Viajes

Nueve lugares en España calcados a otros tantos del mundo

Seguimos encontrando nuevas formas de viajar por el mundo este verano, todavía sin salir de España. La rica cultura y extensa naturaleza de nuestro país permite perderse en algunas de sus esquinas como si perteneciesen a otros países.

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jpgMaria Michelle

Las llanuras de Soria y los páramos de Mongolia

A la izquierda, Soria. A la derecha, la basta llanura mongola.
A la izquierda, Soria. A la derecha, la basta llanura mongola.Alfonso Masoliver Sagardoy

Con la delicadeza de una maqueta montada por las manos de un creador profesional, las amplias llanuras de Soria confunden a uno con la estepa mongola. Solo las distingue el tamaño. Mientras que en Mongolia alcanzan hasta pasada la vista del halcón, en Soria todo se reduce, queda más a mano. Supone una mayor sencillez a la hora de visitarlas, aún sin perder la impresión que otorga la inmensidad de la naturaleza. Para los amantes de la naturaleza tallada en bruto, sin aditivos, las llanuras ocupan un hueco especial en sus deseos. Aquí no hay árboles de adorno, apenas alguna roca. La tierra es dura de pisar. Si alguno tenía pensado viajar a Mongolia o Rusia para practicar la acampada, en España tiene su segunda opción en Soria, lobos incluidos. Apenas quedan dos manadas rondando por tierras sorianas pero es precisamente parte del encanto. Todo es más pequeño y queda al alcance de nuestra mano.

La Catedral de Burgos y la Catedral de Milán

Son bellezas talladas de la mano del hombre hace siglos. Piedra a piedra, colocadas con ternura. Por sus cristaleras se cuelan brillos imposibles de encontrar en cualquier otro lugar. Ambas fueron diseñadas siguiendo el estilo gótico, que algo tiene para dejarnos pasmados cuando descubrimos sus pórticos de entrada. ¿Qué será? ¿Qué poder tienen los hombres, que son capaces de juntar una pila de rocas en una posición determinada y robar el aliento incluso al más ignorante de nosotros? La Catedral de Milán es una delicia arquitectónica de dudosa comparación, pero la de Burgos se posiciona orgullosa a su misma altura. Es más, puede que incluso la supere, ya que forma parte del Patrimonio de la Humanidad mientras que la de Milán solo llegó a ser candidata. No hace falta salir a países lejanos, no siempre, al menos, para deleitarse con la arquitectura. De eso en España casi nos sobra.

Playa de los Caños en Cádiz y el Caribe

Si es que lo tenemos todo. Hasta el Caribe tenemos a tiro de piedra desde nuestra casa. Aguas mansas imitando el color cristal, arena blanca extendiéndose servil para ser pisada, viento fresco pero sin llegar a arrebatarnos el calorcito del verano... Alguno dirá que le falta el mojito pero tampoco le falta porque el Bar Las Dunas está a pie de playa y sirven los mojitos necesarios para terminar el efecto caribeño. Puede que falten las palmeras, sí, pero las palmeras son peligrosas porque los cocos caen en picado cuando menos te lo esperas. Recuerdo una vez que pasé la tarde en una playa de Haití, y no pude ver el mar porque me pasé la tarde entera mirando que no me cayeran los cocos. Un incordio de los graves, sobre todo porque el viaje había costado su buena porción de ahorros. Así es más sencillo, sin cocos en Cádiz.

Selva de Doramas y el Amazonas

Otra vez volvemos a la deliciosa regla donde todo es más pequeño y asequible. Al visitar una selva podemos buscar esa leve sensación de peligro por perdernos que nos mantiene siempre alerta, la humedad insoportable abrazándonos cada poro de la piel, vislumbrar pequeños vertebrados aparecer y desaparecer fugazmente entre los helechos. Embotar nuestros oídos con el estruendo de los pájaros en libertad. En la selva nos zambullimos en el color verde y cada tono que puede alcanzar a rozar, maravillándonos por la variedad que posee un solo color. Que cuando llueva, llueva fuerte y con furia inusitada. En la selva, el ser humano abandona su piel de ciudad y se viste con una nueva, escondida durante el resto del año, para confundirse con la naturaleza. Y cada una de estas sensaciones se puede experimentar en la selva de Doramas en Las Palmas. Incluso tiene especies en peligro de extinción, al igual que la mitad del Amazonas, como la babosa de boina de Machado. Quizás solo cambie que, al ser de menor tamaño que el inmenso Amazonas, resulta más complicado perderse.

Teatro romano de Mérida y de Ostia

A los amantes del mundo antiguo les llaman con insistencia dos países: Italia y Grecia. La impulsora de la civilización una, la cuna de la civilización la otra, albergan en sus territorios delicados monumentos todavía en pie después de más de dos mil años. Quebradizas, las columnas aguantan el tipo frente a los visitantes. Los amantes del mundo antiguo, digo, encontramos un placer particular en caminar por los edificios semiderruidos e imaginar los tiempos en que se representaban frente a vociferantes muchedumbres las obras de Plauto. Si rozamos el fanatismo, puede que nos sentemos en los palcos para leer su obra magistral, Los gemelos, y ambientarnos todavía más. El teatro de Ostia, a las afueras de Roma, quizás sea la localización más indicada para estirar al máximo nuestra actuación particular. Pero a falta de pan, buenas son tortas (del Casar), y el teatro romano de Mérida es un sustituto perfecto para representar nuestras fantasías.

Desierto de las Bardenas Reales y Monument Valley

A la derecha, el desierto de Bardenas Reales; a la izquierda, Monument Valley.
A la derecha, el desierto de Bardenas Reales; a la izquierda, Monument Valley.Alfonso Masoliver Sagardoy

Mítica escena en las películas del Oeste. Un paisaje semidesértico devora al sufrido protagonista camino a la perdición. Con la boca llena de palomitas pensamos, vaya preciosidad de sitio, vaya gozada perderse allí con un caballo y nada más que agua y comida en las alforjas. La idea evoluciona lentamente, torna en deseo con el paso de los días, puede que veamos más películas del Oeste para fomentarla. El deseo es casi una necesidad al cabo de pocos meses. Ahorramos un dinero, hacemos una lista. Compramos un billete de avión a Monument Valley. Más o menos así se crean muchos viajes. Vemos una película y nos entran unas ganas horrorosas de vivirla. Pero en algunos casos no hace falta cruzar un océano para conseguirlo. Si lo que se busca es un paisaje semidesértico donde perderse con alforjas y un caballo, uno puede subir al coche y conducir a Navarra. Le espera el desierto de las Bardenas reales. Allí la arena es más clara que en el oeste americano y los gatillos no se disparan con tanta facilidad.

Los Pirineos y los Alpes

Los Alpes son preciosos, es innegable. Ha costado encontrar un macizo montañoso que se le asemeje y pueda competir en esplendor. Elegimos los Pirineos. Roca desnuda arañando las capas bajas del cielo. Naturaleza estática con resquicios de furia. Las hermosas rutas que este año desearíamos pasear no van a poder ser en los Alpes, pero siempre nos quedarán los Pirineos. Al Mont Blanc lo sustituimos por el Aneto, o por cualquiera de los 212 picos de más de 3.000 metros que tiene nuestra cordillera predilecta. En ellos sopla un aire tan gélido y vigorizante como en cualquier montaña alpina, también se nos permite calzar botas gruesas, llenar la mochila de provisiones y caminar con un sabor especial de libertad. Nos refugiamos en ellas y ellas nos acogen con la benevolencia de una madre. Este año los Alpes no serán, pero peor lo tienen en Holanda para encontrar una cordillera que los iguale.

Serrano y Regent Street

Ya sabemos que caben muchos tipos de turismo. Dependerá de los gustos y el alcance de nuestros bolsillos. Por eso es tradición entre las familias acomodadas de España, desde hace siglos, pasar breves temporadas en Londres para renovar su armario y, de paso, comprarse una nueva loción de afeitar. La globalización ha permitido que cada vez sean más personas las que puedan pasear la famosa Regent Street en Londres, donde marcas de alta gama abren sus escaparates al apetito de los consumidores. Desde Victoria´s Secret hasta la mejor tienda de juguetes posible que es Hamleys. Ir a Londres para visitar el Big Ben, el Palacio de Buckingham y pasear (aunque sea mirando pero sin tocar) la bulliciosa Regent Street, entran en un mismo saco. Por eso los que pensaban darle el aire a su tarjeta de crédito tendrán que mudarse este año a la milla de oro madrileña, en la calle Serrano. Aquí tendrán las compras, el elegante bullicio y los preciosos edificios del siglo XIX y principios del XX decorando la calzada.

La playa del Verodal en El Hierro y Red Beach en Santorini

Red Beach en Santorini, a la izquierda; la playa El Verdoral, a la derecha.
Red Beach en Santorini, a la izquierda; la playa El Verdoral, a la derecha.Alfonso Masoliver Sagardoyhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.en

Viajamos lejos en busca de nuevas sensaciones. Alguno tenía reservado este año para pasear por una playa cuya arena nos da la impresión de estar pisando Marte. Roja, como arañada por una criatura viva. Este es el caso de Red Beach en la isla de Santorini, oculta a ojos irrespetuosos por un alto acantilado de piedra igualmente roja. Tiene algo de exclusivo, pese a no contar con aforo limitado. Hace falta conocer el terreno para encontrar esta dantesca playa. Pero queda un atisbo de salvación para quien buscaba esta experiencia exacta. En la isla de El Hierro también hay una playa de tierra rojiza, también oculta por celosos acantilados. La única diferencia es que está más cerca de casa.