Trombosis

Si viajas no olvides tener en cuenta el síndrome de la clase turista

Los signos y síntomas de una trombosis del viajero a veces pueden pasar desapercibidos o confundirlos, por ejemplo, con una contractura muscular

Qué es el síndrome de la clase turista y cómo evitarlo
Qué es el síndrome de la clase turista y cómo evitarloVecstock en Freepik

Cuando se va a realizar un viaje de larga duración siempre se aconseja mantener una hidratación adecuada, así como activa la circulación de las piernas, bien dando paseos durante el viaje (en caso de transporte por tierra, se aconsejar para y dar un paseo cada 2 horas), haciendo movimientos de flexo-extensión de las piernas, sin olvidarnos del pie; y, por supuesto, evitar llevar ropas ajustadas.

Así lo aconseja el doctor Raúl Pérez Calle, especialista del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, quien añade que, en ocasiones, hay que unir a estos consejos generales otras medidas como las medias de compresión, especialmente si son personas con riesgo trombótico elevado.

“En este último caso también es idóneo el que acudan a su médico para valorar si tienen que usar algún fármaco anticoagulante (enlentece la circulación sanguínea, por ejemplo, la heparina) antes de iniciar el viaje”, agrega este experto.

¿Por qué todo esto? Para evitar la ‘trombosis del viajero’, antes llamada ‘síndrome de la clase turista’, según afirma el doctor Pérez Calle: “Consiste en la formación de un coágulo en las venas de las piernas. Existe el riesgo de que ese coágulo se desprenda y pueda llegar a la circulación pulmonar provocando una embolia de pulmón. Esta complicación puede asociarse con viajes de duración superior a 4 horas, si bien el riesgo de trombosis aumenta aún más en viajes de más de 8 horas”.

Principales síntomas: edema y enrojecimiento en la pierna

Con ello, el experto del Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid alerta de que los signos y síntomas de una trombosis del viajero a veces pueden pasar desapercibidos o confundirlos, por ejemplo, con una contractura muscular.

“Suele aparecer con mayor frecuencia edema y enrojecimiento de la pierna, y dolor en alguna parte de ésta. Si tenemos estos síntomas, tan pronto podamos, debe evaluarnos un médico y plantear hacer una ecografía doppler. Hay que tener en cuenta que los síntomas de la trombosis pueden aparecer inmediatamente después del viaje, o incluso presentarse varias semanas después”, sostiene el doctor.

Precauciones si hay anticoagulantes

Aunque inicialmente la trombosis del viajero se describió en personas que viajaban en avión, según prosigue, este riesgo existe también en desplazamientos en coche, en autobús, e incluso hay que ser precavidos en otro medio de transporte que obligue a reducir mucho la movilidad de las piernas. “Se conoce que un viaje prolongado multiplica por 2 o 3 el riesgo de trombosis venosa”, advierte este hematólogo.

Por otro lado, el doctor Raúl Pérez Calle sostiene que hay pacientes que están recibiendo medicación anticoagulante de forma habitual, y que deben tomar ciertas precauciones antes de iniciar un viaje de larga duración.

“En ocasiones, la persona que va a viajar ya ha tenido una trombosis y está recibiendo tratamiento anticoagulante. No existe ninguna contraindicación para realizar viajes largos o coger vuelos con el tratamiento anticoagulante, ya sea con fármacos antagonistas de la vitamina K (acenocumarol o warfarina), anticoagulantes orales de acción directa

(edoxabán, rivaroxabán, apiixabán o dabigatrán), o con heparina de bajo peso molecular. Se debe continuar con su dosis de tratamiento habitual sin realizar cambios”, detalla.

Aquí recuerda el facultativo de la Fundación Jiménez Díaz que, entre los anticoagulantes mencionados, los que presentan mayor variabilidad de dosificación y necesitan de un control periódico más estricto son los antagonistas de la vitamina K, el más conocido el Sintrom.

Para ello, mantiene que hay que acudir al médico que realiza habitualmente el control del tratamiento anticoagulante previo a iniciar el viaje y establecer un intervalo temporal de medición de INR adecuado. A su vez, defiende que hay que tener en cuenta el tiempo que va a estar fuera la persona, y especificar la necesidad de realizar mediciones del INR durante el viaje, para poder establecer un adecuado método de control.

Además, insiste en que la persona anticoagulada debe estar familiarizada con el proceder en casos de ocurrir alguna complicación, y si concretamente se encuentra en tratamiento con antagonistas de la vitamina K, debe tener especial precaución con la alimentación, y con las enfermedades gastrointestinales: “Estos anticoagulantes actúan inhibiendo los factores de la coagulación dependientes de vitamina K que se absorbe de los alimentos, por lo que un cambio en la dieta o una gastroenteritis (cambios en la cantidad de absorción de vitamina K) pueden afectar a los niveles de INR. En caso de gastroenteritis intensa se recomienda ponerse en contacto con un centro sanitario para valorar la necesidad de realizar el ajuste necesario sobre esta medicación”.

Un fenómeno multifactorial

¿Sólo influye la falta de movilidad de las piernas en el desarrollo de la trombosis del viajero o contribuyen otros factores? Este especialista explica que cuando ocurre una trombosis venosa, la mayor parte de las veces suelen concurrir varios factores, por ello se dice que la trombosis es multifactorial.

“Durante el viaje, el mantener una misma postura de forma muy prolongada hace que se pueda enlentecer la circulación sanguínea en las piernas y, en ocasiones, activarse el sistema de la coagulación. Sin embargo, esta inmovilización no es la única causa, ya que hay que tener en cuenta otros factores, presentes en el viajero, que ayudan a que aumente el riesgo trombótico”, agrega el doctor Pérez Calle.

Entre los factores de riesgo generales de la trombosis venosa, el especialista de la Fundación Jiménez Díaz apunta los siguientes: la edad avanzada, el tabaquismo, la obesidad, y la gestación.

“Conllevan un mayor riesgo trombótico, así como el tomar determinados fármacos como los anticonceptivos hormonales combinados, o tener alguna enfermedad (como el cáncer), haber tenido un traumatismo o una cirugía reciente, etcétera. A los factores anteriores hay que unir condiciones genéticas (trombofilia hereditaria), o adquiridas, y que se asocian a una hipercoagulabilidad de la sangre”, añade.