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Adivina, adivinanza, ¿cuál es la ciudad más antigua de España?
Hoy jugamos a las adivinanzas. Descubre cuál es.
Hoy voy a jugar contigo. Nos hemos malacostumbrado a que yo te cuente y tú leas, como robots lo hacemos, cada día un artículo nuevo, con una temática nueva, busco un asunto que parezca interesante (y lo es, me los curro mucho) y serpenteo como loco entre datos, cifras y recuerdos para explicártelo. Hoy no quiero hacer eso. Mañana, tal vez, pero hoy no. Hoy podemos jugar a las adivinanzas y quebrar el tedio de la rutina.
Adivina, adivinanza, ¿cuál es la ciudad más antigua de España?
La construyeron los fenicios en torno al 1.100 a. C. Algunos dicen que también se trata de la ciudad más antigua de Europa que sigue habitada, porque Argos (Grecia) y Plovdiv (Bulgaria), ambas fundadas en torno al sexto milenio antes de Cristo, han botado de ciudad a pueblo, de pueblo a ciudad y así sucesivamente a lo largo de los siglos, mientras que este lugar en concreto siempre ha ostentado la categoría de ciudad.
La fundaron los fenicios a las orillas del mar, poco después de la conocida guerra de Troya. El propio Aníbal Barca, comandante en jefe de los gloriosos ejércitos cartagineses, azote de los romanos y conocido por cruzar los Alpes casi por gusto, la utilizó como punto de partida en su guerra contra Roma. Es, por tanto, una ciudad habituada a sentir bajo su tierra los pesados pasos de los hombres poderosos. Julio César le tuvo especial cariño, hasta el punto de nombrarla civitas foederata. No es poca cosa. Incluso llegó a ser la segunda ciudad más poblada del imperio durante un tiempo, por detrás de la eterna Roma, y dicen que el emperador Adriano nació por sus alrededores.
Una ciudad de semejante importancia no podía librarse de la avaricia cruel que forja tantas guerras. Con la caída del Imperio Romano, fue tomada por los visigodos y experimentó un brusco proceso de declive, poco después la recuperaron los bizantinos y en el año 620 pasó a manos visigodas definitivamente. Aunque por poco tiempo. El maquiavélico Tariq Ibn Ziyad, comandante en jefe de las huestes musulmanas, la conquistó en el año 711 y no volvió a ser territorio cristiano hasta siglos después, cuando Alfonso X el Sabio la reconquistó. Corría el año 1262.
Desde entonces y hasta la creación del reino de España tal y como hoy lo comprendemos, pasó a formar parte del reino de Castilla, conociendo su época de mayor esplendor. Su privilegiada posición entre los mares Mediterráneo y Atlántico le otorgaron un poder sin precedentes para la conquista de América. Esta es una pista fácil. También fue una de las ciudades que más duramente sufrió la epidemia de peste durante los años dulces del Renacimiento.
Su facilidad para catapultar navíos a lo largo de todo el globo hizo que fuera una de las ciudades españolas con más esclavos (mientras hubo esclavos en España) y se dice que a finales del siglo XVI, hasta el 10% de su población procedía del África Subsahariana. Como sede de la Flota de las Indias albergó una riqueza prácticamente desconocida hasta la época, y esto lo convirtió en un jugoso fruto para las fuerzas invasoras en 1808. La asediaron sin descanso y cuenta la leyenda que fue aquí donde se inventó la tortilla de francesa (tortilla a la francesa, como se decía entonces) debido a que el asedio impidió la entrada de patatas para cocinar nuestra tradicional tortilla.
La pérdida de Cuba en 1898 terminó con el Imperio Español y la utilidad de esta ciudad para el comercio americano. Su importancia decayó paulatinamente y no ha vuelto a recuperarla hasta la fecha. Medio siglo después serviría como base del bando sublevado, durante la Guerra Civil española.
Su clima mediterráneo, con una temperatura media que ronda los 18,6 ºC durante el año, la convierte en la tercera capital de provincia más calurosa de España. Ah, sí. Es capital de provincia. En Andalucía, por si alguno no lo ha imaginado todavía. Una provincia en la que nacieron mitos del arte español como Lola Flores, Paco de Lucía, Camarón de la Isla y Rafael Alberti.
Ya sabes la respuesta: Los fenicios la nombraron Gadir, que significa “recinto cerrado”; los romanos la rebautizaron como Gades. Nosotros la llamamos Cádiz.
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