
Un año de la dana de Valencia
«Las oraciones salvaron vidas y a mucha gente de la desesperanza»
«La Iglesia ha sido la primera que ha estado y que con más eficacia ha trabajado», dice el vicario Jesús Corbí

Tiene grabado a fuego el comentario que le dejó caer una vecina emocionada durante aquellos días mientras avanzaba entre el barro coordinado el dispositivo de uno de los pueblos más castigados: «La Iglesia está con nosotros». En ese momento, Jesús Corbí, vicario episcopal de la vicaría número tres de la archidiócesis de Valencia, esto es, el coordinador eclesial de la zona cero de la dana, ratificó que había merecido la pena luchar en cada parroquia, colegio, residencia y demás obras apostólicas para convertirse en esa Iglesia «hospital de campaña» con la que soñaba el Papa Francisco.
Hoy, un año después, su humildad hace que en un primer arranque le cueste sacar pecho de la entrega sin límite de la Iglesia en medio de la catástrofe. «Ha sido la primera que ha estado, la que se ha mantenido y la que con más eficacia ha trabajado porque ha movilizado muchísimo voluntariado, lo mismo en Navidad que en verano, y una corriente de fraternidad humana y generosidad inmensa por parte de instituciones católicas de toda España», sentencia, intentando enumerar el despliegue de parroquias, universidades, colegios, hermandades, cofradías, asociaciones, congregaciones religiosas, lo mismo de Navarra que de Cataluña o Andalucía. «Ha sido impresionante la cantidad de recursos que se pusieron a disposición en especie en un primer momento, como ropa, mantas, comida…». Da fe de ello la parroquia Nuestra Señora de Gracia de La Torre, que se convirtió en un auténtico almacén de distribución de emergencia. Después, llegó el despliegue de electrodomésticos y muebles. «Y finalmente, también ha llegado gran cantidad de dinero porque esto se prevé para largo», augura.
A la vez, Jesús Corbí se muestra «muy orgulloso de cómo los sacerdotes han respondido ante esta situación, que ellos mismos han sufrido en primera persona como vecinos que son». «Yo los llamo los sanadores heridos», ratifica, no solo sobre los pastores, sino sobre los religiosos, catequistas y monitores que han sabido salir al quite a lo largo de este año para levantar centros de escucha, acompañar a familias vulnerables… En este sentido, subraya la capacidad de Cáritas para responder en corto, medio y largo plazo, llegando a abrir líneas de ayuda tanto para familias como para pequeñas empresas.
Esta mano tendida ha logrado algo más que recuperar la confianza en la institución: «Ha despertado en algunas personas la conciencia de que la iglesia ha estado donde tenía que estar». Y de alguna manera, el contexto apocalíptico de aquellos días también llevó a más de uno a mirar al cielo con otros ojos: «En muchas gente se ha despertado la necesidad de volver un poco a Dios, sobre todo, porque descubres con dureza la vulnerabilidad del ser humano, que en un momento lo puedes perder todo, incluso la vida». Corbí esta convencido de que «eso te hace recapacitar y dar valor a otras dimensiones del ser humano, como la espiritual, trascendental y religiosa que quizá se tenía olvidado». «Sé que hay gente que no había rezado en años y aquella noche rezó. Estoy convencido de que esa oración también salvó de la desesperanza».
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