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La revolución de la misericordia
Invitó a mirar donde la dignidad del ser humano se encontraba en entredicho. Puso a las periferias en el centro de los debates y de la vida de los católicos del mundo

Desde Manos Unidas nos unimos al dolor por el fallecimiento del Papa Francisco. Porque el pontificado de Francisco es y será siempre un referente especial para los cristianos por su empeño de situar a los «descartados» en el primer plano de la agenda internacional y por poner «a las periferias» en «el centro» de los debates y de la vida de los católicos. A pesar de conocer su delicado estado de salud, la noticia del fallecimiento del Papa ha causado gran conmoción en todo el mundo, de manera especial entre los fieles católicos y, sobre todo, en las «periferias» donde habitan los pobres del mundo. Porque Francisco era su Papa.
Francisco ha mirado y nos ha invitado a mirar hacia situaciones donde la dignidad del ser humano se encuentra en entredicho. Las enseñanzas que nos ha dejado a lo largo de su papado sobre el compromiso con los más desfavorecidos, con los descartados de este mundo, son innumerables. Nuestra Organización ha hecho suyos todos los mensajes que el Pontífice nos ha dejado a lo largo de su fructífero papado, pero son tres los que, quizá, han marcado con más fuerza nuestro trabajo y nuestra labor de denuncia: la Exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, «Evangelii Gaudium», y las encíclicas «Laudato Si» y «Fratelli Tutti».
Los 12 años de papado de Francisco también han inspirado a Manos Unidas agradecimiento y esperanza. Agradecimiento porque el Papa, con sus mensajes, nos da fuerza y ánimo para trabajar con el ejemplo de la vida de Jesús y esperanza por su compromiso firme de caminar junto a los más pobres, que es la misma opción que eligió Manos Unidas hace 66 años.
Como organización para el desarrollo Manos Unidas agradece al Papa Francisco su dedicación a la construcción de la paz, sus desvelos con los migrantes y refugiados, sus palabras de amor para todos y su afán por acoger, proteger e integrar a todos los que llegan en busca de una vida mejor. Para ello, el Papa Francisco nos ha invitado a poner en marcha «la revolución de la ternura y misericordia» que reflejaba sus propios gestos y enseñanzas.
El pasado 8 de diciembre de 2024, en audiencia privada con una representación de Manos Unidas con motivo del 65 aniversario de la Asociación de la Iglesia, además de elogiar la «hermosa misión de ayudar y contribuir a la promoción y al progreso de los países en vía de desarrollo» que Manos Unidas lleva a cabo, el Papa dirigió a los congregados unas sencillas pero emotivas palabras que deben ser y serán la luz que ilumine para siempre el trabajo de la ONG. Nos dijo: «Cuando yo confieso, suelo preguntar a las personas, cuando se da la ocasión: “¿Y usted da limosna?”. Generalmente me dicen que sí. “Y usted cuando da limosna, ¿mira a los ojos a la persona a la que da la limosna? No sé”. “¿Y usted le toca la mano o tira la moneda y después hace así?” Si vos no lo miras a los ojos al mendigo, si vos no le tocas la mano, tu limosna no vale nada, porque no sale de tu corazón, sale solo de tu bolsillo. Prediquen esto: mirar a los ojos y tocar la mano. Gracias».
Para instituciones comprometidas con el bien común, el Papa Francisco ha sido y siempre será un referente en la búsqueda de un mundo más justo y en la construcción de sociedades más sostenibles e inclusivas, sobre todo con los últimos. Aunque vivió con humildad, se nos ha ido uno de los grandes del siglo XXI. Su partida nos deja a todos un poco huérfanos, de manera especial a los fieles católicos y sobre todo a las «periferias» pobres del mundo, las geográficas y las existenciales. Al final era nuestro Papa que lo dio todo por defender la dignidad de todo ser humano, y nos dejó en herencia la gran misión de seguir construyendo una nueva humanidad basada en la dignidad infinita que nos da Cristo.
Cecilia Pilar Gracia es presidenta de Manos Unidas
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