Estreno
Paco Cabezas: «Premios como los Goya deberían abrirse a las series»
ATRESPlayer Premium estrena hoy su nueva serie protagonizada por Nerea Barros y basada en el éxito literario de Carmen Mola
No cualquiera tendría los capotes que hacen falta. La ganadería venía precedida por unPremio Planeta, el del colectivo Carmen Mola, y las astas se afilaban en forma de ampulosidad presupuestaria. Adaptar una de las sagas más leídas de la última década en España, la de «La novia gitana», era una especie de miura insondable al que Paco Cabezas miró de tú a tú desde el primer minuto, cuando le llegó la primera de las novelas a su casa en Los Angeles junto a una propuesta de arrojo. Cabezas, que atendió a LA RAZÓN en el marco del Festival de San Sebastián donde la serie se puso de largo, vuelve a casa tras hacerse cargo de series de éxito allende el Atlántico, como «The Umbrella Academy».
Una de las primeras cosas que llama la atención de «La novia gitana» lo sombrío, lo turbio de sus diálogos...
Es curioso, porque no venía de ninguna instrucción concreta y es algo en lo que se ha fijado mucha gente. Y es todo mérito de Nerea Barros, partió de ella. Lo curioso es que, creo, es perfecto para la energía de la protagonista, Elena Blanco, que es alguien que tiene que estar conteniendo sus emociones constantemente. Como atrapada dentro de sí misma o de lo que se atreve o no a hacer. Es una bola de fuego que está conteniendo en el estómago y está a punto de explotar. Eso le da a su personaje un ritmo especial. Quería que «La novia gitana» tuviera un ritmo hipnótico, y que cuando estuviéramos en la morgue tú estuvieras loco por saber quién es el asesino. ¿Podré averiguarlo antes de tiempo? Y, de hecho, todo aquel a quien le hemos enseñado la serie quería que le adelantásemos quién es el asesino. En el ocho lo descubres, tranquilo.
En «La novia gitana» no hay buenos ni malos. Solo mucho dolor y muchos grises, ¿cómo dio con el tono de la serie?
Nerea Barrios comentó un aspecto muy interesante de la serie sobre las grietas. No utilizamos, por ejemplo, maquillaje en los personajes, porque cada arruga, cada línea de expresión que se pueda ver en los personajes les da una dimensión distinta. Hay una frase, en una canción de Leonard Cohen, que me encanta y que dice «There’s a crack in everything, and that’s how the light gets in» («Hay una grieta en todo, así es como se mete dentro la luz»). Lo interesante es agarrarse a las grietas de los personajes, que es lo que les hace verdaderamente humanos.
Cuando a uno le ofrecen un miura así, con dos grupos tan importantes detrás, ¿le da más miedo o más respeto?
Miedo casi ninguno, porque siempre he creído estar un poco loco, ser atrevido. Llevo ya mucho tiempo trabajando en Estados Unidos, y allí me llegó el libro. Enseguida conecté y vi qué había mío ahí. La entendí como un proyecto parecido a «Adiós» (2019), mi última película. Y vi también una oportunidad de entrar a reflejar bien el mundo gitano, dándole oportunidad a ellos mismos de contar sus historias. Así que no sentí una responsabilidad tanto como un campo repleto de libertad por delante. Y es muy bonito que ello, también, nos haya permitido levantar una serie con personalidad propia.
A la hora de acercarse al mundo calé, a lo gitano, ¿cómo lo plantea? La representación siempre ha dejado mucho que desear.
Crecí en un barrio pegado a las 3.000 viviendas, rodeándome desde pequeño por amigos y conocidos de etnia gitana. No me es un mundo en absoluto ajeno, aunque no sea el mío. Y es ahí donde entran actores como Moreno Borja, que además de intérprete era mi probador. Le preguntaba todo el rato por la credibilidad, la fidelidad de las escenas como la del entierro. Y me corrigió muchas cosas, como cuando montamos un culto, explicándome qué llevarían los personajes. Todos los que la han visto entienden que ahí hay respeto y hay amor. Me enorgullece haber llevado esa representacióna buen término y que, por fin, se presente una imagen de lo gitano completa, con lo bueno y con lo malo, con lo bonito y con lo feo. Con todas las griegas.
Usted está muy cómodo entre cine y televisión. ¿Cree que ya se rompió del todo el paradigma que separaba ambas cosas?
Cuando enciendo la tele, lo que hay allí me interesa o no me interesa. No me planteo en qué formato está, o cuánto dura y cuánto me va a llevar. No me importa que sea una serie o una película. El formato importa cada vez menos y, de hecho, creo que premios como los Goya deberían abrirse a las series. En este país se está haciendo una ficción increíble que queda relegada a un segundo plano por el formato en el que se estrena. Y en ese plano, los Premios Feroz, por ejemplo, lo hacen mucho mejor. Los autores, en España, jamás hemos sido más libres.
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