Su nombre ha saltado a los medios, de los que ha estado formando parte desde hace más de tres décadas, porque abandona su casa periodística, Unidad Editorial, que fundó junto a Alfonso Salas, Balbino Fraga, Juan González y Pedro J. Pero sus inicios fueron otros y llegó al nacimiento de «El Mundo» por casualidad.
-Hijo de Antonio Fernández-Galiano, senador en las listas de UCD, ¿oía mucho hablar de política en casa cuando era pequeño, igual que a lo mejor usted en su casa habla de periodismo?
-Efectivamente. Era un profesor de universidad que en aquella época de la UCD se sintió muy comprometido con llevar a cabo una transición ordenada hacia la democracia. Y participó, mucho y en muchas cosas durante un periodo de su vida. Sí recuerdo en mi casa, incluso antes de que mi padre estuviera en política, que entraban todos los periódicos. Todos es todos. Y recuerdo, siendo un adolescente, que nos peleábamos los hermanos, somos seis, yo el mayor, por los periódicos. El gran disgusto era cuando mi padre llegaba y no encontraba uno de los que quería leer. Si hay algo que efectivamente se parece más a la política, en una actividad profesional, seguramente es el periodismo, aunque yo no soy periodista y no he ejercido, siempre me he sentido muy próximo a las redacciones. Me interesaba mucho la manera en cómo desde un periódico se puede influir en una sociedad.
-Fue empleado en el Banco Central y profesor de Derecho Civil en la Universidad San Pablo-CEU. ¿Cómo es ese primer contacto con el periodismo?
-A finales de los años 80, en el año 1989, «El Mundo» se acaba de lanzar y estaban buscando un gestor. No sé cómo dieron conmigo y hubo una selección y me eligieron, contra todo pronóstico, porque yo casi fui por una cuestión de pura curiosidad. Y la verdad es que era un proyecto arriesgado. Habían nacido muchos periódicos en aquellos años. Me acuerdo de «El independiente», «El Sol», por ejemplo, pero hubo algunos más, y ninguno salió adelante. Sin embargo, a mí el proyecto me entusiasmó, y pensé, si no tomo riesgos con 32 años, cuándo los voy a tomar. Allí entré con ese equipo fundador magnífico que eran Alfonso Salas, Balbino Fraga, Juan González y, por supuesto, Pedro J. Por encima de todo, en la medida en que era alma mater del periódico; era quien concibió editorialmente ese proyecto, aunque empresarialmente quien lo concibió fue Alfonso de Salas.
-¿Qué le transmitió Alfonso de Salas sobre la idea del periódico y del periodismo?
-Alfonso era un auténtico emprendedor. Él había vivido el Grupo 16, por lo tanto no era ajeno al mundo de la comunicación. Tenía un proyecto en la cabeza muy claro. Vio que había un hueco para un periódico del corte que tenía «El Mundo». En aquellos años teníamos un partido socialista muy desgastado, pero que seguía gobernando después de más de una década. Había una necesidad expresada por parte de la sociedad de un cambio. No se terminaba de concretar porque tampoco acababa de cuajar la figura de José María Aznar como líder de la oposición, porque no ganaba las elecciones. Y en ese contexto, la aparición de «El Mundo» fue como savia nueva, como un oxígeno para la gente que empezaba a cuestionarse un statu quo que llevaba durando demasiados años. Esa fue la visión. De Alfonso aprendí todo eso: su talante emprendedor, su conocimiento del mercado, su mano izquierda con los directores y con los periodistas. Realmente le debo todo a él, porque me eligió, me mantuvo y me hizo crecer.
-En el año 2004 es nombrado director general de lo que todavía era Unedisa, ¿con qué panorama se encuentra y qué retos tiene que afrontar?
-Venía desempeñando esa posición casi desde el inicio. En 2005 ya me nombraron consejero delegado. Me enfrentaba con el reto de que el periódico había crecido mucho, muy rápido, y, a veces, se muere de éxito. Era impresionante, porque el proyecto estaba pensado, cuando nació, para unas tiradas, para una dimensión, para unas ventas. Y fue tal el éxito que tuvo desde el primer mes, que nos obligó a improvisar soluciones, que sin duda en términos económicos, no eran las más idóneas. Me encontré con la necesidad de racionalizar un grupo que entonces era el periódico. Había crecido muy deprisa y tenía una necesidad tremenda de estabilizarse, de establecer métodos, de ser una empresa que funcionara con criterios empresariales de una manera mucho más ordenada de lo que era una «startup».
-¿Se refiere a imponer un punto de vista más racional para conducir un periódico?
-Desde la responsabilidad que yo he tenido, lo que hay que proporcionar es equilibrio. Todas las partes de un conjunto son importantes. En este caso, la labor de un editor, la de quien está al frente de un grupo editorial, es ser un factor de equilibrio para todos los demás. Porque las actividades entran en conflicto en un grupo editorial, como en cualquier orden de la vida. Hay que poner orden en el mejor de los sentidos, establecer reglas del juego, ponderar, ser un factor de equilibrio, ese es uno de los objetivos fundamentales.
-¿Dónde está la luz en este pasillo tan largo de la digitalización?
-La luz nos la están mostrando algunos proyectos que ya podemos decir que empiezan a ser exitosos. La luz aquí viene sin duda del cobro de los contenidos. Esta locura que hemos vivido de contenidos gratuitos durante mucho tiempo nos ha hecho pagar un precio. Hay que cobrar por los contenidos y generar unos fuertes lazos entre lectores y medios que justifiquen no sólo que te registres y que te abones, sino que sientas que formas parte de un entorno con el que te identificas, en el que confías, en el que sabes que lo que te dicen es cierto. Y si no es cierto, lo puedes contrastar porque hay un cierto pluralismo. Soy optimista. Sin duda los periódicos encontrarán una solución.
-¿Cómo ha sido su salida de Unidad Editorial?
-Hay que enmarcarla en un ámbito de absoluta normalidad empresarial. Ha habido una salida de mutuo acuerdo y después de 31 años. Así que casi debería decir que ya era hora. ¿No? Soy absolutamente respetuoso con las decisiones de las empresas. Tienen que renovar a sus equipos y a veces viene muy bien que venga gente con una perspectiva distinta. Porque los que llevamos muchos años, estamos condicionados por lo que hemos vivido. Me parece que este tipo de cambios son absolutamente normales. No le daría más vueltas.
-¿Nos ha quedado algo en el tintero?
-Quiero romper una lanza en favor de todos los profesionales con los que he trabajado tantos años, y con otros con los que no lo he hecho tanto.
-¿Con todos?
-Con todos. Lo digo porque las tres cabeceras cuentan con profesionales de primer orden. No es buenismo, es lo que pienso de verdad: personas super comprometidas. «El Mundo» lo llevo en el corazón, porque nací con él en esta profesión. La rigurosidad de muchos de ellos es notable. Creo que hay un capital espectacular. Solo deseo que los nuevos responsables sepan aprovecharlo, porque los lectores se lo merecen y no hay que defraudarles nunca.