Feria de San Isidro
Que nos libren del bueno y del malo
Alberto Aguilar corta una oreja del bravo «Camarín» de Baltasar Ibán
Alberto Aguilar corta una oreja del bravo «Camarín» de Baltasar Ibán
Las Ventas (Madrid). Vigésimo tercera de San Isidro. Se lidiaron toros de Baltasar Ibán, desiguales de presentación. El 1º, descastado y sin clase; el 2º, gran toro, encastado, bravo y repetidor; 3º, de larga y rebrincada arrancada; el 4º, violento y complicado; el 5º, violento, rajado y con peligro; el 6º, descompuesto y le cuesta arrancar. Dos tercios de entrada. Asistió la infanta Elena.
Iván Vicente, de malva y oro, estocada buena (saludos); estocada contraria, aviso, nueve descabellos, aviso (silencio).
Alberto Aguilar, de rioja y oro, estocada caída (oreja); estocada (saludos).
Víctor Barrio, de rosa y oro, pinchazo, estocada perpendicular (silencio); pinchazo, estocada baja (silencio).
El todo y la nada vivió en sus carnes Alberto Aguilar en su tarde madrileña. A fuego. No era tarde de pasos en falsos. Ni se lo iban a permitir. El quinto fue un toraco de amplia cornamenta por lo ancho que era de sienes, pasar por allí debió ser un calvario. Ni me imagino verte colgado del pitón y cómo pensar en deshacerte de ese entuerto. Así se vio Alberto Aguilar. Se vio claramente cuando el toro le prendió, enfurecido, porque a la movilidad violenta del animal nunca le acompañó la entrega. Salió ileso y cuando quiso seguir en la pelea, el toro ya había desistido de ella rajándose camino de tablas. Se apagó la vela que quedaba. El último soplo. La cara y la cruz se había llevado con «Camarín», el segundo toro de la tarde. Un explosivo Ibán que fue dos veces al caballo y lo hizo desde lejos y con entrega y ocurrió después que llegó a la muleta con una acometividad extraordinaria, todo motor, furia. Bravo el toro. Una catarsis de embestida que le hizo caballo ganador y casi de manera exclusiva. La faena de Alberto Aguilar fue de más a menos, también el gas del toro, que según avanzó el trasteo le costó más distanciarse de la muleta, moría antes su embestida, y Aguilar se le afeó la faena también entre el viento y la falta de temple. Una cosa lleva a la otra. Una cosa se envenena con la otra. Le marcó en la barriga al entrar a matar y le cortó una oreja mientras el público se dividía. Unos se quedaban con «Camarín» y otros con el esfuerzo de Aguilar. El toro puso la emoción (otro cantar era la entrega).
Descastado y sin clase fue el Baltasar del estreno de Iván Vicente al que sumó el reto del viento; peor se le puso la cosa con un cuarto que desarrolló peligro mientras el airecito levantaba las telas. Entregado Vicente. Víctor Barrio se las vio con un tercero, que pasaba de largo siempre rebrincado y muy cambiante según si el muletazo remataba con temple o no. Tarea difícil tal y como estaba la tarde. El descompuesto sexto cerró el festejo bajo la lluvia y el frío. Nada había que hacer a estas alturas más que pasar el trago con la mayor dignidad posible. Y acabamos