Viajes

Razones para practicar el turismo nacional: las montañas españolas

Estas son nuestras montañas favoritas de España. Las que recorremos verano tras verano, y este año visitaremos con más pasión. ¿Cuáles son tus montañas y picos favoritos? ¿A cuáles irás cuando acabe la cuarentena?

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El sector del turismo español espera este año que no se efectúe ninguna o prácticamente ninguna visita al territorio nacional por parte de extranjeros. Teniendo en cuenta que los ingresos anuales que recibe nuestro país a partir del turismo rondan los 90.000 millones de euros, la mayoría procedente de turistas extranjeros, no hace falta hacer demasiadas cuentas para saber el dinero que no vamos a recibir. Es por eso que este verano, y las vacaciones que sigan, es crucial que seamos nosotros, los españoles, quienes viajemos por España. Si la cuarentena nos da pie a ello, claro está. Este es el año para conocerla más profundamente, visitar los pueblos y ciudades a los que nunca vamos porque los consideramos demasiado abarrotados. Aunque el favor es recíproco. España no es solo nuestra tierra, sino la mejor tierra para disfrutar. Hoy hablamos de sus montañas.

Senderismo y escalada son sinónimos de libertad

Se experimenta cierta sensación de frescor al respirar profundo desde una montaña. Cualquiera de ellas. Nuestros ojos atrapan imágenes inmensas, compitiendo con los halcones, hasta que el azul del horizonte las oculta y no podemos ver más. Pero todo lo observamos pequeño, como un juguete. Si caminamos hasta el mirador del Fito, en los Picos de Europa, podemos comprobarlo. Y pese a ver tanto, tantas bestias corriendo por el bosque, coches rumiando en la carretera, pájaros que vuelan y bosques meciéndose, nuestro alrededor lo embarga un silencio estremecedor. Esas piezas del mundo que vemos, minúsculas desde lo alto de nuestra montaña, fluyen frente a nosotros de forma parecida a una obra de teatro sin volumen. Es magia, la vista desde una montaña. Puede ser que la sintamos desde los Miradores de Ordesa (Huesca), o desde el Alto da Groba (La Coruña). Y da la casualidad de que nuestro país es el segundo más elevado de Europa, por detrás de Suiza.

Uno de los senderos del Parque Picos de Europa
Uno de los senderos del Parque Picos de Europalarazon

El turismo de montaña está en manos de los amantes de la naturaleza, lo real, lo sincero. Mientras el mundo corre a un lado u otro buscando experiencias artificiales, ellos se visten adecuadamente sin hacer caso de modas, cargan una mochila con lo indispensable y comienzan a caminar. Un paso por la Ruta de Valle Colgado (Lérida), serpenteando entre los lagos de Gerber. El siguiente paso, tanteando el Parque Nacional de Ordesa en busca de Monte Perdido. Allí, en los Pirineos. En ocasiones el terreno se vuelve empinado y hace falta controlar la respiración. Más empinado, y los expertos gritan de alegría mientras se descuelgan la cuerda y se preparan para la escalada. Se quema la adrenalina y tensan los músculos, puro hierro. Esto ocurre en Chulilla (Valencia), en la Pedriza (Madrid) y en tantos lugares más. España es un pequeño paraíso para los aficionados a la escalada, un jardín de edén diferente al que muestran los libros. Más real. Con pedazos de roca abalanzándose hacia las nubes.

Una roca roja, como Las Médulas en León, que albergaban en sus tripas todo el oro que pudieron extraer los romanos en su paso por la península; una roca gris imitando a la ceniza, igual a la del Macizo de Itxina (Vizcaya).

Cada cual con sus razones

¿Y por qué subir una montaña? ¿Cuál es el poder mágico que engancha a los senderistas y escaladores? Aquí entramos en los terrenos de lo indescriptible, donde el mundo interior de cada uno se revela con un estruendo particular al alcanzar la cima. Unos lo hacen por añadir picos a sus espaldas, y suben el Aneto, o el Puig Campana, o el Pico de Almanzor, como una salamandra las paredes quebradas del jardín. Ágiles, sin mirar abajo hasta alcanzar el final. Otros buscan una vista que les corte la respiración: mirar las ciudades del hombre como lo haría un animal salvaje desde el Macizo del Turbón (Aragón) o los caminos de la naturaleza que confluyen a los pies de la Sierra de Aljibe (Cádiz). Buscan el mar visto desde el Mirador de Toix en Alicante.

Agua depurada del Pirineo hasta el mar
Agua depurada del Pirineo hasta el marlarazon

Pasear las montañas de España implica un nivel de respeto y amor por la naturaleza poco común en los años que corren. Una fuerza de voluntad oculta para muchos. No es sencillo coronar el Naranjo de Bulnes y se jadea durante los últimos metros. Pero no importa demasiado, la meta está en el punto más alto y no sirven las excusas para cejar en la lucha que nos dábamos allí abajo. Porque lo decía Ingmar Bergman: “Mientras se sube una montaña las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.” La bestia que habita dentro de todos los hombres despierta al cubrir la cima y encontrarse en un mundo sin barreras. Y ahora que vamos a pasar tantas semanas encerrados entre paredes, necesitamos más que nunca paladear esa sensación de infinita libertad. Lo sabe quien haya pisado el límite que marca una frontera entre el Pico de Pedraforca y el cielo.

No hacen falta hoteles de lujo, cuando uno se hospeda en el hotel de mil estrellas que significa una noche en las entrañas de la Asturias montañosa. Ni platos complicados si quedan algunas latas de conserva. Tan solo se necesita paciencia y esfuerzo, que son dos virtudes tan válidas para la vida como para rozar con las puntas de los dedos los picos de España.