Escapada
El estado de alarma ha terminado, pero la alerta sigue en nosotros. Hemos vivido más de un año de sobresalto en sobresalto y ha llegado el momento de parar, coger aire y replantearnos el rumbo. Volver a empezar. Y pocos lugares tan propicios para la reconexión como este hotel clavado en el Parque Natural de la Sierra de Mariola, entre Alicante y Valencia. En menos de cuatro horas se cubre el trayecto en coche desde Madrid, un viaje que tiene el aroma de los buenos comienzos –es el primero «legal» en semanas– y el destino final menos transitado, el de uno mismo.
El viejo mastín de Sonia Ferre, alma del proyecto, da la bienvenida a esta imponente masía del siglo XIX. Desde que el recién llegado inspira la calma que flota en el ambiente, antes de instalarse en alguna de sus ocho habitaciones de edredones blancos y gusto exquisito, comienza la experiencia transformadora. En MasQi, «The Energy House», nada es producto del azar. Desde la comida macrobiótica hasta las terapias bioenergéticas, el yoga y la meditación; todo suma para recuperar el equilibrio. Cuenta la directora que por aquí han pasado en estos ocho años de aventura buscadores de múltiples respuestas. Personas que querían retirarse para tomar una decisión, matrimonios que ansiaban reencontrarse, ejecutivos estresados que debían aprender a respirar...
Cualquiera que persiga centrarse encontrará aquí la punta de un hilo del que tirar. Los programas que ofrecen Sonia y su equipo se hacen a medida del que aquí arriba. Y para quienes dispongan de una semana completa, han ideado un protocolo específico para sacar el máximo partido de salud y bienestar a la estancia. Una transformación que se dará a todos los niveles: físico, mental y emocional. Y que asegurará que de aquí se sale con la mejor versión de uno mismo.
La experiencia de vida de Sonia Ferre le ha demostrado que cada crisis regala un aprendizaje. Ella misma lo experimentó cuando una enfermedad le hizo renunciar a su ritmo desaforado de trabajo y decidió abrir este hotel con la intención de enseñar a otros lo que ha sacado en claro. Y es que los tratamientos en MasQi, que se alzó con el premio internacional Condé Nast Traveller en 2020 al «Best Holistic Hideaway», son integrales. Entienden, y tratan, el cuerpo y la mente de manera holística, como un todo. Para empezar el día proponen una sesión de yoga (vinyasa, iyengar, hatha o ashtanga) en el espectacular domo construido junto a la piscina, el mismo lugar en el que se acaba la jornada con una meditación guiada.
En esas horas que van desde el saludo al sol hasta el ocaso, uno puede recorrer a pie las múltiples rutas entre pinares que ofrece esta sierra o entregarse a fondo en la Casa de los Masajes a las sesiones que fusionan técnicas ancestrales, como la medicina tradicional china y el ayurveda, con otras como la kinesiología y las terapias bioenergéticas, con el fin de desbloquear puntos y liberar tensiones. Las hamacas del jardín invitan a la lectura o, simplemente, a permanecer en el presente junto a una taza del imprescindible Kukicha (también conocido como el té de los tres años). Si uno tiene la suerte de poder apagar el móvil, la experiencia será aún más radical.
Una mente sana descansa en un cuerpo en forma y para ponerlo a punto la propuesta de MasQi incluye tratamientos corporales y de reducción del perímetro abdominal, además de masajes de distinta intensidad. Para ello resulta decisiva la cocina elaborada con productos ecológicos en base a una filosofía gastronómica que busca la adecuada proporción entre el ying y el yang y que se sirve en una vajilla maravillosa que firma la ceramista Encarna Soler.
Para resetearse en este hotel no hace falta tener brújula propia. A través de sesiones individuales de «mentoring» con Sonia, uno puede volver a encontrar la senda que le conduzca a su camino, que es personal e intransferible. Nada como conocer el punto exacto en el que nos encontramos para trazar un plan que nos lleve, sin prisa pero sin pausa, al lugar donde ansiamos estar.