Canarias
Tenerife se prepara para la lava: un simulacro con memoria de La Palma
El día 26 se probará qué se debe hacer bien (y no lo que pasó hace 4 años) ante una erupción volcánica
El próximo día 26, Garachico vivirá un simulacro inédito en Canarias: un ejercicio de evacuación ante una hipotética erupción volcánica que afectaría directamente a este histórico municipio del norte de Tenerife. La iniciativa, promovida por la Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias junto con Protección Civil y el Cabildo, busca poner a prueba la capacidad de reacción de instituciones, cuerpos de seguridad y vecinos en caso de que el volcán despertase. La elección de la fecha no es casual. Ese mismo día, pero en 1706, la erupción del Trevejo arrasó el entonces próspero puerto de Garachico, sepultándolo bajo coladas de lava y condenando para siempre el que era uno de los enclaves comerciales más importantes del Archipiélago.
Más de tres siglos después, la amenaza sigue latente. Los volcanes de Canarias no entienden de memoria histórica ni de símbolos: tarde o temprano, vuelven a hablar. Por eso, el simulacro cobra un valor preventivo. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre lo que realmente hemos aprendido tras la traumática erupción de La Palma, hace ayer cuatro años, cuando más de 7.000 personas fueron evacuadas y 1.200 viviendas quedaron reducidas a ceniza y roca.
En La Palma, el volcán demostró la vulnerabilidad de la sociedad canaria frente a la fuerza de la naturaleza. A pesar de que la ciencia había alertado durante días del aumento de la sismicidad y la deformación del terreno, las primeras horas de la erupción estuvieron marcadas por la improvisación. Las evacuaciones se sucedieron con cierta prisa, muchos vecinos no pudieron salvar sus pertenencias y la coordinación institucional dejó al descubierto grietas en la gestión de emergencias.
Ese aprendizaje debería ser el punto de partida de cualquier simulacro como el de Garachico. No basta con organizar un ejercicio teórico donde unos pocos cientos de vecinos y vecinas salgan de sus casas de manera ordenada. La pregunta de fondo es: ¿están las administraciones preparadas para un escenario real? ¿Se han corregido los fallos de comunicación, logística y coordinación que tanto dañaron a los palmeros?
El simulacro de Garachico movilizará a policías, bomberos, servicios sanitarios y Protección Civil. Habrá cortes de tráfico, puntos de reunión y protocolos de evacuación. Sobre el papel, todo parece correcto. Pero la experiencia de La Palma demuestra que la diferencia entre un plan y la realidad puede ser abismal. Cuando la lava avanza a más de 600 metros por hora, cuando se corta la única carretera que conecta un barrio con el resto de la isla, cuando la población entra en pánico y los recursos se ven desbordados, ningún simulacro puede reproducir fielmente ese caos.
Garachico es un municipio de apenas 5.000 habitantes, con un casco histórico reconocido como Bien de Interés Cultural y con una orografía que lo hace especialmente vulnerable ya que está encajonado entre el mar y los riscos. Una nueva erupción podría dejarlo aislado en cuestión de horas. Aquí el paralelismo con La Palma resulta doloroso. Allí, barrios enteros como Todoque o La Laguna desaparecieron para siempre. No hubo tiempo para rescatar recuerdos, ni posibilidad de reconstruir sobre la misma tierra. En Garachico, donde la lava ya sepultó un puerto y transformó para siempre la economía local, el fantasma de la vulnerabilidad es demasiado real.
La Palma enseñó que la verdadera emergencia comienza cuando la lava se enfría y la vida cotidiana intenta recomponerse entre cenizas.
Si Garachico y el resto de municipios de Canarias quieren estar preparados necesitan planes realistas que incluyan viviendas de emergencia listas para usarse, ayudas económicas inmediatas y mecanismos legales ágiles para evitar que los afectados se pierdan en la burocracia. Solo entonces los simulacros dejarán de ser un ejercicio teórico y se convertirán en una verdadera herramienta de resiliencia.
Este municipio tinerfeño volverá a enfrentarse a su historia el próximo 26. El simulacro será un acto de memoria y de prevención. Pero su verdadero valor dependerá de que las lecciones de La Palma no caigan en saco roto. Porque, como bien saben los canarios, la lava no perdona la improvisación. Y es que no olvidemos también que el Teide, con sus 3.715 metros de altitud, es un volcán «activo», para nada «extinto». En cualquier momento podría volver a despertar como en 1798 cuando expulsó lava durante tres meses.