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¿Quién pudo evitar el 11-S pero no lo hizo?

«The Looming Tower», que se estrena la próxima semana en Amazon, recuerda los errores del gobierno estadounidense.

Jeff Daniels, que interpreta al agente del FBI John P. O'Neill, y Tahar Rahim, en la piel de Ali Soufan, único miembro del FBI árabe
Jeff Daniels, que interpreta al agente del FBI John P. O'Neill, y Tahar Rahim, en la piel de Ali Soufan, único miembro del FBI árabelarazon

«The Looming Tower», que se estrena la próxima semana en Amazon, recuerda los errores del gobierno estadounidense.

La mayoría de ficciones sobre el 11-S han adoptado un enfoque postraumático centrándose en agentes –Carrie Mahison en «Homeland», Maya en «La noche más oscura»– que cargan sobre sus hombros el peso de la culpa colectiva. Los investigadores de «The Looming Tower», en cambio, encarnan la mezcla de arrogancia, complacencia y ego que imperó en los servicios de inteligencia estadounidenses en los años previos al atentado y que les vendó los ojos ante su inminencia.

Rivalidad entre equipos

A diferencia del libro de Lawrence Wright que la inspira, lleva a cabo un análisis exhaustivo de la historia de Oriente Medio. La nueva serie se centra en los errores norteamericanos que contribuyeron a crear tropas de terroristas y a la muerte no solo de quienes estaban en el World Trade Center aquel día de septiembre, sino de otros cientos de miles de personas en los 16 años que Estados Unidos lleva inmerso en esa «vendetta» llamada Guerra contra el Terrorismo: primero, la falta de cooperación entre la CIA y el FBI, basada en el territorialismo y la competición tan agresiva que rayó en la hostilidad; segundo, un exceso de vanidad y ambición personal entre los integrantes de ambas, que inevitablemente los sumió en, tercero, la falta de imaginación. Simplemente, no podían concebir que Al Qaeda fuera a atentar contra suelo estadounidense.

Los primeros episodios contemplan al grupo terrorista emerger como una amenaza creciente tras atacar las embajadas estadounidenses en Dar es Salaam y Nairobi en 1998 e ir ganando apoyo financiero e ideológico. También se fijan en las circunstancias que rodearon esos sucesos y en la terrible decisión de la Administración Clinton de bombardear Sudán y Afganistán a modo de represalia en una época en la que el escándalo de Monica Lewinsky copaba los noticiarios. Las simpatías de la serie quedan claras en su modo de observar a sus protagonistas. El agente especial del FBI John P. O’Neill (Jeff Daniels) es un tipo tosco y mujeriego, sí, pero también devoto de su trabajo y una de las pocas personas capaces de reconocer la amenaza terrorista. Su rival, el analista de la CIA Martin Schmidt (Peter Sarsgaard), en cambio, es un indeseable y motivado sobre todo por la sed de poder.

El magnífico documentalista Alex Gibney es no solo uno de los creadores de la serie sino también director de sus primeros episodios, y eso se nota en el modo en que estos dan menos importancia a las convenciones de la ficción sobre contraterrorismo –el héroe obsesivo, la sensación constante de paranoia–que a la atención tanto a la verosimilitud como al significado de la cascada de decisiones equivocadas. Pero, ¿con qué fin?

Algunos títulos previos sobre la Guerra contra el Terrorismo se preguntaron si ha valido la pena considerando el daño causado en la conciencia de Occidente («La noche más oscura»), o si ha sido efectiva («La bestia del reino»); otros se plantearon todo eso a la vez («Syriana»). ¿Qué se pregunta la serie «The Looming Tower»? Que la fractura puede conducir al desastre, es una moraleja pertinente en un tiempo en el que el político más importante del mundo fomenta la ruptura en el interior de su gobierno y el enfrentamiento con otros líderes. Sin embargo, visto lo visto, la nueva serie es menos una parábola de nuestro tiempo que un procedural absorbente pero no especialmente profundo o intrépido; una versión deluxe de «Ley y orden», con grandes actores e intrigas internacionales, en la que en todo caso el suspense es sustituido por un tono elegiaco: se sabe de antemano que los villanos se saldrán con la suya, y en la que las circunstancias de los protagonistas resultan irrelevantes considerando la inevitable tragedia que se cierne. Quizá, al final, su mensaje más poderoso es uno esencialmente desesperanzado: que ante la amenaza del terrorismo, estamos solos.