Televisión

Fernando Soto: “En España se vende antes un bar que un espectáculo”

Interpreta Ángel Rubio en «La casa de papel» y su vida es el teatro, al que no ve valorado en los planes actuales del Gobierno

Fernando Soto
Fernando SotoNatalia Etxevarria

La pasión se queda corta si trato de definir lo que Fernando Soto siente por la cultura. El hábitat natural del actor es el teatro, y no ve la hora de que las butacas suenen a personas en silencio. Conocido por participar en obras como «Perfectos desconocidos», la fama del intérprete también se disparó en televisión dando vida al inspector Ángel Rubio en «La casa de papel». La serie estrenó su cuarta temporada en pleno confinamiento y es un fenómeno a nivel internacional. Sin embargo, no son solo los ladrones quienes dan ritmo a la ficción, sino que el otro bando también es necesario para ese intrigante «tira y afloja» del Profesor.

–¿Cuál es el peso de la parte policial en la ficción?

–Es una fórmula clásica en este género: siempre que se intenta hacer justicia contra el sistema, hace falta la cara del sistema. En este caso es la policía y dentro de ese equipo hay muchos componentes, que le dan a la ficción una variedad muy interesante. Está el policía que se salta las normas, y un agente como Ángel Rubio que es un tipo que se ajusta más a la normativa, es más honesto y coherente.

–Pasan de ser el hazmerreír a tener imagen de torturadores. Sin embargo, su personaje es neutro, ¿qué opina?

–Es para salvar que hay ciertas personas que trabajan dentro de este sistema que son honestas. Me parece muy bien que se plantee en la ficción que los sistemas están corruptos, lo vemos desgraciadamente con la situación que vivimos. Pero dentro de esa podredumbre de sistemas hay gente honesta, que trabaja por hacer las cosas justas.

–La serie se ve fuera de España, ¿se condiciona la imagen de puertas hacia afuera?

–No. Porque desgraciadamente todo lo malo del sistema es universal, mira lo que ha pasado en EEUU con George Floyd, que ha sido un asesinato en directo, ha sido escalofriante. Yo creo también que lo que tiene «La casa de papel» es que es universal en todos, la gente se identifica porque lo que plantea no es propiedad de España. La injusticia social es, ha sido y será universal.

–¿Qué le gusta de su personaje?

–Que se ha conflictuado mucho entre el amor que sentía por Raquel Murillo e intentar hacer su trabajo. Esa gran contradicción de querer coger «a los malos» pero sin perjudicarle a ella pone al personaje en un callejón sin salida muy interesante. Si sigue la ficción, que no lo sé, esa es una evolución muy buena.

–¿Podría Ángel Rubio pasarse al otro bando por amor?

–(Ríe) Son miles de fans en las redes sociales comentando eso. Como actor sería estupendo.

–¿Se lo ha planteado?

–No lo sé, porque como están tan locos estos compañeros guionistas, que le dan unos giros y vueltas a la tortilla, podría ser. Aunque es más interesante exprimir más al personaje donde está.

–¿Qué le gustaría que pasara?

–Que llevaran mucho más allá la relación con Raquel, hasta el límite. Yo con Itziar (Ituño) tengo muy buena química y me encanta trabajar con ella. Esa tensión de querer ayudar a una amiga y no poder, tener que ir a por ella y acabar con ella, enfrentarte a alguien que amas y no querer hacerle daño, me encantaría.

–¿Tablas o cámaras?

–Me he criado en las tablas y no he dejado de hacer teatro. No prefiero ninguna de las dos, pero siempre sigo haciendo teatro, intento compaginarlo, porque para mí esa comunión con el espectador, es fundamental. Y la tele me fascina, me lo paso en grande.

–¿Cómo ve la situación de cines y teatros en la desescalada?

–Tengo un grado de decepción bastante alto, porque a la cultura se nos ha dejado para lo último y estoy viendo terrazas de bares abarrotadas de gente, con una distancia mínima, sin mascarillas. O los aviones llenos y los teatros vacíos. Hay que hacer las cosas con cordura, salir de esto poco a poco, pero todos igual. Lo que no puede ser es que un sector se maltrate. La cultura y, en este caso, los teatros, se están maltratando. No entiendo cuando veo una terraza abarrotada y que en un teatro nos pidan dejar 30 butacas en un patio de 600.

–¿La cultura está siendo valorada política y socialmente?

–No. No hay un plan nacional sobre la cultura, no ha habido nunca y no sé si habrá. Durante la pandemia hubo una respuesta del sector de protesta y parece que sí se hizo algo de caso. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. Es muy cansado todo esto. Nos vamos a la mierda sin cultura y no se dan cuenta.

–En la cuarentena, la gran evasión ha sido leer o ver cine...

–Nos hemos cansado de decirlo. La cultura ha sido generosa con todo el mundo. Se ha abierto todo y no se ha cobrado. No quiero culpar al público, el que ama la cultura quiere volver. Pero me da la sensación de que lo que se vende en este país es un bar antes que un espectáculo. Es pan y circo.

–¿Cuál va a ser la normalidad en el teatro o la televisión?

–Vivo en la incertidumbre. Conociendo un teatro, no es tan complicado, porque lo que habría que cuidar sería la entrada o la salida, que no hubiera aglomeraciones, y reducir los aforos, pero no tanto. Porque en un teatro lo que vas a hacer es sentarte, mirar al frente y estar callado. Civilizadamente se podría organizar. Hay mucho más descontrol en los bares y terrazas. No estoy yendo en contra de la hostelería, porque necesita vivir, pero hablo de los resultados. Los empresarios y la gente del teatro deberíamos negarnos a abrir con los aforos que nos han dicho, apretar para que nos permitan un aforo mínimo que sea rentable para las personas que ponen en riesgo su dinero. Se podría organizar con protocolos pero, los que se ponen a la cultura, ¿por qué no son los mismos que se les pone a la aviación, por ejemplo? Porque el dinero que entra por la aviación no es el mismo que el de la cultura. Yo soy positivo, tengo una gira y quiero pensar que en septiembre arrancamos. Espero que todo esto vaya cada día avanzando bien y cuidadosamente y que, por lo menos, en otoño podamos vivir una media normalidad.

–Al ver los plenos del Congreso, no parece que vayamos por buen camino…

–Se parece a las preguerras. Dios quiera que no, pero es como una tensión previa a un conflicto bélico. Parece que se va a retomar el 36 en la Guerra Civil.