido ordenados sacerdotes, incluso niños. Por lo tanto, se trata de una responsabilidad importante pero, si echamos la vista atrás, no estaría vinculado directamente con el ministerio sacerdotal. Solo es a principios del siglo XX cuando el Código de Derecho Canónico introduce en su articulado que los cardenales deben ser sacerdotes, y luego también los obispos. Sin embargo, como en este momento, las disposiciones del derecho canónico pueden ir cambiando, no son dogmas.

El cardenal alemán Gerhard Müller, que no es considerado precisamente un purpurado progresista, sí ve con buenos ojos que una mujer pueda ser secretaria de Estado, tal y como plantea su novela. Y no sería un cargo menor, es el número dos de la Santa Sede, algo así como el «primer ministro» en términos civiles de un Papa que sería el presidente de un Estado.

En realidad, sería posible nombrar a una mujer secretaria de Estado del Vaticano incluso ahora, pero su posición anómala y difícil se vería muy reforzada si fuera creada previamente como cardenal. Así es como me lo planteo y tal cual lo escribí en el libro.

¿La mujer es todavía hoy un personaje de ficción en la Iglesia?

Sí, hoy las mujeres en la Iglesia no tienen derecho a ningún tipo de protagonismo, no son realmente escuchadas.

Usted fue pionera en la denuncia contra los abusos de poder a las monjas en la Iglesia, relegadas en algunos lugares a ser sirvientas. ¿Está cambiando algo o sigue siendo una asignatura pendiente?

No ha cambiado nada, y nada cambiará hasta que las mismas religiosas impongan su verdad a las jerarquías eclesiásticas. De hecho, es una cuestión demasiado candente para la iglesia ya que trae consigo otros dramas colaterales como el aborto –que muchas religiosas se ven obligadas a practicar– o el uso de anticonceptivos. Y ya sabe que todas estas son prácticas condenadas por la moral católica. Se rasga el velo de hipocresía cuando se intenta defender a la vez determinados postulados clericales y, a la par, ocultar sus transgresiones.

En su obra hay curas, sexo, corrupción… ¿se ha aliado con Paolo Sorrentino y su «The Young Pope» para dibujar un mismo perfil de lo que podría suceder de puertas para adentro del Vaticano?

No, la mía es una novela de ficción, pero está basada en detalles reales. Sorrentino, que me gusta, también se abre a una atmósfera onírica y simbólica.

Como mujer, ¿cuál es la mayor escena que ha contemplado que pareciera estar sacada de una novela?

Hace años, en la fiesta del 14 de julio de la embajada de Francia ante la Santa Sede, cuando todavía dirigía el suplemento mensual ‘Donne Chiesa Mondo’ de L’Osservatore Romano, estaba con un amiga, religiosa y profesora universitario, que formaba parte de nuestra redaacción. Conocimos a un arzobispo no italiano, que estaba en esa época en la cima de la diplomacia papal. En ese instante, estaba recibiendo un libro de un periodista como regalo. Con una sonrisa le ofrecimos algunos ejemplares de nuestra revista, pero este alto cargo de la Curia nos dijo sin más que el libro le interesaba, mientras que nuestra publicación no. Es un ejemplo muy claro de que la diplomacia vaticana hoy por hoy es incapaz de ver a las mujeres.

Se acerca la fecha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. ¿Se puede ser feminista y católica?

Sí. Siempre me he sentido feminista y católica, no creo que haya ninguna contradicción.

Poco después, el 13 de marzo se cumplirán los diez años de la de elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa. Evalúe su pontificado del 1 al 10.

Como fiel católico, no siento que deba evaluar al Papa. Sólo puedo decir que esperaba una intervención más fuerte y valiente a favor de la presencia de la mujer en la vida de la Iglesia. El que se haya decidido que algunas mujeres, muy obedientes, estén hoy por hoy insertadas aquí y allá en la cúpula de la Administración vaticana no me parecen un verdadero cambio, sino más bien una elección que solo tiene que ver con las apariencias.