Viajes
Pues claro que hay que ir a La Palma para hacer turismo
Pero no precisamente a ver volcanes
Las desafortunadas declaraciones de Reyes Maroto probablemente han sido analizadas con más palabras (entre textos de opinión y tertulias televisivas) que palabras ha utilizado la pobre ministra en toda su vida. Se le olvidó recordar que el volcán Fagradalsfjall en Islandia no se tragó de sopetón decenas de viviendas y no vapuleó centenares de vidas en diez días y que precisamente por eso pudo servir de reclamo turístico, entonces metió la pata hasta el fondo. Pero sí que acertó en un matiz, si queremos ser fieles a la verdad: pues claro que hay que ir a La Palma para hacer turismo. Pero no para ver la lava del volcán de Cumbre Vieja y hacer turismo de miseria, al contrario; en cuanto la situación se normalice podríamos aprovechar y visitar todo lo demás que la isla tiene para ofrecernos, quizá podamos aportar nuestro granito de arena en su recuperación económica, y ya adelanto que no es poco lo que hay por ver. Empezamos.
Actividades al aire libre
La formación volcánica de la isla vuelve inevitable que entre las visitas de naturaleza que ofrece entren pequeñas incursiones a erupciones anteriores, algunas tan recientes como el siglo pasado, otras que se remontan a centenares de años atrás y que, una vez solidificada la lava, una vez olvidada la angustia que provocó en los habitantes de La Palma, confluyen en hermosísimos escenarios de rugosa roca oscura. Aunque creo que todavía sería pronto para jugar a la hipocresía diciendo que las erupciones que afectaron a nuestros antepasados sí que pueden visitarse mientras que las que afectan a nuestros compatriotas hoy, no. Entonces no vamos a hablar de volcanes en lo que queda de artículo, se acabó.
Así encontramos una esmeralda verde que es el Bosque de Los Tilos. Situado en el norte de la isla, contrasta bruscamente con el resto del escenario hasta dar forma a una maravilla diminuta. Aquí crujen placenteramente las ramas de los árboles y se escucha el canturreo travieso de los pajaritos. Aquí nos perdemos y se nos olvida que tenemos que volvernos a encontrar. Este olvido es delicioso y merece la pena probarlo, al menos una vez en la vida. Aquí cae un agua fresca de la cascada. Y dije que ya no hablaríamos más de los volcanes pero de verdad que parece milagroso que una isla que se formó con estas coladas de fuego haya podido albergar un espacio tan fresco y húmedo. Numerosas rutas de senderismo ofrecen un puñado de horas de calma y de naturaleza, en el que quizá sea el primer paso para mimetizarnos con la tierra agresiva de La Palma.
Claro que un tipo de entorno como este influye gratamente en los habitantes de la isla. Allí son buena gente. No conozco a nadie que me haya dicho que los canarios, no digo ya los palmeros, sean gente de poco fiar. Que sí, que son muy buena gente. Fíjese que en el lado este de la isla, muy próximo a Santa Cruz de La Palma, encontramos un ejemplo perfecto de esta amabilidad con la naturaleza que les rodea: es el Maroparque Isla de La Palma “Fundación Maroparque” un centro de rescate de animales exóticos donde todos los visitantes, grandes y pequeños, pueden comprender un poquito mejor que el ser humano no es la única criatura que puede pasarlo canutas, pero que, sin duda, el ser humano es la única criatura capaz de marcar una diferencia en esta serie de desmadres que cada tanto en tanto tiene a bien escupir nuestra madre Naturaleza. Tal y como el propio Maroparque se define, “en sus más de 7.000 metros cuadrados podrá disfrutar de un parque dedicado a la conservación de una gran variedad de animales exóticos, muchos de ellos en grave peligro de extinción, entre los que se encuentran titís, cocodrilos del Nilo, puercoespines, serpientes, Lemures de cola anillada, rapaces, avestruces, monos y un largo etcétera”.
En todas las islas del mundo se concibe una relación precoz y sensual entre la tierra y el mar. Y La Palma no es una excepción. Decenas de playas y calas salpican los marcos de la isla como si una mano habilísima (el viento) hubiese querido derrochar su talento para que nosotros, los humanos, podamos disfrutar de largas y nostálgicas mañanas en esta frontera de tierra y mar, como si nosotros fuéramos, curiosamente, aterradoramente, al fin y al cabo, sus favoritos por encima de todas las demás especies. Están la playa de Nogales, la playa de los Cancajos, la playa de Santa Cruz de La Palma, las calitas escondidas en la zona de Puntallana... quizá lo mejor será jugar a los exploradores en esta gema canaria, zigzaguear por sus intrincadas carreteras de asfalto que se confunde con su tierra, olisquear el aire en busca de la sal, quemar este artículo o el móvil donde lo estemos leyendo, ser definitivamente humanos por una vez, y encontrar por nosotros mismos los rincones que más se adapten a nuestras caprichosas necesidades emocionales.
Tampoco puede faltar una visita a algunas de las fincas de plátanos que forman una parte fundamental de la economía de la isla. Podríamos conocer este arte centenario que es el de procurar dulce y jugoso alimento a lugares tan lejanos como Estados Unidos, observar el milagrito de los plátanos que transmutan su color, embelesarnos con la astucia agricultora de los palmeros. Sentirnos un poco torpes porque nosotros no sabríamos ni por dónde empezar en este arte riguroso que es la plantación de plátanos. Y, si vamos en la época correcta, claro que sí, probaremos de primera mano unos bocados de su oro particular.
Actividades de interior
Aunque los mejores alicientes de La Palma pasan por sus actividades al aire libre, culturizarnos un poquito más mientras exploramos, a techo cubierto, algunos de los entresijos históricos de esta isla (al tratarse de uno de los puertos más importantes del Imperio español, rápidamente se trató de un blanco codiciado por piratas de todo pelaje, enemigos franceses y codiciosos marinos británicos) que, tan pequeñita como es, merece un puesto destacado en el fantástico ovillo de historias que conforman la palabra España.
Los palmeros nos lo han puesto fácil para que comprendamos. Allí está el Museo Naval del Barco de la Virgen, una reproducción preciosa de un galeón encallado donde se respira la tradición marinera de este rincón del Universo. ¡Corsarios ingleses a babor! Podemos escuchar el chillido del grumete. Un escalofrío de placer nos recorre el cuerpo porque sabemos que brevemente llegará el momento de demostrar un tipo de valor oxidado en la sociedad española, un tipo de orgullo noble y cruel que hace siglos que anda extinguido. Aquí podemos recuperar este honor exento de buenismos. Real, como lo es todo en La Palma, real, sin paliativos inútiles.
Tampoco puede faltar una visita al Museo del Puro Palmero. Caramba que aquí también hacen algunos de los mejores puros de tabaco de España, es porque la tierra de aquí es tan fértil que las lombrices sufren de obesidad. El olor penetrante a tabaco nos rellena las narices y, si somos de los que sabemos disfrutar de un buen puro, entonces hemos aterrizado en el lugar ideal para continuar con la bella tradición. Y si no lo somos, de todos modos podemos aprender cómo funciona este arte centenario (otro arte centenario que encontramos en La Palma) para volver a casa con una nueva curiosidad metida en el bolsillo.
Gastronomía y humanidad
Una vez estamos en La Palma es casi una obligación familiarizarnos con la tradición gastronómica de la isla. Se nos ofrecen numerosos restaurantes donde ser comidillas y brindar (con vino palmero, claro está) por todos los palmeros de la Historia y su influencia imprescindible en la sociedad española, por la valentía (que no todos tendríamos el valor de vivir en un volcán, ojito) de los isleños de hoy y los de ayer, y también por los de mañana, qué puñeta. Pero si tenemos que elegir dos lugares donde efectuar el ritual necesario, este periodista les recomienda el Restaurante Enriclai (sirven productos de temporada con vinos de la isla) y el Restaurante Chipi-Chipi (son indispensables sus papas arrugás y su carne a la parrilla).
Aunque este artículo no deja de ser un modesto intento de contribuir, por la parte que nos toca, en una pronta recuperación de La Palma y las víctimas del volcán de Cumbre Vieja. Sin embargo, no hace falta esperar a que la ceniza se pose y que el volcán termine su pataleta para actuar. Si quieres ayudar hoy mismo a los palmeros afectados por el volcán, solo tienes que donar la cantidad de ropa o de dinero que consideres necesaria a la ONG del chef José Andrés (link aquí), al Ayuntamiento de El Paso (link aquí) o a través del Ayuntamiento de Cabildo de La Palma (link aquí).
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