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Luto

Francisco, ¿"santo subito"? El desafío de llevar al Pontífice argentino a los altares

Mientras unos le consideran un santo, otros han cuestionado su línea pastoral y teológica

El papa Francisco durante una homilía del Jueves Santo Claudio PeriEFE

Francisco fue admirado por su cercanía a los pobres, su defensa del medio ambiente y su impulso a una Iglesia más abierta. Algunos le atribuyen virtudes heroicas y hechos extraordinarios durante su pontificado que hacen pensar que pudiera ser el Papa número 83 de la historia en convertirse en santo. Pero ¿sería factible que el pontífice argentino llegara a los altares? ¿En qué margen de tiempo podría ocurrir esto? El proceso establecido por la Iglesia católica es largo, riguroso, «delicado» y podría extenderse en el tiempo ya que, después del fallecimiento, como mínimo es necesario dar un margen de cinco años antes de que den comienzo los trámites. Se trataría de un «tiempo prudencial de espera del pueblo de Dios para la reflexión y la valoración de la santidad», explica Pablo Sánchez Garrido, secretario nacional de Causas de Canonización de la Asociación Católica de Propagandistas, que ha ejercido como postulador en varios procesos, además de profesor de Filosofía en la Universidad San Pablo CEU. Aunque también detalla que puede haber situaciones de dispensa que acorten los plazos. Sería el caso de Juan Pablo II. «¡Santo subito!» (en italiano, «¡Santo ya!») fue una expresión espontánea que surgió entre los asistentes al funeral de Juan Pablo II el 8 de abril de 2005 en la Plaza de San Pedro. La multitud comenzó a corear esta frase, pidiendo que fuera declarado santo de manera inmediata, sin esperar el proceso canónico habitual. Su sucesor, Benedicto XVI, dispensó este plazo y se inició el proceso que le llevaría a los altares solamente tres meses después de su fallecimiento.

Según relata Sánchez Garrido, el procedimiento se iniciaría, de manera ordinaria, cinco años después de la muerte. Comenzaría, así, la primera de las fases: la diocesana, que supondría recabar todos los hechos y la documentación que pudiera probar las virtudes heroicas del Pontífice, que requiere que haya muerto con fama de santidad extendida entre el pueblo de Dios. Toda esa documentación sería remitida a Roma, que elaboraría una «Positio», un documento exhaustivo que recopila toda la evidencia sobre la vida, virtudes y posibles milagros del candidato a santo. «En ella se acreditaría, por la vía testifical y documental, que ha cumplido heroicamente con todas las virtudes naturales (prudencia, fortaleza, justicia, templanza...) y teologales o sobrenaturales (fe, esperanza y caridad)», expone el experto.

La «Positio» sería remitida al Dicasterio para las Causas de los Santos que pasaría, a su vez, por la supervisión de comisiones de teólogos, obispos e historiadores que tienen que reconocer que el candidato a santo cumple con todas las virtudes en grado heroico.

Una vez culminado este trámite, sería el Papa que esté al frente de la Iglesia el que firme el decreto de virtudes heroicas. En ese momento pasará a considerarse «venerable». Pero hasta aquí no estaríamos más que en el proceso inicial. Sería necesario el reconocimiento de un milagro documentado pericialmente por médicos, como una curación excepcional de una enfermedad grave, incurable, súbita e inexplicable a ojos de la ciencia, como para poder avanzar hacia el proceso de beatificación. En el caso de producirse, se enviaría de nuevo una «Positio de Milagro» al Dicasterio para las Causas de los Santos, donde se trataría de «probar a nivel teológico la intervención del Siervo de Dios. Es decir, tendría que quedar demostrado que Dios ha curado a esa persona por intercesión de Francisco, después de que se haya encomendado a él», añade. Y en este punto repara en la exigencia de que el milagro tendría producirse tras la muerte del Pontífice y no antes.

A Francisco se le atribuyen varias situaciones extraordinarias, como es el caso del niño italiano de 10 años Paolo Bonavita, en 2019. Durante una Audiencia general en el Vaticano, el menor, con dificultades de comunicación por su autismo, rompió el protocolo, se subió al papamóvil y abrazó con fuerza a Francisco, que respondió con grandes muestras de cariño, una situación conmovedora que pronto se viralizó. Su madre contó después que fue una reacción muy inusual en su hijo, debido a su autismo.

La fase final, la canonización como santo, sería el último peldaño en el exigente camino de subida a los altares, para lo cual se necesitaría un segundo milagro, que también habría que acreditar de manera exhaustiva, como en el caso anterior.

Pablo Sánchez aclara que «no necesariamente todos los Papas tienen que ser santos». De hecho, a lo largo de la historia han conseguido esta consideración el 30 por ciento de los Obispos de Roma. Y puntualiza que, en el caso de Juan Pablo II el proceso se aceleró, entre otros motivos, porque «había fama de santidad. Fue unánime y espontánea. Se conocía bien su vida y pronto hubo un milagro, pero hay otras causas que pueden extenderse a lo largo del tiempo. Si se trata de un Papa teólogo, por ejemplo, hay que analizar todos sus escritos para ver si están en consonancia con la fe».

A ojos del experto, el caso de Francisco no es tan claro como el de Juan Pablo II, como tampoco lo es el de Benedicto XVI. «Unos piensan que se le puede considerar un santo; otros han hecho valoraciones contrarias a algunas líneas pastorales y teológicas de su pontificado». Ahora es el tiempo el que tiene la última palabra.