Religión

Francisco: revolución en el LinkedIn de los obispos

La elección de José Cobo para Madrid visibiliza un renovado perfil de pastor

José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid.
José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid.Jesús G. FeriaLa Razón

Cuando hace más de cinco años José Cobo fue nombrado obispo auxiliar de Madrid por Francisco, tuvo que pasar «boxes». Él, y todos los sacerdotes del planeta a los que el Papa había decidido entregarles un báculo y un mitra para pastorear una diócesis del planeta. Roma les imparte un curso obligatorio exprés de aproximadamente un mes en el que se enseña a cómo ser prelado. Junto a Cobo asistieron a aquellas «masterclass» otros episcopales de la hornada española de esa temporada. En una de las reuniones, uno de sus compañeros, levantó la mano para preguntar qué pintaba ahí.

No era una pregunta retórica ni un desafío a la autoridad. Rodeado por expertos en derecho canónico, moralistas, rectores de universidades y seminarios, quien alzaba la voz era un salesiano periodista, curtido con los jóvenes en lo social y en la escuela, con una amplia experiencia como misionero y como gestor, al haber sido provincial de su congregación. Sin embargo, su trayectoria era ciertamente dispar a la mayoría de los congregados. Alguien le contestó que su Santidad buscaba y busca «pastores con olor a oveja», un mantra de Jorge Mario Bergoglio. En esa definición encajaba su designación, en tanto que la apuesta del pontífice por este hijo de Don Bosco almeriense fue fulgurante. Cristóbal López Romero pasó de soldado raso a ser arzobispo de Rabat en marzo de 2018 y, apenas un año después, le creaba cardenal. Es cierto que, a priori, podría considerarse un territorio eclesiástico de limitada relevancia, debido a que en Marruecos apenas hay unos 30.000 católicos entre 34 millones de habitantes. Sin embargo, el reino alauita es una plaza estratégica también en la geopolítica vaticana.

Al igual que López, Cobo se ha forjado, a pie de obra en la parroquia y en el barro de los más vulnerables. Él mismo confiesa que «no he tenido tiempo para otra cosa en mi vida que para ser cura». Proyecto Hombre, Cáritas, la cárcel… Su vínculo con la pastoral social se ha traducido luego en los proyectos que ha liderado como auxiliar del cardenal Carlos Osoro en Madrid, como el proyecto Repara de acompañamiento a víctimas de abusos o la Mesa de la Hospitalidad para la acogida de migrantes.

Lo cierto es que hoy la apuesta papal por curas como López y Cobo está dejando de ser anecdótica para representar una línea de renovación en el perfil de líderes eclesiales. Prueba de ello es que, tres semanas antes de conocerse el nombramiento del nuevo arzobispo de Madrid, el Papa entregaba la archidiócesis de Buenos Aires que él mismo dirigió a Jorge Ignacio García Cueva, un clon de Cobo. O a la inversa. García Cueva es un cura villero, también es abogado y tiene 55 años, dos menos que el español. Ambos fueron nombrados obispos a finales de 2017, con la diferencia de que el argentino en este tiempo ha sido auxiliar en Lomas de Zamora y ha estado al frente de Río Gallegos.

Algo –o mucho– está cambiando en el «casting» vaticano para elegir a los hombres que están llamados a pastorear a los católicos. El Papa ha insistido por activa y por pasiva en que quiere que estén «delante del pueblo, en medio del pueblo y detrás del pueblo». En febrero, en Sudán del Sur, reunido con los obispos y el clero del país, fue todavía más directo: «No somos los jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; que no somos los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de los hermanos y las hermanas». Este planteamiento, lejos de ser una licencia poética, se traduce en las directrices a la hora de configurar las ternas en cada país, que corren a cargo del nuncio –el embajador vaticano en cada país–, y en los criterios de validación que luego se siguen al ser examinados estos candidatos en el Dicasterio romano correspondiente, conocido como «La Fábrica de los Obispos». En este departamento, el Papa también ha efectuado cambios recientes. El más relevante, la jubilación del cardenal canadiense Marc Oullet como prefecto en enero en favor del misionero agustino estadounidense Robert Francis Prevost. A esto se une la incorporación hace un año de tres mujeres en el Dicasterio. Sí, el voto femenino influye por primera vez en la historia para repartir mitras.

Otra cosa bien distinta es que los nuncios, encargados de elaborar las ternas de los candidatos, sigan al dictado las premisas planteadas por el Papa. En España, por ejemplo, es sabido que Roma ha tumbado unas cuantas propuestas del actual nuncio, el filipino Bernardito Auza, que no se ajustarían a los dictados renovados bergoglianos. Estos descartes no se han producido por falta de documentación del diplomático vaticano. Se dice que llega a contar con informes de hasta sesenta personas sobre los futuros obispos, mientras que en otras nunciaturas se consulta en torno a veinte personas a las que se le pide que hagan su particular traje a los aspirantes, destacando sus virtudes, pero también si se hallan objeciones letales para que no sean nombrados. El problema no radicaría, por tanto, en cómo elabora la ficha de los candidatos, sino en qué candidatos pone en el ojo. Auza no parece acertar, quizá por quienes le susurran los nombres idóneos para los cargos episcopales.

Es ahí donde juega con desventaja con respecto a su jefe máximo. Francisco conoce la realidad española al dedillo y está al tanto de la actualidad eclesial de nuestro país al minuto. Cuenta con lo que él mismo llama «una red de antenas». Más allá de los cauces oficiales, incluída la presencia del cardenal Juan José Omella en el Dicasterio para los Obispos, le llega por otras vías si le intentan colar algún gol episcopal para una sede relevante o si se ha descartado a algún sacerdote merecedor de báculo. Y actúa en consecuencia. Al parecer, esta intervención directa del Santo Padre se ha dado en el largo y complejo proceso de sucesión en Madrid. Un sector de la Iglesia española habría promovido varias intentonas de aupar algunos nombres que finalmente el Papa desechó en favor de José Cobo Cano, un arzobispo con un LinkedIn acorde con la era Francisco.