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En los confines de la mente
En su segunda temporada recién estrenada en Fox, «Legión», la serie de Noah Hawley, promete transitar territorios aún más extraños y desquiciados que en la anterior.
En su segunda temporada recién estrenada en Fox, «Legión», la serie de Noah Hawley, promete transitar territorios aún más extraños y desquiciados que en la anterior.
En los primeros minutos de la segunda temporada de «Legión», un restaurante de sushi sirve un plato de gofres que viaja a bordo de una lancha en miniatura, un ser humano se lame las muñecas como si fuera un gato en pleno proceso de aseo y un individuo con la cabeza cubierta por un tiesto gigante de mimbre habla a través de las voces robóticas de unas chicas con bigote. Pero el momento más desconcertante de esa primera hora de metraje llega después, cuando la pantalla se va a blanco y, mientras vemos a una mariposa animada, oímos la voz de Dios, que se parece sospechosamente a la de Don Draper.
Dicho de otro modo: en su regreso, este «spin off» de X-Men –creado por el celebrado showrunner Noah Hawley (Fargo)– continúa siendo la ficción más extraña y virguera de la televisión, tan distinta a las demás y tan entregada a sorprendernos, confundirnos y fascinarnos en cada escena que uno tiende a perder el hilo de lo que sucede y por qué. Tanto es así que la nueva tanda de episodios, de hecho, promete hacer que los ocho de la temporada anterior parezcan sobrios en comparación.
Realidad y percepción
Quienes no estén familiarizados con «Legión» agradecerán que se les ponga en situación: la serie toma elementos de géneros como el terror, el thriller y la ciencia-ficción para construir un relato de superhéroes agresivamente psicodélico y frente al que el espectador nunca debería dar por sobrentendido lo que ve. Transcurre en un mundo donde la realidad, los recuerdos, las fantasías y los paisajes mentales se confunden, lo que significa que lo que vemos en pantalla a ratos son cosas que pasan de verdad y a ratos es la percepción quizá distorsionada que alguien tiene de un suceso del pasado o del futuro, o algo que ocurre en una dimensión metafísica o algún otro tipo de universo alternativo. Personajes que creíamos conocer resultan ser alguien o algo distinto. Datos esenciales nos son suministrados a través de enrevesadas secuencias de acción o de números musicales –los minutos más espectaculares de la primera temporada adoptaron la forma de una minipelícula muda de terror en blanco y negro al ritmo de una versión tecno del «Bolero» de Ravel–. Los periodos temporales y los estilos visuales se confunden: la historia parece tener lugar en los años 40 y en los 60 y también en los 80 y en el presente, todo a la vez. Y se nos presenta aderezada con todos los trucos visuales que una cámara y un «software» de posproducción permiten. En otras palabras, «Legión» posee el formato idóneo para una serie protagonizada por un tipo que ha pasado la mayor parte de su vida entre instituciones mentales, convencido de estar loco.
La gran revelación de la primera temporada, eso sí, fue que David Haller (Dan Stevens) está más bien cuerdo –es el resto del mundo lo que parece haber sido invadido por la demencia–, y que de hecho es el mutante más poderoso del planeta. Ahora, mientras lo contempla trata de cazar a su némesis –un demonio de mirada amarilla conocido como Rey Sombra–, la segunda se pregunta qué es lo que separa a los héroes de los villanos.
David siempre ha sido un personaje dividido entre su retorcida conciencia y sus increíbles habilidades psíquicas, y el conflicto entre ambas facetas de su personalidad promete en estos nuevos episodios llegar hasta tal punto que habrá que considerar las implicaciones de confiar el destino del universo a alguien como él. ¿Y si tras su carismática fachada se oculta un monstruo? ¿Y si, en lugar de la historia de un héroe, «Legión» es el relato del origen de un villano? En cualquier caso, decíamos, la serie permanecerá menos interesada en eso que en ofrecernos algunos de los momentos televisivos más vistosos y desconcertantes de 2018.
Artificios de simplicidad
Desde el principio, sus detractores la criticaron por privilegiar la forma sobre el fondo, por deslumbrarnos a base de fuegos de artificio y que así no viéramos lo simples que eran los personajes o hasta qué punto el relato se sostenía sobre el tipo de clichés popularizados por Marvel. No son críticas desencaminadas, y puede que en la nueva temporada la personalidad y los poderes de David sigan siendo poco más que el vehículo a bordo del que Hawley da forma visual a cualquier chaladura que se le pase por la cabeza.
Sea como sea, y visto lo visto –tres de los diez nuevos episodios–, cualquier suspicacia sobre si esta historia y estos personajes merecen realmente nuestra atención queda disipada por el gozo que provoca ver y escuchar cada escena y cada plano. Esta segunda temporada comienza situada un año después de los acontecimientos ocurridos en la primera, cuando el protagonista fue capturado por un dron; para rescatarlo, los chicos de Melanie Bird se unirán a la División 3 para encontrar al Rey Sombra, su enemigo en común.Puede que la mayor parte de lo que sucede en «Legión» no contribuya a nuestra implicación intelectual o emocional y por tanto sea esencialmente ruido; pero, eso sí, es un ruido glorioso.
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