Viajes

No te pierdas los geniales monstruos marinos del medievo

No hace demasiados años, nuestros antepasados malvivían atemorizados por todo tipo de criaturas que existían únicamente en sus cabezas... y en algún que otro mapa de renombre

Detalle de la Carta Marina. En el centro de la imagen puede apreciarse la temida "ballena isla".
Detalle de la Carta Marina. En el centro de la imagen puede apreciarse la temida "ballena isla".Olaus Magnusfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

Existe un mapa marino muy conocido en algunos campos profesionales, y menos conocido en otros, que ha influido de igual manera en el pensamiento de quienes lo conocen y de quienes no. Ocurre infinitud de veces, que asuntos cuya existencia ignoramos por completo han tenido tanta influencia sobre nosotros como un trauma de la infancia que tu psicólogo te obliga a rememorar una y otra vez. Por ejemplo, podría ocurrir que no hayas leído una frase de Sócrates en tu vida (algo lógico porque no existe un solo texto escrito por él) y sin embargo, este filósofo griego cuyo nombre apenas logramos retener ha moldeado las costumbres, la cultura, los sueños, las ambiciones de Europa y, en consecuencia, las tuyas propias. Puede dar un poco de “yuyu” comprender que no conocemos las raíces de nuestros propios pensamientos pero tampoco pasa nada. Hacemos como decía Sócrates, reconocemos que no sabemos nada y de esta manera nos disponemos a aprender un poquitín.

Olaus... ¿qué?

Pero ocurre con más cosas. Si yo te hablo de un sueco llamado Olaus Magnus (cuya existencia yo descubrí en un museo de Trömso hace pocos meses, tampoco quiero que el lector piense que yo me libro de no saber nada) pues es como decir Rumpelstiltskin, quiero decir, que nos quedamos igual. Y puedo añadir que nació en 1490 y que murió en Roma un primero de agosto de 1557, puedo decir que era sacerdote católico y que tenía un hermano que, caray, también era sacerdote. Pero seguimos igual. Puedo decir que todos los marineros occidentales estuvieron influidos por Olaus Magnus durante siglos y que por influencia directa del sueco ocurrieron cosas que no habrían ocurrido si no hubiera nacido, y a la inversa, no ocurrieron cosas que habrían sucedido. Que ese desbarajuste del destino, impreso en un único nombre, ha creado millones de efectos mariposas que no solo han desembocado en nuestro pensamiento sino, quizá, en el caso de algunos, en nuestra propia existencia. Y fíjate si somos desagradecidos con el bueno de Olaus, que ni siquiera nos acordamos de él. Cachis.

Carta Marina de Olaus Magnus.
Carta Marina de Olaus Magnus.Olaus Magnusfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5

Bueno, ¿y qué hizo Olaus para ser tan condenadamente importante, a ver? Pues no demasiado. O quizás sí. Pintó un mapa de la Península Escandinava. Y ya sé que hoy basta con comprar un satélite por unos milloncejos y ya tenemos todos los mapas que deseemos a golpe de pantalla, pero antes, en la época del clérigo sueco, lo de los mapas era una cosa bastante complicada porque del mundo no conocíamos ni la mitad. Los cartógrafos eran personas muy respetadas en la sociedad y su oficio no era como el de los cartógrafos de hoy, que son muy profesionales y se ciñen a la estricta realidad de nuestro mundo. Antes la realidad era algo más... moldeable. El cartógrafo era también un pintor, un artista. Recogía en sus mapas no solo los espacios físicos, las montañas, los mares, las ciudades importantes, etc. En los mapas de antes podía ser que situaran Madrid doscientos kilómetros a la izquierda de su ubicación real, pero podían señalarnos con una precisión matemática los lugares donde residían los dragones, las princesas, las criaturas de leyenda que hoy salen en los cuentos para niños.

Olaus Magnus no hizo solo un mapa. Hizo una obra de arte a todo color. Un mapa de 1,70×1,25 metros que tardó doce años en terminar (y yo que creía que iba retrasado con mi novela) y que, después de tanto esfuerzo por completarlo, se perdió. Puf. Desapareció en las montañas de papeles del Vaticano. Entonces todo se tornó un tanto paradójico porque el mapa que hablaba de las criaturas de leyenda se transformó en una leyenda per se. Y todo el mundo buscaba el mapa como loco, no solo porque era de una calidad artística exquisita, como demuestran las imágenes, sino por la extraordinaria precisión de las ubicaciones reales y de las sinuosas costas noruegas. No fue hasta 1886 que se encontró en Múnich una valiosa copia, y una segunda en Suiza, en 1961. En la actualidad solo se guardan estas dos copias del mapa, que son oro empapelado y que me atrevería a decir que cuestan más que un satélite de los que nos enseñan mapas modernos. Porque solo los homo sapiens pagaríamos más dinero por una fantasía que por la estricta realidad.

Monstruos de la Carta Marina

Un vistazo a la Carta Marina de Olaus nos muestra un amplio bestiario marítimo. Algunas criaturas son fácilmente reconocibles en animales reales mientras que otras, de aspecto inquietante, residen únicamente en los cerebros putrefactos de los marineros del pasado. Es gracias a la leyenda del mapa, en conjunto con otra obra del sueco (Historia de las gentes septentrionales) que hemos rescatado del odioso olvido las descripciones de estos monstruos de pesadilla.

Detalle de la Carta Marina. En la esquina inferior derecha puede apreciarse el dibujo de una "vaca marina".
Detalle de la Carta Marina. En la esquina inferior derecha puede apreciarse el dibujo de una "vaca marina".Sea Monsterdreamstime
  • Rockas: por su nombre, podríamos pensar que el sueco se refería a un pez roca; por su aspecto, a una manta raya. Pero esto no puede ser: según el propio Magnus, este pececillo tenía el tamaño de islas enteras. Según el autor, se trataba de un sucedáneo todavía más grande de la raya gigante y con el carácter bonachón de los delfines, ya que el rocka se consideraba un pez de buen agüero que incluso llevaba a tierra a los marineros náufragos.
  • Cerdo marino: “... tenía la cabeza de cerdo, y como un cuarto de círculo, como la Luna, detrás de ella, cuatro patas como un dragón, dos ojos en cada lado de su lomo, y un tercero en el vientre, hacia el ombligo”. Este extracto de la definición que concedió Olaus a la criatura parece sacada de otros desvaríos del romano Plinio, que, al encontrarse por primera vez con una morsa, la definió como un “pez-cerdo”. Y este animal real es quien suponemos que representa al cerdo marino.
  • Ballena isla: porque en el medievo no podían decir que era una ballena sin más. Tenía que ser también una puñetera isla. Olaus aseguró que los marineros confundían a las ballenas con islas y que se subían a ellas y encendían fuegos en sus lomos para hacer una barbacoa. Que el animal se enfurecía al sentir el contacto de las llamas y que se zambullía en las aguas arrastrando tras de sí a los desafortunados marineros. A mi parecer, este fenómeno solo tiene dos explicaciones: o bien fue un ejercicio de fantasía de Olaus, o los marineros de antes bebían demasiado ron. O eso o que era un iceberg (Magnus definía su tacto como de gravilla) que se derretía con el fuego.
  • Serpiente marina: este es de mis favoritos porque estoy convencido (si no he sucumbido a un horror vacui medieval) de que antes o después tuvo que existir. Hay demasiadas leyendas sobre esta criatura para no considerarla real, aunque ya esté extinta. Olaus la define como una serpiente de 60 metros de longitud y capaz de reventar barcos enteros para zamparse a sus tripulantes. Se piensa que se inspiró en la serpiente Jörmungandr de la mitología nórdica para su representación.
Detalle de la Carta Marina donde aparecen la serpiente marina y el Caribdis, entre otras fantásticas criaturas.
Detalle de la Carta Marina donde aparecen la serpiente marina y el Caribdis, entre otras fantásticas criaturas.oLAUS mAGNUSfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@731b78c5
  • Vaca marina: y también tenían al unicornio marino, a la liebre marina, al caballo de mar (diferente al que conocemos hoy) y, qué carajo, por qué no, tenían incluso al ratón marino. Parece que estoy de cachondeo pero lo pensaban de verdad. La vaca marina era entonces una vaca normal y corriente, un tanto violenta y muy mimosa con sus crías. La única diferencia con la terrestre era que pululaba por el mar en lugar de los campos gallegos. Incluso se decía que si les cortabas el rabo podían vivir 130 años. Supongo que la idea era conseguir carne de vaca vieja ya sazonada, un verdadero negocio. Ni los mejores ingenieros de alimentos japoneses, oiga.
  • Caribdis: igual que nosotros, los antiguos tampoco se libraban de ser unos ignorantes. Por esto, era una creencia común que los remolinos que se forman ocasionalmente en el mar a causa de las fuertes corrientes, se trataban en realidad de un monstruo cuyo nombre ya aparece en la mitología griega. Que este monstruo malísimo tragaba y escupía grandes cantidades de agua tres veces al día, y que este vaivén de tragar y escupir formaba los temibles remolinos.

Hay muchas más criaturas a analizar en la Carta Marina, tantas como cabían en la asombrosa imaginación de Olaus Magnus y sus cohetáneos. No podemos recriminar al sacerdote su fantasía, porque el hombre fue una víctima de su época, como lo somos todos; en su lugar deberíamos deleitarnos con su extenso estudio sobre las aguas y tierras escandinavas, además de aplaudir el mimo refinado con que completó su obra. Luego leemos sobre el mítico árbol de los patos (un árbol que en lugar de manzanas o melocotones, daba, literalmente, patos ya crecidos) y leemos que Olaus aseguró haberlos visto: “... he visto muchas veces con mis propios ojos más de mil diminutos corpúsculos de este tipo de ave colgados de un tronco a la orilla del mar...”. Entonces no podemos evitar pensar que, quizá, quien sabe, por qué no, podría ser que Olaus Magnus conoció un mundo que hoy a nosotros nos parece inimaginable, y que lo que ahora llamamos fantasía entonces era, simple y llanamente, la odiosa realidad.