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Semana Santa

Quiero ser costalera

La Iglesia decretó en 2011 la plena igualdad de derechos entre los miembros de las cofradías pero las juntas de gobierno se resisten a incluir a mujeres bajo los pasos

10.000 kilómetros han tenido que llegar a recorrer estas mujeres para ponerse el costal en pueblos de la región porque en Sevilla capital no tienen oportunidad larazon

La Iglesia decretó en 2011 la plena igualdad de derechos entre los miembros de las cofradías pero las juntas de gobierno se resisten a incluir a mujeres bajo los pasos.

Querer abrirse camino como costalera en Sevilla casi le cuesta su relación de pareja , además de estar señalada por «hacer un trabajo de hombres». Aguantó desprecios, malas miradas, insultos y hasta preguntas indiscretas sobre su preferencia sexual. Todo por no cumplir con los roles de género.

Sonia Alias tiene 36 años, tres hijos y el título de primera mujer costalera de Sevilla. Su pasión por el mundo cofrade le viene de cuna. «Mi padre era de varias hermandades, pero especialmente devoto de la Virgen de la Macarena. Así que cuando mi hermano nació, lo primero que hizo fue inscribirle». «A mí, me regaló un traje de gitana». Era lo apropiado para una niña hace 36 años. Entonces ni siquiera estaba aceptado que las mujeres procesionaran como nazarenas. En 2001, todavía había 20 cofradías que impedían su presencia en las estaciones de penitencia y el arzobispo de Sevilla en esas fechas, Carlos Amigo, invitó a las hermandades a que «reconocieran la plena igualdad de derechos entre hermanos y hermanas». Las juntas de gobierno empezaron a someter a voto la incorporación de nazarenas en sus filas y la sorpresa vino cuando muchas votaron en contra.

Diez años después, en 2011, el arzobispo Juan José Asenjo, finalizó jurídicamente esta lucha promulgando un decreto que obligaba a la «plena igualdad de derechos entre los miembros de hermandades y cofradías sin que sea posible discriminación alguna por motivo de género». Las tres únicas de Sevilla en las que todavía permanecía el veto–Quinta Angustia, El Silencio y Santo Entierro– tuvieron que acatar la orden. Así, se abrieron las puertas a las mujeres nazarenas. Y también a las costaleras, pero esto quedó en papel mojado. Así que, el día en el que Sonia vio cómo María Dolores contaba en la tele cómo sacaba a costal a su Cristo en Linares le «picó el gusanillo». «Llamé al programa para que me dieran su número y ella, a su vez, me puso en contacto con Isabel Santiago, sobrina de un capataz muy conocido en Sevilla, que también quería ponerse bajo las trabajaderas. Las tres juntas decidieron dar un paso revolucionario y por su cuenta, valientes, se presentaron como aspirantes a costaleras a las «igualás» de varias hermandades sevillanas. «Fuimos a la de la Sagrada Cena, la Vera Cruz, la Santa Cruz... cuando nos vieron aparecer, ¡imagínate!, aguantamos muchas malas caras , que nos dijeran que si veníamos a limpiar, comentarios machistas de todo tipo».

Tras varios intentos fallidos, les llegó la oportunidad. «Me enteré que la cofradía del Niño Jesús de Praga, un paso de Gloria, buscaba gente. Llamé a Isabel y a María Dolores, que se vino hasta con fiebre. Y nos igualaron. Sólo yo entré por altura», cuenta Sonia. «Lo primero que hice fue llamar a mi padre para decirle que tenía un costal puesto y que iba a salir». Ese día se abrió una puerta grande en Sevilla. Por primera vez una mujer se colocaba bajo una parihuela, un sitio tradicionalmente reservado a los hombres. Gracias al tirón mediático, se consiguió formar las primeras cuadrillas de costaleras de la historia de Sevilla, en la hermandad de Santa Teresa. Y después, en asociaciones como la de María Auxiliadora. Pero ninguna en Semana Santa.

Pocos estaban dispuestos a tragar. En otra ocasión, Sonia Alias aceptó la petición del capataz de Montesión para «igualarla» en una cuadrilla mixta. «Fui con una amiga, él quería ver si podía soportar el paso igual que un hombre». «No tuvimos problemas con ningún compañero, incluso algunos que tenían sus reticencias, al terminar la prueba, nos reconocieron que podíamos aguantar el peso». Pero la Junta de Gobierno de Montesión suspendió al capataz por darles la oportunidad. «Incluso mi pareja se enfadó. Muchos maridos no ven bien que su mujer sea costalera».

A los que le niegan capacidad a la mujer para meterse debajo de un paso, José Luis Gaitica, capataz del Santísimo Cristo de la Sangre de Espartera, aclara que «es cierto que físicamente la mujer no es igual al hombre, pero tiene más capacidad de sacrificio. He sacado en Puente Genil un paso que pesa 1.000 kilos con mujeres y te puedo asegurar que lo resisten».

Sonia rompió cadenas y otras costaleras como Esperanza Bazán (29 años, Sevilla) aprovecharon el espacio. «Me metí en la cuadrillas de mujeres, pero cambió el capataz y nos invitaron a irnos». Así que se han visto obligadas a desplazarse a otros pueblos, dentro y fuera de la provincia, para seguir emocionándose mientras mecen la imagen de Cristo y la Virgen al son de la marcha «Rocío del Cielo». «En nuestra ciudad ya no podíamos salir de costaleras, así que empezamos un tour por los pueblos y ciudades de alrededor que necesitaban gente para sacar a sus pasos. Le he llegado a hacer a mi coche en Cuaresma 10.000 km: Badajoz, Córdoba, Morón de la Frontera.... Este año saco dos en Puente Genil», apunta Esperanza. Lo mismo le ha ocurrido a Patricia Jiménez (35 años). Pese a que todos los varones de su familia son hermanos de la cofradía del Beso de Judas, ella tuvo que conformarse con ver las procesiones desde la silla. «Estaba empeñada en salir de nazarena y me apunté en otra hermandad en la que no había veto, a la de San Esteban y luego a la Candelaria». A sus juntas de gobierno «nunca les he pedido sitio de costalera, aunque ellos saben que me voy a Écija y Coria a ponerme el costal». Aunque hay pocos pueblos donde haya cuadrillas de mujeres. Uno de ellos es Monteyano, pero sus costaleras denuncian agresiones físicas y verbales por parte de algunos vecinos. Y no sólo a ellas, también a los hombres que apoyan su iniciativa. «Hay hermandades de 450 años y es difícil cambiar las cosas. Están los papeles muy definidos. La frase que siempre nos dicen es «tú no te tienes que poner un costal en la cabeza, te tienes que poner una mantilla». Así que estas costaleras piden a las mujeres que sienten la misma devoción «que se les quité el miedo al qué dirán», dice Esperanza.

Lo cierto es que la Semana Santa sevillana es una cosa de hombres. No hay mujeres costaleras, ni ninguna Hermana Mayor en las cofradías que hacen estación de penitencia. La única en la historia fue Maruja Vilches, elegida Hermana Mayor de Los Javieres en 2012 y relevada el año pasado. El presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla, Joaquín Sáinz de la Maza, apunta sobre la falta de cargos femeninos en las cofradías que «es necesario que se presenten. Se hacen cosas, pero hay gente que quiere ver una evolución más rápida. Nada está prohibido, pero respeto la autonomía de cada hermandad, no les puedo decir cómo hacer las cosas».