Opinión

Escrivá y el burro de las pensiones

El agujero de las pensiones se agranda cada vez más y este año llegará en total a los 51.700 millones de euros, una vez que se contabilicen de forma ordenada todos los gastos

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en funciones, José Luis Escrivá
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en funciones, José Luis EscriváEduardo ParraEuropa Press

Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), físico, dejó escrito que «un burro es un caballo traducido al holandés», muy ilustrativo y ocurrente, pero que también era un desprecio al idioma de Holanda. La comparación, original por encima de todo, quizá podría aplicarse a esa reforma que nunca llega de las pensiones que tiene anunciada el ínclito ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, que ahora sueña con sustituir a Nadia Calviño al frente de la economía española, vicepresidencia incluida, aunque ya se vería de qué rango, con Yolanda Díaz de por medio. No obstante, tampoco sería extraño que el inquilino en funciones de la Moncloa opte por preterir a la líder de Sumar, una vez que se ha comprobado su fuelle electoral, que no pasa de muy discreto.

Escrivá, obediente y más que algo trepa y ambicioso, ha desarrollado la cuadratura del círculo para su jefe con, por ejemplo, la indexación de las pensiones y sus estrambóticas y alambicadas explicaciones para justificar una cierta solvencia de la Seguridad Social cuando, en realidad, está quebrada y sobrevive del dinero que, por distintas vías, le entrega el Estado, con el que acumulará a finales de 2023 una deuda de 103.636 millones de euros, si se cumple lo presupuestado, y no está claro.

Ángel de la Fuente, director de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), uno de los «think tank» más prestigiosos de España, con prestigio internacional, publicó hace unos días un informe escueto titulado «Las cuentas de la Seguridad Social Ampliada (SSA), 2005-2023», tan ilustrativo como demoledor y alarmante. Aborda la evolución y situación actual de la SSA, que no es otra cosa que la combinación de los ingresos y gastos del sistema de la Seguridad Social y el de las llamadas Clases Pasivas que, para simplificar, se pueden asimilar a las pensiones de los funcionarios. Todo forma parte de un proyecto de investigación financiado en parte por la Fundación Ramón Areces.

Los datos que aporta Ángel de la Fuente son conocidos en su mayor parte, pero ordenados y agrupados cobran más valor, ya que son una radiografía bastante precisa de la situación del sistema de la Seguridad Social. Los ingresos por cotizaciones contributivas alcanzarán los 136.503 millones de euros. El pago de prestaciones contributivas llegará a los 183.382 millones de euros. Es decir, hay un déficit inicial de 48.914 millones de euros, lo que deja muy claro que las cotizaciones de los trabajadores en activo no son suficientes para pagar las pensiones de los jubilados. Contrasta con lo que ocurría en 2005, fecha de la que parte el estudio. En ese año, las cotizaciones aportaban 109.352 millones y las prestaciones contributivas requerían 91.445 millones, lo que arrojaba un superávit de 17.907 millones.

El deterioro del sistema en los últimos 18 años, con gobiernos del PSOE (Rodríguez Zapatero), PP (Mariano Rajoy) y Pedro Sánchez (PSOE) ha sido evidente, agravado por la contrarreforma Escrivá de la iniciada y nunca aplicada del sucesor de Aznar en la Moncloa que era tan impopular como quizá inevitable.

Las cuentas de la Seguridad Social, además, incluyen «letra pequeña», sí entre comillas, como son los 10.400 millones de gasto en prestaciones no contributivas y los 32.183 millones que cuestan la administración y prestación de servicios. En total, un gasto de 195.965 millones, frente a unos ingresos, también totales, de 189.551. Según eso, el déficit sería de 6.414 millones que, en teoría, se soluciona con un préstamo que concede el Estado. Sin embargo, el caballo se convierte en burro cuando se profundiza más. Los ingresos están inflados en 45.286 millones en concepto de «transferencias corrientes del Estado», es decir dinero que entrega a fondo perdido y que se destina a «prestaciones no contributivas» (10.241 millones), «clases pasivas» (12.400) y «complementos prestaciones contributivas» (35.004). En definitiva, el Estado tendrá que aportar 51.700 millones, salidos del erario público –de los impuestos de todos– para cuadrar la cuentas de la SS en 2023. Para completar el cuadro, habría que añadir los 103.636 millones que la SS debe al Estado y que todo indica que, de forma inevitable, serán apuntados en la barra de hielo, es decir, será una deuda que también pagarán todos los ciudadanos. Por último, como explica en estas mismas páginas el reportaje de Rosa Carvajal, la situación de los pensionistas españoles tampoco puede considerarse idílica y no está entre las mejores de Europa. Una reforma, tan profunda como quizá impopular, será inevitable antes o después, pero el ministro Escrivá opta ahora más por convertir el caballo en burro, al estilo de la traducción jocosa de Lichtenberg.

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