
Toros
Padilla, el torero de las cicatrices

Está de retirada. Lo decidió justo cuando acabó la pasada temporada en el viaje de regreso de Zaragoza. El mismo lugar donde estuvo a punto de morir en 2011 y donde le cambió la vida para siempre la tarde del 7 de octubre. Aquel día, maldito/bendito, un toro le quitó un ojo y le condenó a unas cuantas operaciones que el torero ha llevado con resignación penitente para la reconstrucción de su rostro y su audición. Una nueva manera de entender la vida, por dentro y por fuera. Muchas veces ha dicho Juan José que fue el torero el que salvó al hombre, el mismo que cayó en una depresión al verse en el abismo de tan dramática cogida y fue capaz de reponerse para una reaparición récord en cinco meses. Mucho sufrimiento vino después, en silencio, compaginando corridas de toros, festejos, con intervenciones múltiples. Más de un día se vistió de torero con los puntos puestos de algunas de ellas. Así su vida. El torero dice adiós este año. Se despide de las plazas que han sido su bastión durante esta temporada. Este viernes le espera Pamplona donde el Pirata Padilla es una institución. Pero el drama se ha cruzado otra vez en el camino. En un pueblo. Otra vez con las banderillas, al parear... Y de nuevo con una imagen tremebunda de digerir al desgarrarle el cuero cabelludo. Horrible. Otro palo para el torero en el adiós. El torero que lleva en su cuerpo las casi cuarenta cornadas y un sinfín de operaciones. Tantas que en la piel se suman, se alinean las heridas en un mapa interminable, se agolpan unas encima de otra y dificultan su propia cicatrización, porque ya no hay piel donde no haya dejado su huella el pitón del toro. Qué será llegados a este punto del olvido. Una mente privilegiada y una vocación profunda para pasar página en esa profesión y querer regresar en Pamplona. Misericordia, pues.
✕
Accede a tu cuenta para comentar