Semana santa

Francisco, contra la cruz del “algoritmo y los intereses implacables”

Aunque el Papa no asistió al Vía Crucis del Coliseo romano por su frágil salud, en las meditaciones afirma que «la economía de Dios no mata ni aplasta»

El Coliseo de Roma, durante la celebración del Vía Crucis
El Coliseo de Roma, durante la celebración del Vía CrucisAfp

Francisco continúa convaleciente. A pesar de sus recientes apariciones, incluida su presencia este Jueves Santo en una cárcel romana para ponerse «a los pies» de los presos, el reposo obligado por su equipo médico le impidió presidir ayer el tradicional viacrucis que la Santa Sede organiza en torno al Coliseo. No es la primera vez que el Papa argentino se ausenta de esta cita precisamente por problemas de salud. Sin embargo, en este Viernes Santo estuvo más presente que nunca, en tanto que es él mismo quien firmó las meditaciones que sirvieron para que los fieles pudieran dar sentido para sus vidas a las catorce estaciones que relatan el camino de Cristo, con la cruz a cuestas, hasta su muerte. En años anteriores, el Pontífice había encargado estas reflexiones a diferentes colectivos como familias, scouts, alumnos de un instituto.

Fue el vicario general para la diócesis de Roma, el cardenal Baldo Reina, quien presidió anoche la ceremonia por delegación del mismo Pontífice. El propio Reina portó la cruz en la primera estación, a la que le siguieron en las siguientes postas otros grupos de jóvenes, personas con discapacidad, voluntarios de Cáritas, migrantes o personal sanitario.

Y si, a priori, su voz no pudo oír como tal en un momento de especial fragilidad del Papa para hablar, sí en cambio se hizo escuchar el contundente grito de denuncia social, política y económica que Jorge Mario Bergoglio lanzó para denunciar las innumerables injusticias que asolan el mundo de hoy y que dejan tras de sí no pocos crucificados como el Hijo de Dios.

«La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días», señalaba nada más arrancar un texto que busca actualizar el padecimiento de Jesús de Nazaret en su travesía hacia el Gólgota, lamentándose de que «por lo general vamos en dirección opuesta».

Especialmente significativa es la crítica que el Papa formuló sobre la tentación de divinizar los avances tecnológicos, en plena revolución de la Inteligencia Artificial. «Hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables», deja caer. «A las máquinas no les permitimos equivocarse, las pretendemos perfectas», comparte Francisco, que reconoce, cómo le pasó a Jesucristo con el madero, cualquiera puede caer y tiene derecho a levantarse.

«Las personas dudan, se distraen, se pierden», subraya, poniendo en valor que «los seres humanos no se generan mecánicamente, sino artesanalmente: somos piezas únicas, un entrelazado de gracia y responsabilidad». Es más, incluso llega a decir que «quien se avergüenza de ello, quien hace alarde de infalibilidad, quien oculta sus propias caídas y no perdona las de los demás, reniega del camino que tú has elegido».

En esta misma línea, de una manera implícita, el Obispo de Roma carga contra la llamada «teología de la prosperidad» que abandera, entre otros, Donald Trump y que vincula el éxito financiero a un respaldo trascendente. «Los constructores de Babel nos dicen que no es posible equivocarse y que el que cae está perdido; es la obra del infierno», apunta Francisco. Frente a ello, sentencia que «la economía de Dios, por el contrario, no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra». Y remarca justo después: «Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege». «Deshumana es la economía en la que noventa y nueve valen más que uno», ratifica el Papa al hilo esta cuestión. A pesar de que constata que «en este mundo que calcula todo, la gratuidad tiene un alto precio», también ofrece un signo de esperanza al exponer cómo en medio de la guerra se puede abrir paso «la reconciliación», «una religiosidad árida redescubre la fecundidad de las promesas de Dios», o incluso «un corazón de piedra puede convertirse en un corazón de carne».

En la meditación del Vía Crucis, también abandera una autocrítica eclesial: «Si la Iglesia te parece hoy como una vestidura rasgada, enséñanos a recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega». «Somos tu cuerpo, tu túnica indivisible, tu Esposa. Lo somos juntos», comenta en una defensa de la diversidad en la unidad, reivindicando la inclusión. De hecho, recupera una de las expresiones con sello propio que acuñó en la Jornada Mundial de Juventud de Lisboa de 2023: Cristo se han entregado «para salvar a todos, todos, todos». Y lo expone, convencido de que la cruz de Jesús «derriba los muros, cancela las deudas, anula las sentencias, establece la reconciliación». «Eres el verdadero Jubileo», defiende.

En este tú a tú con Jesús, el Sucesor de Pedro reconoce que «rompes los automatismos que destruyen la casa común y la fraternidad». Francisco también pone sobre la mesa a todos aquellos que son «expuestos a juicios y prejuicios» con «argumentos religiosos» y «objeciones jurídicas». Así, critica con rotundidad la complicidad con determinadas condenas sociales que «nos ponen de la parte de Herodes».