Maltrato animal
«Si me hubiera dado cuenta de que los animales sufrían más de la cuenta los habría regalado»
Los perros vivían hacinados, rodeados de excrementos, orines, llenos de garrapatas y cuatro de ellos incluso tenían miasis,
Los perros vivían hacinados, rodeados de excrementos, orines, llenos de garrapatas y cuatro de ellos incluso tenían miasis,
Tras más de tres años desde su detención, Roberto González Gálvez, el cazador acusado de maltratar a 55 perros en Villa del Prado, se sentó en el banquillo. Llegó pronto, intentando pasar desapercibido entre la media docena de medios reunidos a las puertas del Juzgado de lo Penal número 3 de Móstoles. Los hechos que se relataron horas más tarde durante el juicio son desoladores. Los perros vivían hacinados, rodeados de excrementos, orines, llenos de garrapatas y cuatro de ellos incluso tenían miasis, una enfermedad que se produce cuando las larvas de mosca infectan una herida y se alimentan del tejido muerto del animal.
“La parcela no era mía, la tenía prestada (de F. M.). Tenía un proyecto para hacer un núcleo zoológico. Tenía una perrera terminada y otra a falta de techos y jaulas... Tenía a los perros -en la finca- siete u ocho meses -antes de la detención-”, responde el acusado a preguntas del Ministerio Fiscal. Es en ese momento cuando Roberto González desliza un nuevo nombre. “Como yo estaba haciendo comederos de palomas, tenía un amigo que se encargaba en teoría de ellos de día y yo iba de noche con comida y agua. Mi amigo -un tal Alejandro, sin apellidos- que estaba encargado de los animales cuatro o cinco días antes de que viniera la Guardia Civil no hizo lo comprometido”.
Roberto intenta explicar así que como él “iba de noche y no había luz no veía el estado en el que estaban los animales. Con 55 perros siempre hay alguno que enferma”. Aunque la mayoría de los animales presentaban un cuadro de desnutrición, a tenor del informe del veterinario y de los testimonios de los agentes de la Guardia Civil, el acusado alega que él les llevaba comida cada noche, “otra cosa es que aquellos que estaban enfermos, no comieran tanto, eso es normal”.
Tras explicar cómo trataba a los animales enfermos, el acusado explica que venía “un veterinario, no me extendió receta ni ningún parte”. Aunque horas después, cuando le preguntan sobre qué veterinario les trataba no solo no diese ningún nombre, ni ninguna documentación, sino que habló de que les atendían “varios veterinarios”.
¿Considera que los animales empleados para la caza no necesitan tratamiento?, le pregunta el fiscal. “Lo que digo es que los que nos dedicamos a la caza no tenemos dinero para llevarles al veterinario (por cada herida)”. El problema es que lo que aquí se está juzgando no es una simple herida, sino un abandono absoluto a tenor del informe veterinario. De hecho, uno de los perros, una hembra, presentaba “pésimas condiciones. Estaba deshidratada, desnutrida, y tenía una abundante diarrea con sangre, abdomen hinchado. Por el estado en el que estaba la perra que yo atendía es una muestra de un abandono absoluto y nula atención, y no es cosa de unos días, sino de tiempo atrás” -afirma Victoria García Fernández, veterinaria y perito que asistió a uno de los cuatro perros que fueron trasladados de urgencia-. Cómo sería que “las garrapatas me corrían por las manos al tocarla. Pero es que además estaba gestante. Tenía fetos ya muertos y otros con un leve latido, debido a su desnutrición. Se le asistió pero al final, a pesar de dos transfusiones sanguíneas porque tenía una anemia muy severa, tratamientos... finalmente falleció el 17 de septiembre. Murió por un fallo multiorgánico debido a su estado por dejadez. Nadie que trabaje con animales puede no darse cuenta del mal estado que presentaba, es imposible”, sentencia la perito.
En cuanto al hacinamiento de los animales, según los agentes durante el juicio había cinco o seis en un habitáculo de uno por dos aunque otras fuentes hablan de siete e incluso diez, para el acusado “estaban bien. Yo no lo llamo hacinamiento, es sociabilización porque estos animales luego se transportan y -si no conviven así de juntos- se matarían en un trayecto. Además, si se fija en las fotos ninguno tiene cara agresiva”.
Tras aseverar que les tenía mucho cariño, y citar a varios de ellos, como Tanque, Roberto González hace hincapié en que esa mañana él “llevaba agua para ellos en su vehículo. No es verdad que no tuvieran agua. Me han arrebatado a los animales”. Es entonces cuando denuncia no sólo que “las asociaciones me han pedido un dineral”, sino que asegura haber “recibido amenazas de muerte allí -durante la inspección ocular y detención- y después. Uno me dijo que a ti te haría lo mismo que tú has hecho a tus perros, y eso lo dijo uno delante de un agente de la Guardia Civil”. El problema es que si para él eso es una amenaza, entonces es que es consciente de que no lo hizo bien, justo lo opuesto del argumento de su defensa, que fue un error, que él no sabía que lo estaba haciendo mal.
En ese momento, Roberto, que asegura haber “curado a cientos, cientos, pero cientos de animales” no hace ninguna referencia al hedor. Sí lo hace el veterinario que estuvo con los agentes tras la inspección, y que hoy se ratificó sobre el informe escrito. El estado de “todos los habitáculos donde tenía a los perros obedecía a un abandono prolongado”, afirmó Rafael Gómez Fernández. “Había un olor nauseabundo, era un acúmulo de mierda, no tiene por qué haber ese olor cuando la instalación está en el campo. No parecía que sacasen los excrementos con frecuencia. No era un sitio apto para tener animales. No reunía ni un requisito”.
El acusado tras insistir en que él “no exploto a los animales, ni yo ni nadie que se dedica a la caza”, en respuesta a una pregunta de la acusación particular de El Refugio, tampoco hace ninguna referencia a las “16 denuncias administrativas que tenía antes de su detención en relación a la tenencia de animales”, tal y como le recordó el Ministerio Fiscal, destacando que entonces sabía que “no lo estaba haciendo bien”.
Es entonces cuando Roberto González, fruto quizá del cansancio o de los nervios, hace una afirmación insólita después de explicar que empezó con el tema de los animales como pastor. El presidente de sala afirma que queda claro que el acusado dice que quiere mucho a los animales, pero ¿creía que cometía un delito?” “No, por supuesto que no, si yo me hubiera dado cuenta de que los animales estaban sufriendo más de la cuenta los habría regalado. Pero si tenía fotos con ellos, convivía con ellos”. ¿Sufrir más de la cuenta?
Tras varias horas así, el juicio llega a su recta final. El abogado que ejerce la defensa de Roberto González, Juan Antonio Gallardo, impugna “todos los informes veterinarios”. El Ministerio Fiscal se adhiere a la acusación particular respecto a que se trata de un delito continuado, si bien en vez de los 40 años que pide la acusación particular ejercida por
El Refugio, el ministerio público pide “un año y seis meses de prisión”, así como más de cuatro años de inhabilitación para tratar con animales.
“Tras siete años especializado en esta materia es la primera vez que veo un maltrato tan evidente.... El abogado de la Defensa no quiere ver nada que ve cualquiera en las fotos, ni las heces... había un hacinamiento brutal, muchas horas al sol sin techado y eso no era un núcleo zoológico, sino un horror, un campo de exterminio para los animales”, zanja el fiscal. Tanto él como la abogada de la acusación particular argumentan maltrato por un delito de “comisión por omisión”. Gallardo, en cambio, pide la absolución de su cliente del todo cargo de maltrato animal “porque aquí los testigos han venido con un mantra aprendido, el veterinario (del informe) es un hombre contrario a la caza... Yo también tengo perros y les quiero...”. Pero aquí lo que ha sucedido es “un error. ¿Tiene mi cliente que pagar por esto? Entendemos que no incluso aplicando el artículo 33 del Código Penal. No ha habido un maltrato directo. Lo que ha podido cometer Roberto González Gálvez es una imprudencia, nunca un delito doloso. Los cazadores son los primeros ecologistas. Mi cliente es un señor con una economía limitada que ha intentado hacer un núcleo zoológico que no estaba terminado. Se le acusa de haber creado un fantasma, Alejandro. Pero Alejandro existe, pero nadie quiere que se le impute un delito. Roberto ha sufrido el escarnio de la Prensa y de los grupos animalistas. Una condena por 55 delitos es un tanto exagerada porque él nunca ha actuado con conocimiento ni con voluntad. La situación se le fue de las manos. Los perros que presentaban heridas abiertas era porque con el calor se infectan más rápido. Es un tema lamentable y desgraciado, pero no deja de ser un accidente. Roberto es un hombre de campo, al que deberían haber aconsejado (previamente Gallardo preguntó a su cliente si había sido aconsejado antes por alguna protectora o asociación y él no negó) y ayudado con los gastos de la rehala. Sabía los nombres de los perros y el tratamiento tradicional que les daba. Ver aquí un culpable... Mi cliente ha cometido una imprudencia, procede una sentencia absolutoria”.
Tras estos alegatos finales y del último derecho a la palabra del acusado, que se centró en dudar de la honestidad del veterinario, el juicio quedó visto para sentencia. “Puede tardar semanas o meses en producirse el falló”, explicó después del juicio la abogada de la acusación particular.
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