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Netflix quiere el Vaticano en los Oscar

Fernando Meirelles retrata en “Los dos Papas” cómo la relación entre Benedicto XVI y Francisco pasó de la intolerancia a la amistad, a la vez que aborda la crisis de la Iglesia que impulsó la dimisión del primero

Anthony Hopkins interpreta a Joseph Ratzinger y Jonathan Pryce, a Jorge Bergoglio. Pryce rodó gran parte del filme en español, aunque más tarde su voz fue doblada larazon

Fernando Meirelles es un verdadero contador de historias. Incluso en una lengua que no es la suya –habla bastante bien el castellano, aunque afirme lo contrario– el cineasta brasilero logra convertir cada una de sus respuestas en una anécdota. Como la de las medias lunas argentinas que le sirvieron en el Vaticano a Jorge Bergoglio en su primer día como Papa. «Cuando las vio, dijo: “¡Qué maravilla!”. Tomó la bandeja entera de medias lunas, salió de la cafetería y fue hasta la casa de Benedicto VXI, a pie, con la bandeja en las manos, para que él probara esa delicatessen argentina», cuenta Meirelles.

En «Los dos Papas» –se estrena este viernes en Netflix, aunque ya está en las salas de cine– quiso reflejar esa intimidad que surgió entre dos hombres que, en el punto de partida, no tenían nada en común. Eran rivales, incluso. En el cónclave posterior a la muerte de Juan Pablo II los votos de los cardenales estaban divididos entre Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio, aunque finalmente fue el primero quien salió ganador. Al ritmo de «Dancing Queen» –uno de los tantos guiños humorísticos que introduce Meirelles–, el filme se adentra en los bastidores del Vaticano y sus juegos de poder. Aunque pronto pasa al universo privado de Benedicto XVI a través de sus encuentros con Bergoglio, quien lo visita en Roma para pedirle que acepte su renuncia. Como sabemos, será finalmente Ratzinger quien deje su puesto como sucesor de San Pedro para que lo tome Francisco en marzo de 2013.

Meirelles explica que «se encontraron tres veces entre los dos cónclaves. Nadie estaba presente, así que no se sabe lo que conversaron, pero los encuentros sucedieron». En el filme, los largos diálogos entre ambos están basados en ideas que ambos Papas han dejado por escrito o pronunciado en entrevistas y sermones. Numerosos detalles, como el gusto de Ratzinger por la Fanta, son también fieles a la realidad. Otras anécdotas verídicas sirvieron al cineasta para establecer el tono del filme, de manera que no se tratara tan solo de «dos hombres mayores hablando de filosofía»: «La película comienza con el Papa Francisco intentando hacer una reserva de un vuelo. Eso sucedió en realidad, y pensé que era interesante abrir con ello porque le dice al espectador: “Este va a ser un filme diferente de lo que pensabas”». A su favor juegan también los dos protagonistas: Anthony Hopkins es un Ratzinger contenido y duro, mientras que Jonathan Pryce, que guarda un enorme parecido con Francisco, derrocha encanto y espontaneidad. Meirelles asegura que la manera de ambos de enfrentarse a la actuación es también diametralmente opuesta, ya que Hopkins aborda su trabajo «con la disciplina de un pianista», mientras que él mismo y Pryce son amigos de la improvisación. Cuenta también que «para Pryce, Anthony es como su Papa».

La renuncia de Benedicto XVI llegó en un momento de crisis para la Iglesia, cuando se destapó la corrupción que existe en la institución, así como los escándalos de abusos a niños por parte de sacerdotes, entre ellos Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo. Pero el filme de Meirelles pasa casi de puntillas por el asunto. Para el director, entrar más profundamente en el tema habría creado «un desbalance» en una historia que deseaba centrarse en la figura de Bergoglio. Otra anécdota ejemplifica cuán blando es el filme en este aspecto: «El lunes pasado hicimos una proyección para algunas personas del Vaticano, entre ellas, el cardenal Turkson, de Ghana. Al final de la película le pregunté si había sido muy duro con la Iglesia, y él me contestó: “No, no. Fue muy leve. Esperaba que fuera peor”. Y Turkson es uno de los cardenales más cercanos a Benedicto...», cuenta Meirelles.

Se describe a sí mismo como «un gran fan del Papa Francisco», aunque no es un hombre religioso. Confiesa también que esperaba que éste impulsara cambios más importantes, como redefinir el rol femenino en la institución. «Las mujeres no cuentan para la Iglesia, es absurdo. Si algún día me encontrara al Papa, le diría: “Por favor, ¿en qué siglos estamos?”», asegura. Pero eso no quiere decir que no comulgue con el Pontífice en otros aspectos: «Lo que me atrajo a la película es la agenda política de Francisco, que tiene que ver con la de “Ciudad de Dios”. El Papa se centra en la exclusión y la pobreza, un tema recurrente en mis filmes», asegura. Hace referencia igualmente a «Laudato Si», la encíclica de Francisco en la que «habla del planeta como una casa común y pide que cuidemos de él» y que toma como base datos científicos. «Es extraordinario que un hombre de la Iglesia escriba basándose en la ciencia, mientras nuestros líderes políticos redactan las leyes y los acuerdos según sus creencias personales, como ha hecho Bolsonaro, que no cree en la crisis climática. Es curioso», afirma con ironía.

Otro contrato con Netflix

Meirelles está tan contento con la experiencia de este filme que ya firmó otro proyecto con Netflix. Se trata de una historia sobre la crisis climática que, confiesa, “se ha convertido en mi mayor obsesión”. Afirma ser un pesimista respecto al futuro del planeta -“A mis nietos les espera un futuro terrible”, asegura-, pero desea hacer una película que ayude a explicar esa amenaza a la que nos enfrentamos del mismo modo cercano e interesante con que trató el tema de la religión y la tolerancia en “Los dos Papas”.
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