Feria de San Isidro
Gómez del Pilar corta una oreja a una de Dolores en son de paz
Salvo el difícil lote de Rafaelillo que no tuvo opción en la Feria de San Isidro
Salvo el difícil lote de Rafaelillo que no tuvo opción en la Feria de San Isidro.
► Las Ventas (Madrid). Vigésima quinta de San Isidro. Se lidiaron toros de Dolores Aguirre, bien presentados. 1º, violento y complicado; 2º, manejable y a menos; 3º, de buen juego; 4º, peligroso; 5º, de buena condición pero poca duración; 6º, de buen pitón derecho y complicado por el izquierdo. Menos de tres cuartos de entrada: 16.010 espectadores.
► Rafaelillo, de nazareno y oro, estocada, descabello (silencio); estocada (silencio).
► Alberto Lamelas, de azul marino y oro, estocada corta, aviso (silencio); metisaca, estocada, aviso (saludos).
► Gómez del Pilar, de blanco y plata, estocada, (oreja); cuatro pinchazos, aviso (saludos).
A la puñetera puerta de toriles se fue Gómez del Pilar en el tercero. Como si no costara. Como si no fuera a salir por ahí un toro de Dolores Aguirre con dos puñales infernales. Como si en esa espera el corazón no amagara con pararse. Cumplió en el caballo el toro y brindó a El Chano el torero madrileño. Tuvo ritmo el de Dolores después y aplomo el torero. Centradísimo con el animal, humillado el toro de veras, torazo bien hecho, con sus muchas cosas buenas, sobre todo por el pitón derecho, tersa la muleta, templada siempre, buscando el resquicio en el que encontrarse con el animal, se fue largo de tiempo, faltó continuidad en las tandas, y sonó un aviso antes de entrar a matar, pero entregó todo lo que tenía y un poco más. No son tardes fáciles con tan poco bagaje y demostró solvencia. Paseó un trofeo.
Sin prisas, midiendo los tiempos, los suyos y los del toro, que fue bueno, el sexto, de calidad y nobleza. No una corrida de Dolores al uso, salvo el lote de Rafaelillo que hizo pleno de peligrosidad. A Gómez del Pilar le vimos torero, centrado, tranquilo y con armonía. Cambiaba el rol a izquierdas, por dentro y sin querer pasar. La solvencia de Del Pilar no correspondía a su rodaje hasta que se topó con la espada.
Se agarraba al piso el primero, se cerraba en tablas, se cargaba de dudas el tiempo, el devenir de él, como si cada segundo venidero llegara con un interrogante. Para el torero, para el valiente de Rafaelillo. Nosotros espectadores expectantes. Acongojados por momentos. Dos velas portaba el de Dolores. Apretó en varas, esperó después en banderillas, y se cerró en tablas instantes antes de tomar la muleta Rafael Rubio, Rafaelillo. Había mucho percal ahí con el toro de Dolores. La muleta planchada le puso el murciano. No hay dolor ni miedo. Y el toro acudió incierto, y mirón, y con violencia. Lo lidió hábil y más con la espada, aunque se hizo daño con el descabello. El cuarto no vino a darle un tregua ni a redimirle las heridas. Fue duro en el último tercio. Violento y a la caza. De hecho en un descuido le hilvanó la taleguilla. No fue la tarde de la oportunidad para Rafaelillo, más bien la de salvar el tipo de milagro.
Pasaba en la muleta y con cierta largura el segundo que fue para Alberto Lamelas. Apuntó maneras, aunque la cosa duró poco, y perdió la transmisión. Pecado capital en esta plaza. Lo había recibido con una larga cambiada y se entregó en cuerpo y alma. No había más. Lo gozamos con el quinto. Plenitud del toro en las primeras tandas y las cuajó de qué manera Lamelas con la derecha. Templado, tirando del toro y con calidad en el toreo, pero al sentirse ganada la pelea, desistió de ella y antes de darnos cuenta, se rajó el toro. Siguió y antes de hundir la espada, unas manoletinas fueron la antesala. Fue una corrida, salvo el lote de Rafael, en son de paz, con mejores principios que finales.
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