Religión

La misa tridentina: cuando la nostalgia "presiona" al Papa

Dos meses después de la elección de León XIV se activa el debate sobre el uso de la liturgia preconciliar

Pope Leo XIV wears the fisherman's ring, a symbol of the papacy, during a Mass for the formal inauguration of Pope Leo XIV's pontificate, in St. Peter's Square, at the Vatican, Sunday, May 18, 2025.
Pope Leo XIV wears the fisherman's ring, a symbol of the papacy, during a Mass for the formal inauguration of Pope Leo XIV's pontificate, in St. Peter's Square, at the Vatican, Sunday, May 18, 2025.Gregorio BorgiaAP Photo

La misa tridentina, como se conoce popularmente al modo de celebrar la eucaristía en latín y de espaldas al pueblo, se mantiene hoy por hoy como debate abierto en el seno de la Iglesia. ¿Se debe prohibir o restringir o ha de permitirse que se celebre sin cláusula alguna a pesar de su eclesiología preconciliar? El cambio de pontificado y la postura que adoptará León XIV han avivado en estos días la polémica. Fue en julio de 2021 cuando Francisco dio luz verde a «Traditiones custodes» (Custodios de la Tradición), un «motu proprio» con el que el Pontífice argentino limitó celebrar esta liturgia. Entre otras directrices, Francisco defendía que los libros litúrgicos «en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II», son «la única expresión de la ‘lex orandi’ del Rito Romano».

Jorge Mario Bergoglio daba un golpe en la mesa después de constatar que los gestos en aras de las comunión de los Papas Wojtyla y Ratzinger para dar manga ancha a los grupos nostálgicos como los lefebvrianos, que defienden esta liturgia, lejos de fortalecer la unidad, habían dado alas a tendencias cismáticas. Francisco actualizó así «Summorum Pontificum», el «motu proprio» aprobado por Benedicto XVI en 2007, que dio más facilitades para utilizar el rito tridentino para facilitar su integración en el catolicismo. Jorge Mario Bergoglio llegó a asegurar que las oportunidades dadas por sus predecesores «respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, han sido aprovechadas para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división». Con su habitual contundencia, alertaba de cómo se llegaba a mantener «la afirmación infundada y sostenible» de que la reforma conciliar «ha traicionado a la tradición y la verdadera Iglesia». Al echar la vista atrás, los padres conciliares aprobaron la Constitución «Sacrosanctum Concilium» que aprobó los pilares de la misa, tal y como la celebran los católicos hoy, en 1963, con 2.158 votos a favor y solo 4 en contra.

En este contexto, a través de «Traditiones custodes», el Papa fallecido en abril determinó que los obispos locales son quienes tienen la «exclusiva competencia» de autorizar el uso del misal antiguo de 1962, detallando en qué lugares pueden celebrarse, vigilar que las lecturas se proclaman en las lenguas vernáculas, nombrando a un sacerdote que tutele estos ritos y no autorizar la creación de nuevos grupos.

Cuatro años después de adoptarse estas medidas, esta semana saltaba la chispa. La comunicadora norteamericana Diane Montagna desvelaba a través de su blog un informe del departamento vaticano en el que se asegura que la mayoría de los obispos consultados sobre «Summorum Pontificum» expresaban «su satisfacción» con los postulados formulados por Benedicto XVI que facilitaban la práctica de la misa tridentina, a la vez que compartían que realizar modificaciones «causaría más daño que beneficio». De esta manera, se buscaría desmentir la argumentación que Francisco incluyó para justificar el control de «Traditionis Custodes»: «Trece años después, encargué a la Congregación para la Doctrina de la Fe que os enviara un cuestionario sobre la aplicación del motu proprio ‘Summorum Pontificum’. Las respuestas recibidas revelaron una situación que me apena y preocupa, confirmando la necesidad de intervenir». Lo cierto es que, en el texto, Bergoglio no se remite a las mayorías numéricas que cita Montagna, sino a la gravedad del contenido de las reflexiones expuestas por los pastores.

En cualquier caso, LA RAZÓN ha podido saber que ese documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que cita la periodista fue «solo un primer informe hecho por dos consultores que fue rápidamente superado por otros estudios mucho más precisos y completos, que se mantienen reservados».

«Antes de llegar a ‘Traditionis Custodes’, hubo un amplio trabajo de Doctrina de la Fe que culmina en la decisión del Papa Francisco», justifican desde el Vaticano a preguntas de este diario. «Por lo tanto, el material difundido es muy parcial e incompleto, seguramente orientado a presionar al Papa actual», advierten sobre las intenciones que habría detrás del deseo de agitar el complejo avispero de la misa preconciliar.

En términos similares se manifestó este jueves el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, en la rueda de prensa con motivo de la presentación del nuevo formulario de oraciones para la Misa «por la custodia de la Creación». Bruni criticó que lo publicado estos días es «una reconstrucción parcial e incompleta del proceso de toma de decisiones».

La reacción de los lefebvrianos, esto es la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X que navega en un limbo cismático con respecto a Roma desde hace décadas, no se ha hecho esperar. Ellos mismos reconocen que el «motu proprio» de Francisco, aun siendo «muy restrictivo», muestra «unidad» y «no se aparta mucho de la letra y el espíritu del indulto» dado por Juan Pablo II. «Desde 1984, la política de tolerancia limitada y regulada ha alcanzado su principal objetivo: no eliminar la misa tridentina, sino convencer de que no debe considerarse en oposición al nuevo rumbo», asegura el grupo francés.

Reflejo de que a día de hoy la Santa Sede, sea con Francisco o León XIV, el rito preconciliar no está vetado es que siguen aprobándose espacios en los que pueda celebrarse con la correspondiente autorización y vigilancia. En estos días, por ejemplo, trascendía que el Papa Robert Prevost había renovado la dispensa para celebrar por dos años la eucaristía en latín y de espaldas en una parroquia de Texas.