Japón
Guía práctica para automomificarse al estilo japonés
En la prefectura japonesa de Yamagata podemos encontrar las momias de 16 monjes que alcanzaron la categoría de Buda en vida
El asunto de las momificaciones da para un libro. De hecho, estoy pensando en escribir uno que podría sonar tétrico pero que en realidad resultaría salvaje, por la variedad de momificaciones que se han dado a lo largo del mundo y de la Historia, y por la alianza íntima que los procesos de momificación sostienen con las complejas religiones que los motivan. Tiene algo de tenebroso y de hermoso la momificación de un ser humano, cuando mediante ungüentos y oraciones casi mágicas conseguimos conservar un cuerpo intacto a lo largo de miles de años. Las momias de Sicilia, de Canarias, de Egipto... cada una de ellas se mantuvo mediante técnicas diferentes y estrechamente ligadas con la cultura y la naturaleza local. Desde luego que es asombroso. Tétrico, puede ser, pero asombroso a fin de cuentas.
Hoy nos disfrazamos con las plumas del albatros para volar al norte de Japón. Planeamos sobre la isla de Honshū y aterrizamos con pesadez en la prefectura de Yamagata. Aquí encontraremos un nuevo tipo de momia. Del tipo que se momificaron a sí mismas, antes de morir.
¿En qué momento se les ocurrió?
Nos ocurre en ocasiones que vemos un cangrejo y comentamos que el primero que se comió un cangrejo debía tener un hambre importante. Se nos hace extraño pensar que los mecanismos del pensamiento hayan empujado a nadie a mirar un cangrejo, en apariencia indestructible, y luego lo hayan llevado a arrancarle el caparazón para sorber su carne. De forma semejante se nos hace extraño que alguien hubiese tomado la decisión de momificarse en vida, y lo que es mejor, que haya descubierto el método para hacerlo con éxito.
Para encontrar al primer auto-momificado victorioso del que tenemos constancia haría falta conocer al monje budista Sangha Tenzin, en una región norte de la India muy próxima al Himalaya, todavía expuesto en un templo en la aldea de Gue. Esta es una momia de 550 años y reencontrada en 1975. Luego habría que seguir el camino; siempre hay un camino, un lugar de inicio - que en este caso sería el cuerpo quebradizo de Sangha Tenzin - y un punto final - la prefectura de Yamagata - y a lo largo de nuestra ruta encontraríamos monjes budistas auto-momificados en Nepal, Tíbet y China. Todos ellos momificados a partir del estilo Sokushinbutsu (que literalmente viene a significar “consecución de la budeidad en vida”) y que se piensa que inició Kūkai , el fundador del budismo Shingon, o quizá los seguidores del budismo zen en China.
La intención de los monjes que procuraron auto-momificarse en vida era la de alcanzar el Tushita, una Tierra Pura, a través del sufrimiento que les reportaba este inquietante proceso.
¿Cómo lo hacían?
En realidad no parece complicado. Debemos entender que la auto-momificación era un proceso muy sufrido y doloroso, guiado por la filosofía asceta de los monjes budistas, y se requería una enorme fortaleza física y mental para completar el proceso. Pero el método a seguir, si se tiene la fuerza requerida, no parece difícil. Ahora pediré al lector que no pruebe esta técnica en casa porque podría buscarme un problema.
Una vez tomaban la decisión de auto-momificarse, los monjes dedicaban los 1.000 días siguientes a alimentarse en exclusiva de frutos secos y semillas. Eliminaban de su dieta cualquier otro alimento. A lo largo de este tiempo, el monje dedicaba los días a la meditación y a colaborar con las tareas físicas más exigentes del templo. Luego dedicaba otros mil días a alimentarse de semillas en exclusiva. Esta dieta rigurosa tenía dos objetivos: el primero era el de provocar un enorme sufrimiento al monje, un sufrimiento crucial para alcanzar la iluminación; el segundo pretendía eliminar todas las grasas y líquidos posibles del cuerpo, de manera que prevenía el cultivo de insectos y bacterias una vez fallecidos.
El truco del almendruco consistía en beber té de corteza de urushi a lo largo de todo el proceso. Este es un té altamente tóxico cuyo veneno se mantiene en el organismo una vez muerto, pero que provocaba las vomitonas necesarias para eliminar hasta el último resquicio de líquido corporal. Tras soportar los últimos mil días alimentándose de semillas, los monjes se introducían en una estrecha caja de madera construida a medida, sentados en posición de loto, e iniciaban su meditación final recitando sin cesar letanías de tantras budistas. Su único contacto con el mundo exterior eran una caña de bambú que les permitía respirar y una campanilla que hacían sonar una vez al día, de manera que sus compañeros supieran que seguía vivo. Al llegar el día en que la campanilla no sonaba, los monjes retiraban la caña de bambú y sellaban la caja. Mil días después se abría la caja para comprobar si el auto-momificado había conseguido alcanzar el Sokushinbutsu. De haberlo logrado se le elevaba automáticamente a la categoría de buda viviente y su cuerpo era expuesto en los templos para su adoración. Si no lo conseguía, se le celebraba un funeral con todos los honores.
¿Dónde podemos verlas?
Aunque la práctica de la auto-momificación fue prohibida por el emperador de Japón en 1877, todavía se conservan 28 momias en el país, de las cuales 16 pueden visitarse. La más conocida es la Shinnyokai Shonin en el Templo de Dainichibou, sobre el Monte Sagrado de Yudono. Esto se debe a que la mayoría de los monjes japoneses que efectuaron la auto-momificación lo hicieron en esta región, se piensa que gracias a los altos niveles de arsénico que llevaba un riachuelo local. Y parece ser que el arsénico ayudaba a completar esta dolorosa tarea.
También pueden visitarse - siempre con el respeto que su esfuerzo requiere - momias budistas en el Templo de Nangakuji (Tsuruoka) y el Templo de Kaikokuji (Sakata), todas ellas en el noroeste de la isla de Honshū.
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