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Feria de San Fermín

El Juli habló también en el ruedo

El Juli saliendo a hombros por la puerta del encierro larazon

San Fermín (Pamplona). Octava de feria. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados aunque desiguales. El 1º, noble y con recorrido, mejor por el izquierdo; el 2º, complicado, orientado y con genio; el 3º, manejable; el 4º, con movilidad y recorrido en la embestida; el 5º, gran toro, con transmisión, profundidad y franca embestida por abajo; y el 6º humilló también por abajo, pero descompuesto y sin alegría en el viaje. Lleno en los tendidos.

Juan José Padilla, de gris y oro, estocada corta tendida (oreja); aviso, dos pinchazos, estocada baja, segundo aviso, descabello (silencio).

Julián López «El Juli», de rioja y oro, dos pinchazos, aviso, media trasera, descabello (silencio); estocada, descabello (dos orejas).

López Simón, de grosella y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos); aviso, pinchazo, estocada caída (oreja).

Había dado que hablar la acertada carta de El Juli reivindicando la Tauromaquia, tras los soeces ataques antitaurinos a la memoria de Víctor Barrio y su familia. Pues bien, más dio que hablar sobre el ruedo. Allí, refrendó su discurso con una faena de lo que es, figura grande, del toreo. Dos orejas incontestables de un gran toro de Victoriano del Río que, aunque se terminó rajando en el epílogo ante la poderosa muleta de Julián, fue toro importante. Tuvo profundidad, alegría en el viaje y humilló, lo que vino de perlas al madrileño. Autoridad en las tandas, siempre de mano muy baja. Destacaron dos por cada pitón, especialmente al natural, cumbre. Echando los vuelos y barriendo la arena con despaciosidad. Los circulares postreros, sensacionales. Cuatro invertidos en un palmo y el de pecho para formarle un lío al bravo «Desgarbado». Eficiente con los aceros, doble premio y vuelta al ruedo al de Victoriano. En su lote, cayó el mejor, pero también el peor. Un segundo orientado que tuvo genio y mucho que torear. También lo terminó de meter en vereda en el tramo final, pero la tizona le dejó sin trofeo. López Simón se le robó al ensillado «rascacielos» que hizo sexto. Misterios del campo bravo este burraco, de alzada imponente, humilló, aunque descompuesto y sin transmisión, en la franela y López Simón edificó una faena en la que con valiente quietud se lo dejó llegar muy cerca. También por encima del tercero perdió ahí la Puerta Grande con los aceros. Mientras, Padilla, semidiós en Pamplona, fue fiel a sus armas con todo un surtido de largas cambiadas, banderillas al violín, martinetes y desplantes toda la tarde. Así, aprovechó la nobleza de su primero para no irse tampoco de vacío en otra tarde en las que las monteras volvieron a mirar al cielo por Víctor. Víctor Barrio, claro.

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