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Palencia despide al matador de toros Marcos de Celis, fallecido a los 86 años

La Razón
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El matador de toros Marcos de Celis ha sido incinerado esta mañana en Palencia después de su fallecimiento ayer, a los 86 años. La ciudad fue testigo de su última corrida de toros el 1 de septiembre de 1972 para despedir una trayectoria intermitente, luminosa y bohemia.

Nacido en Villamoronta (Palencia) el 23 de marzo de 1932, Marcos de Celis tomó la alternativa en las Fallas de Valencia con un cartel de lujo, el 18 de marzo de 1956, en el que Julio Aparicio actuó de padrino en presencia de Antonio Ordóñez, dos de las máximas figuras de la época. A pesar de las cualidades que atesoraba, su personalidad bohemia e imprevisible impidió la regularidad necesaria para abrirse paso en una de las mejores generaciones del toreo desde la posguerra, por lo que su toreo de pellizco, luminoso y cuajado de alegrías se sumió en altibajos y entro en una curva descendente en una pocas campañas.

En 1961 anunció su retirada, cambió los oros y las sedas por el mono y la montera por el casco de minero cuando decidió emigrar a Bélgica, donde trabajó en una mina de carbón durante dos años. Antes, en 1958, había casado con Luisa Gato en una recordada y multitudinaria boda en Palencia, ciudad que se precia de tener en Marcos de Celis a su único matador de alternativa que ha merecido el honor de cruzar la puerta grande de Las Ventas en Madrid. Fue el 12 de abril de 1959, pero él declinó ya que la segunda oreja le fue concedida por estoquear a petición propia el toro de un compañero herido. En 1964 reapareció en San Sebastián de los Reyes (Madrid) pero su carrera se diluyó hasta desembocar en el 1 de septiembre de 1972, fecha de su retirada de luces, en la Feria de San Antolín de Palencia.

Marcos de Celis fue un hombre muy popular y querido en Palencia, ciudad donde residió desde los cuatro años de edad y una calle, en el barrio de Nueva Balastera, y un busto frente al coso, le recuerdan de manera perpetua. Los últimos homenajes datan de los años noventa, homenajeado en un festival con picadores donde hizo el paseíllo en Palencia junto a Antoñete, El Niño de la Capea y David Luguillano, entre otros compañeros, y en 2006 con motivo del cincuentenario de su alternativa.

La inseparable gorrilla campera y el flexible de bambú, muleta en su vejez, perfilaron la inconfundible figura de quien pasó los últimos años de su vida en una residencia de las Hermanas Hospitalarias, y que hoy ha sido incinerado en un tanatorio de la capital palentina.