La opinión de Antonio Pelayo

"Ya vienen, ya llegan"

Lo que desfila no son esos pasos engalanados que transitan por nuestras calles y plazas, sino la fe de un pueblo

"Camino del calvario", una de las procesiones más significativas de Cuenca
"Camino del calvario", una de las procesiones más significativas de Cuencalarazon

Evocando los magistrales versos de Rubén Darío (“Ya viene el cortejo. Ya se oyen los claros clarines”) podemos recordar que estamos ya a pocos días de que comience la Semana Santa.

Desde el Domingo de Ramos al de Pascua de Resurrección toda España -las grandes metrópolis y las más pequeñas aldeas- va a ver desfilar las procesiones, esos cortejos de nazarenos con sus capuchones que llevan en andas venerables estatuas del Señor crucificado, de su Madre Dolorosa, del Discípulo amado, de los crueles sayones.

Pero no nos equivoquemos lo que desfila no son esos pasos engalanados que transitan por nuestras calles y plazas. No, es la fe de un pueblo ( la que algunos llaman “la fe del carbonero”) que necesita salir al aire libre, manifestarse fuera de los templos y sacristías, hacerse oír en un mundo saturado por otros desfiles y otras músicas bien diversas. Una fe colectiva que sobrevive al materialismo y a la frivolidad.

Ya es cosa sabida y admitida que los ritos de la Semana Santa necesitan correcciones y purificaciones, que no deben transformarse en puras manifestaciones folclóricas destinadas al turismo. Todo eso es cierto pero no lo es menos que esa religiosidad popular nutre sentimientos religiosos que a veces parecen haber sucumbido al letargo pero que no han dormido para siempre, las brasas no han sido apagadas del todo y vuelven a calentar las almas.

¡Bienvenida sea, pues, nuestra Semana Santa!. Dejemos a los cristianos viejos y a los niños, a las piadosas mujeres y a jóvenes reconquistados que acompañen a Jesucristo camino del Calvario, que oigan las siete palabras que pronunció desde la cruz, que se alegren con María Magdalena ante la gloria de la Resurrección. Sí, ese día comienza lo que desde hace siglos hemos bien llamado la Pascua florida, la

primavera de la fe.