Mágico e imperfecto

Toros de Monte la Ermita. El 1º, muy bueno; 2º, deslucido; 3º, movilidad con genio; 4º, exigente; 5º, bueno y encastado; 6º, manejable sin romper. Dos tercios.

El Cid, de nazareno y oro, estocada corta trasera (oreja); pinchazo, estocada, descabello (saludos).

Paulita, de negro e hilo blanco, estocada (saludos); estocada caída (dos orejas)

Iván Fandiño, de verde manzana y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada corta, tres descabellos (silencio).

Hubo pellizcos de magia. De esos que te desperezan. Que despiertan la expectación ante la necesidad vital de que ocurra algo. Alimento del alma. Quien no lo entienda que no pregunte. Y más cuando recién empezábamos la temporada. Y más con el frío invierno, que parece que cuesta todo. Y más con ese quinto, buen toro de la ganadería de Monte de la Ermita y la faena de Paulita. De más a menos la labor, con los mismos ánimos las emociones. Caminábamos en busca del embrujo y por ahí nos quisimos encontrar con la faena del torero maño. Imperfecto. Sin encontrarse al natural ni acabar de redondear la faena pero efectivo con el acero y deslumbrándonos por momentos. Dos trofeos. Puerta grande y triunfo servido. El que no había sido posible con el deslucido segundo. Un regalo se había llevado El Cid con el buen primero y lo toreó a placer. No le costaba; era cuestión de disfrute. La media y el trofeo. Exigió el cuarto y tuvo menos retorno la faena. Iván Fandiño vivió el susto y el milagro a partes iguales en la suerte suprema al tercero, que no había humillado durante toda la faena y tampoco lo hizo entonces. En la barriga le marcó. Rota la taleguilla, el boquete, que paró ahí; cuestión de piel. Por suerte no entró el pitón. Sin defirnirse el sexto no dejó hueco para mayores logros. Serio encierro para el comienzo de año. Valdemorillo, una vez más el punto de partida. La Fiesta ha comenzado y no es un año más. Hay mucho en juego este año en la partida.