Valencia

El Día de Pi

Álvaro Lorenzo y Climent tocan pelo con una noble y blanda novillada de El Parralejo.

El novillero Cristian Climent durante el primero de su lote en la novillada picada de la Feria de las Falla
El novillero Cristian Climent durante el primero de su lote en la novillada picada de la Feria de las Fallalarazon

Álvaro Lorenzo y Climent tocan pelo con una noble y blanda novillada de El Parralejo.

Valencia, 14 de marzo. Cuarta de feria.

Un cuarto de entrada.

Novillos de El Parralejo, bien presentados pero con poca fuerza.

Nobles y manejables, quinto y sexto fueron los de mejor son.

Álvaro Lorenzo (de grana y oro), entera, vuelta al ruedo; entera, oreja tras aviso.

Ginés Marín (de salmón y oro), pinchazo, media y dos descabellos, vuelta al ruedo; dos pinchazos, entera, dos descabellos, vuelta al ruedo con otro aviso.

Cristian Clment (de blanco y plata), pinchazo y estocada, silencio con aviso; entera, oreja.De las cuadrillas destacaron Javier Ambel y Juan Antonio Doblado.

Con los ecos de la histórica jornada del domingo todavía resonando y recordando que no hay que dormirse en los laureles, ayer se celebró el Día de Pi, el día 14 del tercer mes, el famoso 3,14, la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro. Número irracional y una de las constantes matemáticas más importantes. También, en tauromaquia, y sobre todo, en su aspecto ganadero, sería deseable, y hasta urgente, que se averiguase la relación ideal para que la consecución de nobleza y manejabilidad no redundase negativamente en la fuerza, como ocurrió en esta segunda novillada picada del abono fallero, en la que el encierro de El Parralejo sacó tan buen son como poca energía, lo que influyó para que el buen hacer de tres novilleros ya muy puestos y con mucho por decir no tuviese una mayor trascendencia. Recibió Álvaro Lorenzo al jabonero que abrió plaza con tres verónicas y una media magníficas, a cámara lenta. Luego le llevó con muchísima suavidad, procurando no quebrantar su frágil condición física, sin forzarle y sin prisas, dejándole respirar, buscando afianzarle. Todo tuvo empaque aunque faltó emoción. Le costó fijar al desentendido cuarto, manso además en varas y que enseguida declaró su intención de rajarse. Pero Lorenzo con, muleta de hierro, le ató al engaño, tapándole cualquier salida hasta obligarle a embestir y sacarle hasta el último muletazo que tuvo.

Ginés Marín se lució al torear de capa a su primero y comenzó su faena de muleta de manera muy original y creativa, ligando después los muletazos en un palmo de terreno y sin enmendarse, haciéndolo todo con suave cadencia y nada de violencia, todo muy fácil... excepto matar, yéndose la espada muy abajo y con ella la oreja que ya tenía ganada.

Con el quinto, al que se dio una lidia muy desordenada y que se fue suelto del caballo -aunque luego embistió con nobleza y fijeza-, demostró su clase y talento, toreando en el más amplio sentido de la palabra, con los pies clavados al suelo, corriendo la mano con temple exquisito, con naturalidad y aportando frescura y originalidad, perdiendo otra oreja al matar mal.

Banderilleó Climent con brillantez al primer novillo de su lote, blando y parado, costándole mucho, primero, seguir su muleta y, después, hasta el decidirse a embestir. Se esforzó no obstante el novillero para alargar el viaje del novillo y estuvo mucho rato tratando de sacar partido de él. Se vio apretado al recibir a porta gayola al sexto, aunque se hizo ovacionar al veroniquear y tras banderillear también concierto apuro, bajó muchísimo la mano, sometiendo a un novillo repetidor y codicioso en sus primeras embestidas, costándole ya mucho más en las siguientes, protestando además la cercanía de su matador, al que no se le pudo pedir más de su actuación..