Opinión

La tertulia como arte

Ha muerto Jorge Edwards y le recuerdo como un gran pensador

El escritor chileno Jorge Edwards
El escritor chileno Jorge EdwardsCipriano PastranoLa Razón

Ha muerto Jorge Edwards y muchos amigos, comentaristas y familiares escriben sobre él, y yo, en mi modestia dedicaré hoy unas líneas a recordarlo como contertulio, que es como mejor lo conocí. Fue a través de Carmen Balcells, quizá en su casa, quizá en el restaurante Vía Véneto de Barcelona donde “la gran mamá” gustaba de reunir a los caballos de su cuadra, y desde siempre resultó ser persona cercana, discreta pero abierta, cordial y hasta afectuoso. Con Vargas Llosa –hoy tan comentado y no precisamente por cuestiones literarias-, Armas Marcelo, Camilo José y yo a modo un poco de mascota, se produjeron prolongadas y entretenidas tertulias que permanecerán en mi mente aun cuando -si el infortunio así lo dispone-, la demencia o el Alzheimer se apoderen de mis sencillas neuronas.

Lector de Montaigne, de Séneca y de Azorín, su conversación era entretenida, nada pedante, amistosa y hasta divertida, mientras Vargas, Juancho y CJ intervenían acotando sus historias hasta que, generosamente, daban paso a esta (entonces) joven periodista, que absorbía experiencia y sabiduría de aquellas cabezas, aquellas impecables plumas de quienes tanto tenía que aprender.

Las tertulias eran sin hora, acompañadas de unas copas de vino tinto y de mucha socarronería, en ocasiones, que tintaba la reunión de un humor inteligente y hechizante. No sé, francamente, cómo hoy se producen estas mini cumbres privadas, porque las públicas las tenemos a tiro de piedra cuando encendemos el televisor, y no revisten ni de lejos el interés que despertaron en personas como yo, con corta experiencia todavía, en aquellos niveles de erudición, de pensadores sabios, de mentes rápidas y preclaras.

Algo siempre queda, no hay duda, al menos el lenguaje se enriquece, no como el empobrecimiento progresivo que hoy padecemos, sobre todo escuchando lo que por los oídos nos entra a través de los medios audiovisuales, chabacanería y falta de ilustración. Se ponen, en vez, a rectificar lo que Agatha Christie dejó escrito para no herir a los lectores sensibles, eliminando paisajes y personajes de novelas, por ejemplo, del célebre Hércules Poirot. Delito, delito contra la autora que no puede defender su causa desde la tumba.