Televisión

Melodía para oídos selectos

«Mozart in the jungle» regresa con una cuarta temporada en la que su protagonista está inmerso en una crisis de identidad

Gael García Bernal interpreta a Rodrigo, una «rock star» del mundo de la música clásica en el que es uno de los trabajos más traviesos de su carrera
Gael García Bernal interpreta a Rodrigo, una «rock star» del mundo de la música clásica en el que es uno de los trabajos más traviesos de su carreralarazon

«Mozart in the jungle» regresa con una cuarta temporada en la que su protagonista está inmerso en una crisis de identidad.

Hubo un breve momento en el que casi pareció posible que «Mozart in the Jungle» –la ficción televisiva ambientada en el seno de la escena de la música clásica de Nueva York– se convirtiera en un acontecimiento culturalmente relevante. En concreto fue en el año 2016, cuando la serie ganó sendos Globos de Oro a la Mejor Comedia y al Mejor Actor de Comedia para Gael García Bernal. Pero nunca llegó a hacerlo; no encontró la manera de penetrar en el imaginario colectivo, ni en el territorio de las audiencias masivas.

En cambio, esta pequeña gran dramedia creada por Roman Coppola y Jason Schwartzman ha permanecido en un modesto segundo plano, contenta con ser una de las mejores teleseries que casi nadie ve, permanentemente preparada para seducir a cualquiera que disponga de cinco horas libres al año que pasar devorando del tirón los 10 episodios que cada una de sus temporadas nos ofrece. La primera resultó ser absolutamente encantadora; la segunda y la tercera se las arreglaron para serlo aún más; y ahora la cuarta, disponible desde el pasado día 17 en Movistar+, se muestra aún más irresistible gracias a su habilidad inigualable armonizando comedia y drama y a un reparto que en todo momento parece pasarlo tan genuinamente bien que es casi imposible no contagiarse de su energía.

«Mozart in the Jungle», recordemos, pone el foco en Rodrigo (Bernal), una «rock star» del mundo de la música clásica que, al principio de la serie, se ve enfrentado al reto de renovar la Orquesta Sinfónica de Nueva York. El más inmediato aliciente que las desventuras derivadas de él nos proporcionan es la posibilidad de contemplar a Bernal en una de las interpretaciones más traviesas y magnéticas de su carrera.

¿Una pareja compatible?

A lo largo de los años lo hemos visto interactuar con toda una serie de personajes entre los que destacan dos: por un lado está su predecesor al frente de la compañía, Thomas (Malcolm McDowell), que pasó de ser un rival a convertirse en su mejor amigo. Por otro, sobre todo, hemos asistido a su relación con Hailey (Lola Kirke), la joven oboísta que se ha pasado la vida tratando de ingresar en la orquesta. Durante un tiempo fue la asistente del joven maestro y, entre besos ocasionales, una noche la abuela de él leyó unas hojas de té y les dijo que estaban destinados a tener hijos juntos. Pero, ¿son las hojas de té realmente de fiar?

Si al final de la temporada pasada vimos a Hailey y Rodrigo oficializar su relación romántica, ahora, a lo largo de la cuarta, «Mozart in the Jungle» los pone en la disyuntiva de decidir si su amor mutuo y sus respectivas aspiraciones artísticas son dos cosas realmente compatibles. Rodrigo parece no tener dudas al respecto. Hailey, en cambio, no lo tiene tan claro.

Los esfuerzos de la joven por perseguir sus sueños de convertirse en directora de orquesta tienen una connotación feminista que resultan especialmente relevantes en nuestros días. En ese sentido, la serie resulta ilustrativa de cómo también la refinada escena de la música clásica se ve lastrada por el sexismo más rampante. Hailey se ve constantemente cuestionada por su juventud y su inexperiencia, debe aguantar que la acusen de aprovechar su relación con Rodrigo para escalar profesionalmente, y soportar que a su alrededor impere la creencia generalizada de que una mujer no es capaz de dirigir una orquesta.

Noches en vela

Por lo que respecta a Rodrigo, en la nueva temporada lo vemos inmerso en una crisis de identidad y pasar noches en vela tratando de descubrir qué rumbo debería tomar. Las responsabilidades derivadas del éxito han llegado a hacerle perder el contacto con las razones mismas por las que decidió dedicarse a la música en primer lugar. Los aspectos más introspectivos de su disyuntiva, eso sí, son interrumpidos por escenas en las que lo vemos bailar o hacer de camarero, o encontrarse con una versión robótica de su musa, llamada WAM en honor a Wolfgang Amadeus.

La temporada alcanza su punto álgido en su octavo episodio, titulado «Ichi Go Ichi E» y dirigido por Coppola. Situado en Japón, es una exquisita meditación sobre la preparación del té que gradualmente se convierte en una conmovedora reflexión sobre la naturaleza del amor, vehiculada por dos personas genuinamente conectadas entre sí que exploran sus sentimientos. Con todo, el tema fundamental de la nueva tanda de episodios es la misma preocupación que la serie ha mostrado en años anteriores: el significado de madurar, y aprender a vivir con los nuevos retos y compromisos que ese proceso acarrea, y a sobreponerse a decisiones equivocadas y salidas en falso para seguir averiguando el lugar que uno ocupa en un mundo cuyas reglas no dejan de reconfigurarse.