Opinión
Lo que cuesta comer
Nos damos de bruces con la ley de bienestar animal y al llegar al mercado encontramos más caro el pollo, la ternera, el cerdo…
Seguimos dando vueltas a la comida, a nuestro sustento indispensable para seguir viviendo y gozar de buena salud, y si la otra semana nos referíamos a la carne de laboratorio a partir de células madre o células creadas artificialmente, hoy tenemos que referirnos a los precios de todo: de la carne natural, del pescado y de los productos con que habitualmente se alimenta el ser humano, pero de repente nos damos de bruces con la ley de bienestar animal y al llegar al mercado encontramos más caro el pollo, la ternera, el cerdo… En Bruselas guardan silencio sobre la intensidad de la crisis que están padeciendo los ganaderos españoles. Aquí dentro del país, ni se menciona la mano que están metiendo a propósito de la mencionada ley que hasta impide eliminar a los animales rastreros que pudieran aparecer en los hogares. Parece una broma, pero la industria ganadera en España, tan próspera en otro tiempo por su contribución a garantizar el alimento de la población, el alivio de la pobreza y el crecimiento económico, está ahora sojuzgada por la extrema izquierda que, de seguro, no se priva de un buen chuletón o una buena paletilla de cabrito, ni de un magnífico capón, ahora que se acercan las Navidades. El pollo está convirtiéndose en artículo de lujo, como lo fuera en otro tiempo. Determinadas partes del vacuno, otrora “baratas” como los productos de casquería, están convirtiéndose en los nuevos solomillos, que ya desorbitan cualquier cálculo doméstico en gasto de mercado diario. Las setas ya no digamos, a pesar de la lluvia caída en las últimas semanas. En cuanto al pescado, el consumidor recurre al congelado o al de piscifactoría, con una gran merma de nutrientes y de sabores en comparación con el fresco, ya sea de arrastre o de anzuelo. Éste último es ya inalcanzable. Y todo así. No sabemos si el “bienestar animal” alcanza también a los peces, o tal vez una merluza o una modesta sardina no tienen los mismos derechos que un conejo, pero de lo que tenemos certeza absoluta es de que en esta Navidad las mesas se llenarán más con spagettis y quinoa que con un imposible besugo. O tal vez, por aquello de la influencia externa que tanto defienden los actuales mandatarios, con un cous cous vegetal.
✕
Accede a tu cuenta para comentar