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Blanqueo al petróleo chavista

Biden ha levantado esas sanciones tanto al oro negro como al oro de verdad

Nicolás Maduro
Nicolás MaduroMatias DelacroixAgencia AP

La geopolítica consigue a veces auténticos milagros. Hace dos años, antes de que estallara la guerra de Ucrania, Nicolás Maduro era un gobernante apestado con el que era mejor no aparecer en ninguna fotografía y sobre cuyo régimen teníamos un embargo sobre la producción de hidrocarburos. No se podía comprar petróleo ni gas venezolano, como castigo a un Gobierno que no respeta los derechos humanos y vulnera la democracia. Veinticuatro meses después, sabemos ya que Biden ha levantado esas sanciones tanto al oro negro como al oro de verdad, cuya producción también es sobresaliente en Venezuela. No es que Maduro haya cambiado. No es que el régimen se haya democratizado. Apenas si se ha llegado a un acuerdo con los partidos opositores para fijar las reglas de las próximas presidenciales. Nada muy distinto a lo que ya ocurriera en anteriores citas electorales. Lo que de verdad sí que ha cambiado es que ahora no se debe ni puede comprar petróleo a Rusia, que la crisis de Gaza amenaza con restricciones al petróleo iraní, y que Estados Unidos lleva meses inyectando sus reservas en el mercado para evitar que el precio de los carburantes se dispare. Tanto, que esa reserva estratégica se encuentra ya en mínimos. De manera que no ha habido más remedio que blanquear tanto a Maduro como al petróleo chavista, que a través de Chevron aumentará la producción en 200.000 barriles diarios, con la idea de recuperar la producción de los años 90, cuando Caracas llegó a producir hasta 3 millones de barriles/día. Eso sí, habrá que hacer inversiones millonarias en infraestructuras. Maduro está feliz.