La opinión de Marina Castaño

Falcon Crest

Angelina Jolie y Brad Pitte se emplearon a fondo para hacer vinos rosados buenos, glamourosos, hasta ponerlos de moda

Los actores Brad Pitt y Angelina Jolie
Los actores Brad Pitt y Angelina Jolielarazon

No hace falta que les refresque la memoria porque hasta los más jóvenes recordarán la popular serie de televisión, de la única televisión que teníamos entonces, la española, con solo dos canales: la primera y la 2, donde poco había que rascar y, menos aún donde elegir. Pero como la cosa era así, nos conformábamos. Tampoco habíamos conocido algo mejor y España supo del teatro de Lope o de Calderón, de la existencia de un Alejandro Dumas y hasta de los libros viajeros de Camilo José Cela a través de la pequeña pantalla, que ahora ha ampliado supremamente sus contenidos, sí, pero no la cultura.

A lo más que llegamos es a los animalitos de África u Oceanía, a la pesca del cangrejo real en aguas de Alaska o a la caza del argali o carnero de Marco Polo en Kazajstán. También sabemos de futbolistas y de periodistas en series acerca de su persona pero nada de la riqueza que siempre ha dado nuestra piel de toro y países vecinos en autores, pintores, escultores o arquitectos. Una pena, es el afán del emburrecimiento patrio que no cesa, y así nos va. Pero vayamos a la cultura del vino, que sin querer me he ido por los cerros de Úbeda.

Falcon Crest iba de una familia que tenía un importante viñedo en California y poco más les puedo decir, porque en mi cabeza no ha permanecido ni la trama ni mayormente las anécdotas, que tampoco es una pieza de la cinematografía universal, pero me viene a la cabeza por algo que leo sobre Angelina Jolie y Brad Pitt, una pareja en la que siempre vi ausencia de solidez pese a los múltiples niños -biológicos o no-, que tuvieron.

En los últimos años de su relación se hicieron con un chateau de ensueño donde se emplearon a fondo para hacer vinos rosados buenos, glamourosos, hasta ponerlos de moda. Y lo consiguieron, vendiendo más de diez millones de botellas y haciendo que sea seleccionado como el mejor rosé de La Provenza francesa. El lugar es bellísimo, el vino quizá el más chic del momento, y la acritud de la guerra entre la pareja no se trasluce ni en el paladar ni en su transparente y pálido color. Sólo es una cuestión entre ellos. Menos mal.