
Entrevista
«Quienes no disfrutan de vacaciones tienen más riesgo de infarto»
Entrevista a la doctora Magdalena Perelló, cardióloga

Cardióloga clínica, Magdalena Perelló propone en su libro «Corazón sano» una guía práctica, accesible y cercana para entender cómo funciona nuestro corazón, qué lo enferma y, lo más importante, cómo podemos protegerlo.
¿Qué es lo peor que hacemos al corazón?
Normalizar un estilo de vida que inflama y daña nuestras arterias: estar muchas horas sentados, comer ultraprocesados, dormir poco y vivir bajo un estrés constante. Todo esto daña el endotelio, favoreciendo placas de ateroma que elevan el riesgo de hipertensión, infartos o ictus.
¿Qué conexión tiene con el cerebro?
Es directa: cuando estamos estresados, nuestro cuerpo activa el sistema nervioso simpático, que es como un «acelerador interno» que sube la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Si esto se mantiene, aumenta la inflamación y daña las arterias. Además, las emociones negativas mantenidas en el tiempo alteran el equilibrio hormonal, incluso hay un síndrome real llamado síndrome del corazón roto en el que un gran susto o estrés emocional fuerte puede debilitar el corazón y causar síntomas parecidos a un infarto. En cambio, las positivas como la alegría o felicidad tienen un efecto protector: la carcajada libera endorfinas y oxitocina, que relaja las arterias y reduce la presión arterial.
¿Las vacaciones ayudan al corazón?
Sí, porque descansar bien reduce el cortisol y baja la presión arterial. Hay estudios que muestran que quienes no disfrutan de vacaciones tienen más riesgo de infarto. El descanso normaliza ritmos circadianos, mejora el sueño y favorece hábitos que reducen la inflamación sistémica. Lo ideal es repartir pequeños «descansos» y momentos de autocuidado durante todo el año, no vivir al límite para después querer recuperarse en solo unos días.
¿Cómo impacta el calor?
Las olas de calor suben la mortalidad cardiovascular. Los vasos sanguíneos se dilaten y bajan la presión arterial, descompensando a pacientes hipertensos o con insuficiencia cardiaca. Y la deshidratación espesa la sangre, aumentando el riesgo de coágulos.
¿Qué papel juega la microbiota?
Esas billones de bacterias que viven en el intestino influyen en la inflamación y en cómo se forman ciertas sustancias que pueden dañar las arterias. Hay evidencia de que una microbiota intestinal alterada produce metabolitos como el TMAO, asociados a mayor riesgo de aterosclerosis y trombosis. Podemos protegernos comiendo más fibra, verduras y alimentos fermentados.
¿Los ultraprocesados dañan el corazón aunque sigamos una dieta saludable?
Sí, porque la suma importa. Comer bien de lunes a viernes y luego abusar de alcohol, fritos o bollería dispara picos de triglicéridos y colesterol LDL oxidado, que lesionan las arterias. Las grasas trans aumentan el riesgo cardiovascular hasta un 30%. Además, un exceso de azúcar favorece la resistencia a la insulina y la inflamación crónica. No vale compensar una mala comida con otra buena. La base debe ser una alimentación real, eligiendo bien la mayoría de los días.
En septiembre solemos apuntarnos al gimnasio o empezar a correr… ¿Hace falta hacer un chequeo previo?
Es recomendable valorar el riesgo cardiovascular individual. En personas jóvenes, sanas y sin factores de riesgo, podemos empezar de forma gradual y progresiva. Pero a partir de los 40 años o si hay factores de riesgo (hipertensión, diabetes, colesterol alto, obesidad, antecedentes familiares de muerte súbita o infarto precoz) es recomendable un chequeo: un electrocardiograma y una prueba de esfuerzo para detectar arritmias o isquemia silente ante ejercicios intensos.
¿Qué ejercicio es mejor para el corazón?
La OMS recomienda al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada a la semana más dos sesiones de fuerza. La clave es la regularidad y la progresión.
¿Cuál es la receta de un corazón sano?
La clave es el estilo de vida: integrar ciencia y sentido común. Importa lo que ponemos en el plato; moverse cada día; buen descanso y cuidar la mente. Cada pieza protege el corazón y retrasa la aparición de la enfermedad cardiovascular. No hay pastilla que sustituya a todo eso. Cada pequeño cambio suma años y calidad de vida al corazón.
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