Sociedad actual
La soledad es una enfermedad y un condicionante mayor que las dificultades económicas en lo que a suicidio respecta
Conlleva consecuencias como hipertensión, enfermedad cardíaca o depresión
Afinales de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la soledad como una «amenaza apremiante para la salud. La soledad trasciende las fronteras y se está convirtiendo en un problema de salud pública mundial que afecta todas las facetas de la salud, el bienestar y el desarrollo». Y el efecto es aún más evidente en las personas mayores de 60 años. Se estima que, a nivel global, una de cada cuatro personas mayores experimenta soledad, definida como «un sentimiento angustioso que acompaña a la percepción de que las necesidades sociales de uno no están siendo satisfechas por la cantidad o especialmente la calidad de las relaciones sociales», según documentos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH).
Desde 1975, en nuestro país el número de habitantes por encima de los 64 años se ha duplicado. Cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) demuestran que cinco millones viven solas, el 41,7% de ellas tiene 65 años o más. Si a eso le sumamos que en 2050 un 40% de los españoles tendrán más de 65 años, puede que las afirmaciones de la OMS no sean exageradas.
Desde inicios de siglo la ciencia ha investigado con más detalle la soledad y diversos estudios han relacionado el aislamiento social con mayores riesgos de sufrir una variedad de afecciones físicas y mentalescomo son aumento de la presión arterial alta, enfermedades de tipo cardíaco, obesidad, un sistema inmunológico más debilitado, ansiedad, depresión, claro deterioro cognitivo, enfermedad de Alzheimer e incluso la muerte.
Falta de contacto social
«Sabemos que las personas con sentimientos de soledad o con falta de contactos sociales tienen un mayor riesgo de sufrir, entre otras cosas, depresión y diversas enfermedades crónicas» –explica Emiel Hoogendijk, experto en Epidemiología de la Universidad de Amsterdam– .
Y continúa: «Por ejemplo, la falta de contacto social puede tener un efecto directo sobre el sistema inmunológico, pero también indirecto sobre la salud, por ejemplo, a través de un estilo de vida poco saludable. Queremos investigar más sobre este tema en el futuro próximo».
Tanto es así que un estudio publicado por la Gerontological Society of America señala que la soledad puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. Y al igual que ocurre con el tabaco o el alcohol, experimentar soledad, se ha relacionado con un mayor riesgo de diferentes dolencias como enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y diabetes tipo 2 entre otras.
Los efectos también se pueden ver en la salud mental: depresión, ansiedad, aumenta la posibilidad de adicciones, la demencia, el suicidio y las autolesiones. De hecho, la soledad demostró ser un condicionante mayor que las dificultades económicas en lo que a suicidio respecta. Y si nos centramos en la demencia senil los resultados son similares.
Aunque parezca lógico que la depresión es mayor en personas aisladas socialmente, nuestro cerebro, fisiológicamente, responde en mayor grado a la demencia si nos sentimos solos. Las personas mayores tienen un 27% más de probabilidades de desarrollar demencia que los adultos mayores que no lo están, según un estudio realizado por científicos de la Universidad Johns Hopkins: «Las conexiones sociales son importantes para nuestra salud cognitiva, y el riesgo de aislamiento social es potencialmente modificable para los adultos mayores», afirman los autores.
Es obvio que la soledad que suelen experimentar las personas mayores en nuestra sociedad tiene un efecto negativo en su salud física y el estudio más reciente, publicado esta semana en «The Lancet», lo confirma.
Estudio compartido
Un equipo internacional de científicos de la Amsterdam UMC y la Universidad de Glasgow, liderados por el antes mencionado Emiel Hoogendijk, analizó los resultados de más de 130 estudios y descubrió que la soledad provoca un aumento de la fragilidad física, lo que a su vez aumenta el riesgo de resultados adversos para la salud como depresión, caídas y deterioro cognitivo.
«Recientemente, y especialmente durante la pandemia de covid, se presta más atención a los posibles efectos nocivos de la soledad y el aislamiento social en la salud de las personas mayores», explica Hoogendijk. «Queríamos ver hasta dónde llegaban estos efectos y vimos que todo tipo de reducción social, como la soledad, el aislamiento social y la falta de apoyo social, se asociaron con el deterioro físico en los adultos mayores».
El equipo de Hoogendijk analizó la relación entre el funcionamiento social y la fragilidad física en adultos mayores. «La fragilidad se refiere a muchas formas diferentes de deterioro físico, como la pérdida de peso, la reducción de la velocidad al caminar y la disminución de la fuerza muscular. Todo esto puede afectar, por ejemplo, a la probabilidad de caerse», añade Tom Hanlon, experto de la Universidad de Glasgow y coautor del estudio.
Investigaciones anteriores ya han indicado que la fragilidad puede provocar una disminución del contacto social, pero esto es un círculo vicioso: si tenemos menos movilidad y menos fuerza nos aislamos más, menos contacto tenemos y disminuyen nuestras ganas de salir y contactar con otros, lo que reduce aún más nuestra movilidad.
«En algunos casos, la vulnerabilidad física también puede hacer que las personas pierdan contactos sociales o se sientan más solas, por ejemplo, porque pierden movilidad» –confirma Hoogendijk–. «Nuestra investigación muestra que esta relación también puede revertirse, con una disminución del contacto social que conduce a la fragilidad».
El gran problema es que el deterioro del funcionamiento social y el físico a menudo ocurre al mismo tiempo. «Las personas mayores que son físicamente vulnerables a menudo también tienen que lidiar con una disminución en el funcionamiento social y mental. Mientras cuidamos a los adultos mayores, debemos prestar atención a todos estos aspectos» –concluye Hanlon–.
«La soledad no es un problema fácil de resolver. Sin embargo, cada vez hay más conocimientos disponibles sobre posibles intervenciones eficaces, incluidas actividades que ayuden a las personas mayores a aumentar sus conexiones sociales».
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