Religión
Omella y Vérgez, tándem «made in Spain» para asesorar al Papa
Francisco ficha a ambos purpurados para el Consejo de Cardenales, su equipo de máxima confianza para gobernar la Iglesia
Dos españoles en lo más alto del organigrama de la Iglesia católica. Juan José Omellay Fernando Vérgez forman parte desde ayer del llamado Consejo de Cardenales, un organismo inédito en la historia de la Iglesia que Francisco creó justo hace diez años, a los pocos meses de ser elegido Papa, para llevar las riendas de la reforma de la Iglesia que Jorge Mario Bergoglio se trae entre manos. Textualmente, su existencia es «una expresión más de la comunión episcopal y de la asistencia al ‘munus petrinum’ que el Episcopado en todo el mundo puede ofrecer». Algunos vaticanistas españoles denominan a este grupo «Los hombres de Paco», en tanto que interpretan que se trata del círculo de mayor confianza del pontífice argentino para el que ahora ha fichado a dos purpurados «made in Spain».
Omella es el arzobispo de Barcelona designado por el Papa, amén del presidente de la Conferencia Episcopal Españolaelegido por el resto de los obispos de nuestro país, dos responsabilidades que de por sí ya requerirían de una dedicación exhaustiva. Sin embargo, con 76 años, lejos de aceptar su jubilación, Francisco le hace una nueva encomienda que se une a su ya estratégico papel como miembro del Dicasterio para los Obispos, el órgano que designa a los pastores de todo el planeta.
Este nuevo puesto añadido para el clérigo aragonés se abona después de ejercer de «fontanero» eficaz y callado que ha sabido dar respuesta a los no pocos encargos espinosos de distinta índole que le ha encomendado el pontífice jesuita, con el que mantiene una sintonía personal y eclesial carente de todo artificio y protocolo. Su elección llega además cuando algunos rumores infundados habían dejado caer que la complicidad entre el Bergoglio y Omella se habría enfriado, unos rumores de sacristía que ahora quedan deslegitimados.
Viejos conocidos
Vérgez, por su parte, es viejo compañero de andadura de Jorge Mario Bergoglio. No en vano, este legionario de Cristo de 78 años fue el secretario personal del cardenal argentino Eduardo Pironio, uno de los referentes eclesiales del actual obispo de Roma. Llevar más de 50 años trabajando en la Curia, le hace valedor para conocer al detalle el engranaje curial y sus miserias.
Eso le permitió ejercer de confidente eficaz de Francisco desde el minuto cero de pontificado, que se tradujo en su «fichaje» hace año y medio como presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el equivalente al alcalde del Estado más pequeño del mundo.
Con ambos nombramientos se tumbaría la tesis de que Francisco no tiene estima por España por el hecho de no haber viajado a nuestro país. Y es que, nunca antes nuestro país habría contado en la historia de la Iglesia católica con tantos «altos directivos».
A estos dos purpurados hay que unir a los actuales prefectos –equiparables al cargo de ministros– Luis Francisco Ladaria, Miguel Ángel Ayuso y Maximino Caballero. Este trío está al frente de los Dicasterios para la Doctrina de la Fe, el Diálogo Interreligioso y la Secretaría de Economía. A ellos habría que sumar otros tantos secretarios, subsecretarios y oficiales en otros tantos departamentos con una influencia más que notable.
Desafíos por delante
Pero, ¿qué misión tienen por delante Omella y Vérgez? Hasta el pasado mes de junio, la principal encomienda del Consejo de Cardenales se concentró en dar forma a la más que pertinente reforma de una Curia oxidada en lo estructural y con no pocas grietas fruto de corruptelas varias. Así lo demandaron los propios purpurados en las reuniones previas al cónclave que hace ahora diez años eligió a Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Pedro. Esta adaptación del organigrama vaticano a las necesidades del mundo y de la Iglesia de hoy se materializó el pasado mes de junio con la puesta en marcha de la constitución apostólica «Praedicate Evangelium».
Con la luz verde de este documento, hay quien se preguntó por la pertinencia de dar continuidad al Consejo de Cardenales sin una empresa definida más allá de la asesoría personal a Francisco. Sin embargo, la necesidad de que «Praedicate Evangelium» no se quede en papel mojado ya de por sí justificaría su pervivencia.
Además, la puesta en marcha del llamado Sínodo de la Sinodalidad, que es lo más parecido a una consulta global sobre la Iglesia con la que sueñan los católicos para hacerla más participativa y menos clerical, traerá consigo la materialización de no pocos cambios que requerirán de este grupo de colaboradores estrechos que guíen su aterrizaje. No hay que olvidar que esta comisión también ha pilotado de alguna manera la lucha contra la lacra de los abusos en el seno de la Iglesia.
La pertinente renovación del Consejo de Cardenales ha hecho que entren también en el equipo vaticano los arzobispos de Québec, Gérald Lacroix; de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich; y de Salvador de Bahía, Sérgio da Rocha. Continúan además el secretario de Estado, Pietro Parolin, así como los arzobispos de Bombay, Oswald Gracias; el de Boston, Sean Patrick O’Malley; el de Kinshasa, Fridolin Ambongo; además del obispo italiano Marco Mellini como secretario. El nuevo Consejo comenzará su andadura el próximo 24 de abril en una reunión que previsiblemente será presidida por el Papa Francisco.
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