Gadgets
El gadget del sábado: Grundig 50 GIQ 8900B, una TV de cine
Su principal reclamo es el precio, pero deberían ser otros con esta tele de 50 pulgadas.
Puede ser un estereotipo, pero en tecnología, al menos hasta hace una década, las etiquetas que vinculaban un dispositivo a un gentilicio eran casi una garantía. El sonido, por ejemplo, era japonés. El diseño se lo llevaban los escandinavos, los estadounidenses apelaban a la cultura popular y los alemanes se quedaban con los televisores. Y Grundig era, entre estos últimos, un referente obligatorio. Interesante descubrir que todavía lo es.
Y la confirmación llega de la mano del Grundig 50 GIQ 8900B, un televisor de 50 pulgadas con un precio que, por lo que ofrece, es muy competitivo: no llega a los €330. Lo primero, el unboxing o el menos británico, pero más telúrico desempaquetado. Caja bien protegida con sus cables, mando, baterías correspondientes (punto a favor), cables, las dos patas de apoyo y, obviamente, la tele.
Primer punto a favor: la facilidad de instalación. Desde sus dos patas con los tornillos accesibles, hasta el cableado. Pero también la configuración. Y esto, teniendo en cuenta la cantidad de servicios que tenemos en streaming y las suscripciones, es un gran punto a favor. Facilita mucho la tarea que tenga instalado Google TV. Registrarse, un código QR y ya tenemos instalados prácticamente todo. Desde la apertura de la caja hasta ver la primera serie o película no pasan de 10 minutos.
La pantalla de 50 pulgadas es el tamaño justo (hay una versión de 55 pulgadas, lo que agrega casi 10 cm a la diagonal) para un salón convencional: no parece gigante y, al mismo tiempo, todo se ve con claridad. La pantalla es una QLED LCD con una resolución 4K Ultra HD y en términos de conectividad viene servido: los obvios sospechosos habituales (Wi-Fi y Bluetooth) más 3 puertos HDMI, 2 USB y un Jack de 3.5 mm.
Respecto al diseño, hay dos posibilidades en el rubor TV: las que llaman la atención cuando están apagadas y las que sobresalen cuando funcionan. La 50 GIQ 8900B entra en esta última categoría. Es muy delgado sin ser “de papel”: es un televisor moderno y no futurista. No destaca por su diseño, lo cual se agradece. Principalmente, porque lo queremos para ver lo que “proyecta” y en este apartado, los ajustes casi pasan desapercibidos: no hay mucho que trastear, como mucho el brillo dependiendo de la estancia. Y esto es fácil de hacer gracias al mando.
Entrando en este sector, el mando es cómodo, sólido, del tamaño justo para no perderlo fácilmente, pero sin llegar a convertirse en un arma arrojadiza. Tiene teclas de acceso rápido, las opciones de volumen y canal se controlan con una pequeña barra que recorre casi todo su ancho y empujamos hacia arriba o hacia abajo para subir o bajar el volumen, respectivamente. Y obviamente incluye un micrófono para no tener que hacer búsqueda letra por letra. Y funciona muy bien. Es un mando intuitivo, efectivo y con una tecnología que permite no tener que apuntar al panel para que haga “su magia”.
Los dos apartados que podrían tener una actualización serían el sonido o más específicamente el volumen: muy adecuado para salones pequeños o habitaciones, pero algo bajo en sitios más amplios. Y, por otro lado, la tasa de refresco de la pantalla, de 60 Hz. Para películas, series y contenido habitual, es una cifra más que decente. En cambio, si lo queremos para videojuegos, nos podríamos quedar un poco cortos y se notarían algunos saltos.
La otra parte del sonido, la calidad contra la potencia, está muy cuidada. Cuenta con la tecnología DTS Virtual:X. Se trata de una tecnología concebida para crear graves más profundos, diálogos más claros y, la mayor ventaja: el sonido no solo sale de los lados, también desde arriba y desde abajo y aun por detrás, lo que permite simular un efecto 3D. Y esto para un televisor de 330 euros, es mucho.
Un detalle que se agradece es que, a medida que leía el manual para ver configuraciones diferentes, las buscaba en ajustes y la mayoría ya estaban activadas, lo que contribuye a una experiencia visual de gran calidad. Por ejemplo, mientras veía un evento deportivo quise activar la función MEMC (Motion Estimation, Motion Compensation), pero ya estaba disponible. Esta tecnología básicamente inserta fotogramas falsos entre fotogramas reales. Gracias a ello, el contenido se vuelve más fluido, sin importar con qué resolución se haya grabado. Es una configuración muy deseable cuando lo que estamos viendo tiene mucha acción y suceden muchas cosas al mismo tiempo y rápidamente. No es necesario, por ejemplo, para documentales, programas de cocina o películas clásicas. Pero saber que contamos con ella, permite ver la diferencia. Y apreciarla.
Veredicto:
El 50 GIQ 8900B de Grundig es un ejemplo de una tecnología concebida con cuidado en sus prestaciones y en su precio. Es un televisor que durara (por factura, tecnología y diseño) muchos años. Y su precio, convence aún más.