
Energía nuclear
¿Qué pasa cuándo bombardean una central nuclear?
De acuerdo con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Irán habría alcanzado un enriquecimiento de aproximadamente el 60%, cerca de la concentración suficiente para un arma nuclear.

Los recientes bombardeos a las centrales nucleares de Irán por parte de Israel han provocado muchas preguntas. La principal es qué consecuencias tendrá en el futuro. Las respuestas de las autoridades competentes, como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) o la ICAN (Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares), coinciden en varios aspectos.
Lo primero que hay que saber es que el uranio altamente enriquecido es aproximadamente tres veces más radiactivo que el uranio no enriquecido. Pero, de hecho, a escala real, ninguno de ellos es particularmente radiactivo, por lo que no causaría un problema grave de contaminación ambiental.
De este modo, disparar un misil contra reservas de uranio enriquecido debidamente almacenadas no supondría un “incidente nuclear” de la misma magnitud que los desastres ocurridos en las centrales nucleares de Fukushima o Chernóbil.
Lo que más preocupa a los expertos de la OIEA son los llamados productos de fisión, los compuestos en los que se descompone el uranio cuando está en un reactor o en una bomba, como el cesio radiactivo, el estroncio radiactivo y el yodo radiactivo. Estos representan un problema de contaminación ambiental.
Pero como no se produce ninguna reacción nuclear en las plantas de enriquecimiento, y la explosión de una bomba no la desencadenaría, estos peligrosos productos de fisión radiactivos no se podrían generar.
Lo que sí puede ocurrir es que el uranio se disperse localmente mediante una explosión y quienes viven cerca, unos 50 km a la redonda, pueden ver su salud afectada. Las partículas de uranio podrían alojarse en las células, tanto en los pulmones como en el estómago, y desintegrarse lentamente de forma radiactiva, lo que causaría daños.
También hay que considerar que la mayoría de los reactores nucleares no están diseñados para eventos extremos, como bombardeos aéreos, ataques con misiles o impactos de aviones. Estas actividades podrían romper el edificio de contención y destruir el reactor, provocando la fusión de su núcleo. Sin embargo, la mayoría de los reactores están protegidos por gruesas estructuras de contención de hormigón y acero, pero las áreas circundantes necesarias, que pueden incluir piscinas de combustible gastado, equipos de refrigeración, equipos de extinción de incendios, etc., podrían no estarlo.
Algunos científicos sugieren que la liberación de cesio-137 por incendios en piscinas de combustible gastado podría ser mucho mayor que la causada por accidentes de reactores, como los ocurridos durante los accidentes de Chernóbil y Fukushima.
Dichos accidentes obligaron a la evacuación de más de 100.000 personas en Ucrania y 160.000 en Japón. La exposición al cesio-137 puede causar quemaduras, enfermedad por radiación aguda y la muerte.
Las centrales nucleares en construcción han sido atacadas en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. Por ejemplo, las centrales nucleares en construcción en Irán fueron bombardeadas repetidamente desde el aire por Irak entre 1984 y 1987. Aviones de combate de la Fuerza Aérea Yugoslava sobrevolaron con peligro la central nuclear de Krsko en Eslovenia, que estaba en funcionamiento en ese momento, pocos días después de que Eslovenia declarara su independencia en 1991. Los llamados reactores de investigación en Irak fueron destruidos por bombardeos aéreos de Israel en 1981 y de Estados Unidos en 1991.
De acuerdo con los Protocolos Adicionales I y II de los Convenios de Ginebra de 1949, en su artículo 56, prohíbe específicamente los ataques contra centrales nucleares. Sin embargo, esta prohibición es limitada, ya que si se sabe que la instalación también suministra electricidad para operaciones militares y si atacarla es la única manera de cortar el suministro eléctrico, puede ser atacada, aunque se mantiene el requisito de proteger a la población civil. Esta prohibición se reitera, sin reservas, en el artículo 15 del Protocolo Adicional II, aplicable en conflictos armados no internacionales, que establece:
Las obras o instalaciones que contengan fuerzas peligrosas, a saber, presas, diques y centrales nucleares, no serán objeto de ataque, ni siquiera cuando sean objetivos militares, si dicho ataque puede causar la liberación de fuerzas peligrosas y las consiguientes pérdidas graves entre la población civil.
La realidad es que, al no saberse exactamente cuan enriquecido estaba el uranio en los reactores de Irán, es muy difícil saber las consecuencias que tendrá a corto y largo plazo.
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