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Estreno

El revés de Alcaraz que muy pocos conocen

Netflix destapa la presión, dudas y sueños del campeón español con una serie tan sincera como poderosa en lo emocional

“Carlos Alcaraz” se corona en pista y en TV Netflix

Carlos Alcaraz vuelve a ser número uno, pero esta vez en otro terreno: el de los documentales. Ayer, Netflix estrenó «Carlos Alcaraz: A mi manera», una docuserie de tres episodios que le sigue a lo largo de la temporada 2024. El resultado es un retrato crudo, cálido y sin maquillaje de un chico que juega como un titán y piensa como un chaval de El Palmar. Lo mejor de todo es que no quiere dejar de ser las dos cosas.

El proyecto, dirigido por Jorge Laplace, se suma al catálogo de documentales deportivos que la plataforma ha ido puliendo con tino. Pero aquí no hay épica de palo ni encuadres de videojuego. «Carlos Alcaraz: A mi manera» huye del mármol y encuentra carne, sudor, vértigo y hasta chistes sobre incisos en inglés mal pronunciados.

Alcaraz narra su propia historia con voz en off, en un recurso que ayuda a meter al espectador en su cabeza, en su miedo a no ser feliz cuando lo exige todo el mundo, en esa presión por estar a la altura de una leyenda que aún está en construcción. El tenis es la excusa para contar el lío de intentar ser uno mismo con veinte años cuando medio planeta espera que ganes siempre.

La serie arranca donde todo empezó: en El Palmar, Murcia. Y allí se queda emocionalmente todo el tiempo, aunque en pantalla veamos Nueva York, Londres, París o Indian Wells. No hay imagen más clara del alma de esta docuserie que su cama de 90, que cruje de trofeos mal apilados. En esa habitación cabe todo lo que Alcaraz quiere seguir siendo. Su casa, su gente, su acento, que se intensifica cuando se relaja. Cuando se le olvida que lo están grabando.

El documental no se detiene solo en los éxitos deportivos. Aunque hay secuencias vibrantes de partidos y entrenamientos, lo que destaca son los momentos en los que la cabeza parece jugarle más en contra que el rival. La presión externa, la autoexigencia desbocada y la lucha por mantener la alegría como motor se convierten en un segundo rival, tan complejo como Djokovic o Sinner.

Uno de los puntos más potentes de la serie ocurre cuando aparece Andre Agassi y le recomienda a Alcaraz que pregunte a los grandes qué habrían hecho distinto. Una clase magistral en tres frases. En la presentación del documental, Carlos lo recordaba entre risas: «Igual más adelante cambio todo, pero por ahora quiero seguir equivocándome a mi manera».

En esa misma rueda de prensa se mostró como es: espontáneo, transparente, entre la broma, la reflexión y la complicidad con la prensa. Porque si algo deja claro la serie es que, para Alcaraz, sonreír no es un efecto secundario: es condición para rendir, para vivir. Sin eso, ni saque ni volea.

El mérito de «Carlos Alcaraz: A mi manera» también está en lo coral. El equipo que lo rodea (su familia, su entrenador Juan Carlos Ferrero, sus preparadores físicos) aparece como un engranaje que funciona sin chirridos ni servilismos. Aquí no hay palmeros. Hay profesionales con criterio que permiten que Carlitos sea feliz sin dejar de crecer. El mensaje de fondo es potente: nadie llega solo, pero tampoco nadie sobrevive si no sabe quién es.

La realización evita el artificio. Hay buen gusto en la fotografía, con planos que capturan la soledad del vestuario y la euforia de una grada sin buscar épica barata. La música acompaña sin empujar el drama, y el ritmo es ágil sin caer en el clip de YouTube.

¿Hay debilidades? Quizás algún momento tiende a reiterar la idea del sacrificio, como si el público necesitara recordatorios constantes de lo duro que es ser él. Pero incluso eso sirve: remarca la delgada línea entre la motivación y la trampa del rendimiento perpetuo.

Netflix vuelve a acertar alejándose del publirreportaje y propone un relato sin filtros ni imposturas. Aquí se muestra el vértigo, la ansiedad, el miedo a defraudar. ¿Humaniza? Sí, pero no edulcora. No es una oda al sufrimiento, sino un intento sincero de entender qué pasa cuando un chaval que juega al tenis como los ángeles solo quiere seguir haciéndolo con ganas.

Alcaraz no quiere convertirse en un tótem, al menos no todavía. Quiere disfrutar, aprender y, sobre todo, hacerlo a su manera. Con errores, con triunfos, con caídas. Como cualquiera, pero sobre una pista y con miles mirando. Ese es el gran partido que juega, y este documental, su set más valiente.