Córdoba

La falta de ADN, la coartada

La Razón
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Será una vista oral centrada en las pruebas científico-técnicas. Aquí lo importante es demostrar que José Bretón no fue con sus hijos al parque Cruz Conde de la capital cordobesa, sino que llegó solo. Al parecer, una cámara de vigilancia lo establece así. Luego, demostrar que los restos encontrados en la hoguera de la finca cordobesa Las Quemadillas no sólo son de seres humanos, sino que, como indica el forense vasco Francisco Etxeberría, pertenecen a dos niños de las edades de los desaparecidos. Con estas dos cosas, la acusación quedaría muy reforzada. Personalmente, echo en falta que la defensa, después de haber admitido que Bretón, de profesión militar, «vino de Bosnia tocado», no haya desarrollado esta línea, que nos lleva a casos muy conocidos, como el «síndrome Rambo», que habría producido en Bretón un shock de estrés postraumático, generado por el hecho de participar en una guerra que se presenta como un acto de paz donde se sufre de forma inhumana y se pasa gran angustia, y regresa sin que en su país se tenga conciencia de su entrega por la patria, resultando un «afectado del frente», sin trabajo, sin respeto a su entrega militar, y sin sitio alguno en la vida civil, lo que conduce al rechazo, la degradación, la ruptura del matrimonio y la violencia extrema. Este aspecto llevaría a plantearse si Bretón es un enfermo mental y hasta qué punto es responsable. Bretón tiene como abogado a José María Sánchez de Puerta, que además de ser buen letrado es peleón, y que ya ha solicitado, sin resultado positivo, que se anule el procedimiento por «vulneración de derechos fundamentales». La defensa llega a plantear que a los huesos «se les dio el cambiazo» y que se rompió la cadena de custodia, todo lo cual es esencial. El comisario de la investigación, Serafín Castro, después de un bochornoso intento de defender el trabajo de la perito, niega que se manipularan pruebas. La Audiencia rechazó anular el proceso. Puerta recurrió entonces al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. El TSJA anuló algunas conversaciones telefónicas pero respeta lo esencial y mantiene la vista oral. Me da la impresión de que la defensa podría anunciar durante el juicio algún tipo de carta oculta, que se esconde en sus palabras de que «mi cliente tiene muchas cosas a su favor, más de las que se cree». El abogado quiere demostrar que Bretón no mató a sus hijos ni los quemó y, sorprendentemente, que siguen vivos. Por otro lado, el relato del fiscal resulta bastante creíble: un presunto acto por venganza que se dispara cuando la esposa decide cortar la relación y separarse. Entonces sería como «el síndrome de Medea», pero al revés. Uno que utiliza los hijos para causar un daño irreparable a la pareja. Será fundamental poner sobre la mesa pruebas de que compró combustible para la hoguera y de que se hizo con pastillas relajantes para dormir a los pequeños. El mayor trastorno del caso lo ha producido la que hacía las veces de antropóloga forense de la Policía, y que en realidad no sabía distinguir entre huesos de roedores y de seres humanos. Un grave error que echó abajo todo el caso hasta que el forense Etxebarría corrigió la metedura de pata. Los niños Ruth y José desaparecieron aquella tarde del 8 de octubre de 2011, el día más negro de la crónica negra de Córdoba. Lo que la fiscalía trata de probar ahora es que cuando el padre montó el numerito en el parque, los niños ya estaban muertos y sus huesos calcinados en la hoguera. En la actualidad, la prueba científica de que los huesos encontrados en la hoguera son de niños de corta edad, como adelantó el antropólogo Etxeberría, está refrendada por el codirector de las excavaciones de Atapuerca, José María Bermúdez. La antropóloga de la Policía fue destituida. Tras el giro del caso, que había llegado a un callejón sin salida, el juez atribuye a Bretón dos delitos de asesinato.